El independentismo catalán no suma mayoría. Por primera vez en la historia de las elecciones en esta comunidad. Los socialistas han ganado claramente los comicios de este domingo. Un gran resultado para Salvador Illa que hace que Junts, ERC y la CUP no lleguen a los 68 escaños que dan la mayoría absoluta (tampoco sumando los dos parlamentarios de Aliança Catalana). Si el secesionismo obtuvo en febrero de 2021 un total 74 diputados, ahora se ha quedado en 59 (61 si incluimos a Aliança). Desde 2017 ha perdido casi un millón de votos.
Los buenos resultados de Junts son insuficientes. Aunque Carles Puigdemont pasa de 32 a 35 escaños, son en principio irrelevantes. Y el gran derrotado, Esquerra, que ha perdido 13 parlamentarios y el Govern catalán, tiene la llave. Los republicanos se han metido un buen batacazo, pero son clave para formar un tripartito con PSC y los Comuns. Un tripartito que alcanzaría los 68 parlamentarios, justo la mayoría absoluta. Toda la noche fue de infarto y la realidad plausible de ese tripartito dependió de un solo escaño.
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Salvador Illa siempre se ha mostrado abierto a la coalición progresista y ve con buenos ojos que Pere Aragonès y Jéssica Albiach fomen con él un Govern con “planteamiento socialdemócrata”. “La clave es que haya estabilidad”, ha repetido hasta la saciedad el socialista. Aragonès, sin embargo, no lo tiene tan claro. Va a perder el Ejecutivo y tiene a un partido dividido (sectores de ERC, por ejemplo, que no querían un adelanto electoral) y un liderazgo en cuestión, sobre todo desde esta noche.
Durante la campaña, ERC ha puesto en duda el tripartito (una de las posibilidades que se barajaban) tras criticar que “este PSC es el menos catalanista y el que está más a la derecha de su historia”. De hecho, Aragonès ha llegado a amenazar a Illa con repetir la estrategia de 2021 de sentarle en la oposición a pesar de ser la fuerza más votada. “Vigile que no se le vaya a quedar cara de señor Feijóo”, le reprochó en el debate de LaSexta en referencia a la investidura fallida del líder del PP, que ganó las elecciones generales pero no gobernó.
Esquerra deberá decidir si inviste a Illa (entrando o no en el Ejecutivo) o si niega esta posibilidad y conduce su estrategia a una repetición electoral, que estratégicamente podría ser la tumba de Aragonès. Que nadie dude que los republicanos independentistas tendrán un fuerte debate interno, porque parte del partido reclama sentar ya las “bases para un referéndum de independencia”. Una propuesta que Illa ya ha asegurado que “de ninguna manera” se va a realizar, al considerarla lejana a los problemas reales de los catalanes. Y en cierta medida, tiene razón. Porque una de las conclusiones de esta noche electoral es que la ley de amnistía ha derrotado al independentismo.
El triunfo de Illa es el triunfo de Pedro Sánchez. Los resultados avalan la política de entendimiento y apaciguamiento llevada a cabo por el Gobierno central, a pesar de las fuertes críticas que le ha generado en el Congreso. Anoche, en su comparecencia ante sus militantes, Aragonès dejó claro que asume los resultados y que ahora toca “hacer oposición”, alejando la posibilidad de formar parte de un tripartito. Deja en manos de PSC y Junts resolver una situación muy complicada. El fantasma de la repetición electoral sobrevuela las filas socialistas a no ser que los republicanos finalmente apoyen una investidura de Illa a cambios de algunos compromisos programáticos.
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Por su parte, Carles Puigdemont no parece que vaya a ser uno de los grandes damnificados de la noche. Es la tercera vez que se presentaba a unas elecciones autonómicas y la tercera vez que pierde. Su campaña desde Francia, desde el exilio, no ha ayudado. Todas las encuestas le daban el segundo puesto y superar claramente a Esquerra, pero su única oportunidad pasaba porque los resultados no cuajasen en un tripartito y la situación fuese de bloqueo. Es decir, ni tripartito ni mayoría independentista. Es definitiva, bloqueo y repetición electoral o soñar con una maniobra impensable: presionar a Sánchez para que el PSC se abstuviera y permitiera su investidura. No hay que olvidar que en Madrid Sánchez gobierna gracias a los votos de Junts.
Puigdemont pide unidad del secesionismo
Habrá que ver ahora si este es el final político de Puigdemont. Si no tiene la presidencia de la Generalitat, en principio no tiene sentido seguir. O sí. Anoche dejó clara su estrategia: convencer a Esquerra de que lo mejor es volver a la unión de los independentistas. “Un Gobierno tripartito con los resultados tan justos es una mala opción para Cataluña. Si Esquerra está dispuesta, podemos conseguir un gobierno sólido y coherente”, sentenció Puigdemont. No hay que olvidar que Junts (antes Convergència) y ERC se han unido en todos los gobiernos de la última década: desde el Govern del convergente Artur Mas en 2012 de la mano del republicano Oriol Junqueras, hasta la reelección de Aragonès en 2021 gracias a una nueva coalición soberanista.
Sin embargo, en 2022 hubo una ruptura del bloque que hay que volver a unificar. Por eso, Puigdemont ha puesto de relieve la necesidad de que las fuerzas independentistas se sienten a hablar para “rehacer puentes” y reflexionar sobre el efecto que tiene no llevar “una estrategia compartida”. Ha invitado a Esquerra a desechar un pacto con el PSC para “construir un Gobierno sólido de obediencia netamente catalana”. En sus cuentas a Junts se le olvida algo: una repetición electoral sería nefasta para Esquerra. Puigdemont ha lanzado otro aviso. Igual que Sánchez no ganó en las generales de 2023, pero gobernó, en Cataluña puede pasar lo mismo, ya que Junts y ERC suman más diputados que PSC y los Comuns. La amenaza es latente. Puigdemont puede obligar al presidente nacional a ‘sacrificar’ a Illa a cambio de que Junts le siga apoyando en el Congreso.
La CUP, el tercer partido independentista en liza, se deja más de 66.000 votantes y con el 4% de los sufragios pasa de los nueve escaños de los anteriores comicios a solo cuatro, lo que hace que se quede sin grupo parlamentario. Finalmente, la ultraderechista e independentista Aliança Catalana de Sílvia Orriols, con el 3,8% de los votos, entra en el Parlament con dos escaños.