Las elecciones en Cataluña se celebran este domingo en un contexto de máxima incertidumbre sobre lo que puede suceder. Ningún proceso electoral suele estar exento de dudas sobre la decisión de las urnas, “la verdadera encuesta”, pero estos comicios autonómicos presentan muchas variables que van más allá del ganador. De todas ellas, el escenario de la repetición electoral sobrevuela la cita electoral, la quinta desde que irrumpió el proceso independentista (conocido como procés) hace 12 años.
Y es que el resultado no estará marcado (solo) por el candidato más votado (el principal aspirante es el socialista Salvador Illa); la verdadera protagonista será la aritmética en el Parlament, ya que decidirá si Cataluña continúa la senda hacia el independentismo o hay un cambio de ciclo con un govern de izquierdas. La demoscopia ha situado la mayoría absoluta (68 escaños) del bloque soberanista, compuesto por ERC, Junts y la CUP, en zona de riesgo.
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De alcanzar esa cifra por cuarta vez consecutiva desde las elecciones de 2015, el independentismo se garantizaría casi con toda probabilidad su continuidad al frente de la Generalitat. Según las encuestas, el líder de Junts, Carles Puigdemont, tendría más opciones que el candidato de ERC, Pere Aragonès, para liderar un futuro govern. Ello, ley de amnistía mediante, supondría el regreso a la primera esfera política del expresident, huido a Bélgica desde 2017 para evitar ser juzgado por el Tribunal Supremo en el marco de la causa del procés catalán.
ERC podría ser clave para la formación del nuevo ‘govern’
Pese al repunte de Junts que auguran los sondeos -amenazando con pisar los talones a Illa-, la posible caída de ERC y la previsible bajada de la CUP pone en apuros la suma del bloque independentista. Ahí, el papel de ERC sería clave. De bajar a tercera fuerza (en 2021 quedó segundo, empatado a escaños con el PSC), los republicanos tendrían el control para decantar la balanza hacia un Govern independentista o uno de izquierdas con el PSC.
Consciente de su previsible tercer puesto, el actual president de la Generalitat, Pere Aragonès, supeditó cualquier acuerdo de investidura a las “propuestas que haya sobre la mesa” tras el 12 de mayo. “Si hablamos de propuestas es más fácil construir consensos. Si hablamos de sillas o con base a prejuicios, nos llevará a un bloqueo”, señaló en una entrevista en la Cadena Ser en alusión a las tres líneas rojas de ERC, que son: “Avanzar en la negociación del conflicto político para establecer las bases de un referéndum, la financiación singular y un refuerzo del Estado del Bienestar”.
Si el independentismo no suma la mayoría absoluta y el PSC no consigue atraer a los republicanos, a quienes les ha pasado factura en las últimas elecciones municipales y generales su estrategia de negociación con Madrid, o si ERC no llega a un acuerdo con los de Puigdemont, el escenario de la repetición electoral sería irremediable.
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La evolución del independentismo se revisará este domingo en un momento de clara desmovilización soberanista, cuando la cuestión territorial no es el principal eje de la conversación política después de los indultos a los líderes del procés y la eventual aprobación de la ley de amnistía a los encausados por este proceso. Tampoco ha sido el objeto central de la campaña, en la que todos han ido contra Illa, potencial ganador y con serias posibilidades de llegar a la Generalitat.
Illa quiere postularse como candidato a la investidura si gana
Ante esta oportunidad, el primer secretario del PSC, que dejó hace tres años el Ministerio de Sanidad para presentarse como candidato a los comicios catalanes de 2021, prometió postularse a la investidura si resulta el vencedor, una promesa que no es baladí. Y es que, tanto en las elecciones de febrero de 2021 como en las de diciembre de 2017, los candidatos más votados no tuvieron la oportunidad de presentarse a una investidura al no tener los apoyos suficientes frente al bloque independentista. Es decir, ni el propio Salvador Illa, hace tres años, ni Inés Arrimadas, exlíder de Ciudadanos, hace siete, protagonizaron un debate de esta envergadura por la ausencia de una mayoría clara en el seno de lo que se conoce como bloque constitucionalista.
A estas alturas, los apoyos no están decididos todavía, pero los vetos sí están claros: ERC, PSC, Junts, CUP y Comunes sellaron un cordón sanitario contra las extremas derechas de ámbito nacional y catalán, Vox y Aliança Catalana, respectivamente. Este último partido, liderado por la alcaldesa de Ripoll (Girona), Sílvia Orriols, tiene opciones de irrumpir en el Parlament después de conseguir la alcaldía del municipio gerundense tras las elecciones municipales de hace casi un año. Y, frente la debilidad del bloque independentista, esta fuerza se postula para tentar a Puigdemont si resulta ser decisiva en una investidura.
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En el caso de Comuns Sumar, la cabeza de lista, Jéssica Albiach, ha tratado de alejarse del PSC en los últimos días frente al riesgo de que los socialistas absorban buena parte del espacio de la izquierda alternativa, que sueña con un pacto con PSC y ERC en la Generalitat. El rechazo de los comunes al polémico proyecto del Hard Rock será la principal línea roja para apoyar a Illa si el socialista quiere evitar “una repetición electoral”.
Pugna entre PP y Vox por el cuarto puesto
En cuanto a la derecha nacional, la principal batalla será quién ocupe el cuarto puesto, actualmente en manos de Vox. Los de Santiago Abascal irrumpieron en el Parlament catalán hace tres años con 11 escaños y el 7,69% de los votos. Aunque el líder popular, Alberto Núñez Feijóo, se mostró “convencido” de que su partido pasará de novena a cuarta fuerza política, por delante de la extrema derecha, las encuestas no lo han reflejado así, ya que dibujan un resultado muy igualado entre ambas formaciones.
Esto ha motivado el endurecimiento del discurso de los líderes del PP. El propio líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, hizo suyos los principales mantras aireados por la extrema derecha sobre la inmigración ilegal y su supuesta relación con el incremento de los índices de criminalidad, de robos y de hurtos en Cataluña.
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Si hay algo claro es que el PP mejorará previsiblemente sus resultados con respecto a las elecciones de febrero de 2021, cuando cosechó los peores de su historia en este territorio. La candidatura liderada por Alejandro Fernández, que repite este 12 de mayo, obtuvo solo tres escaños y un 3,85% de los votos, lo que le dejó como última fuerza parlamentaria.
Asimismo, la eventual subida será previsiblemente a costa de absorber a Ciudadanos. La supervivencia de los naranjas, capitaneados por Carlos Carrizosa, en el único parlamento autonómico donde tiene representación (seis diputados) está seriamente comprometida por el auge de los populares. En todo caso, el previsible ascenso del PP no lastrará a priori a la extrema derecha. Y es que las elecciones municipales del 28 de mayo demostraron que Vox no ha tocado techo, al pasar de los tres concejales conquistados en Salt en los comicios de 2019 a lograr 124 ediles (incluidas las cuatro capitales de provincia).
Más allá de la lectura en clave local, las elecciones en Cataluña de este domingo amenazan con impactar de lleno en el panorama político nacional. La pugna independentista entre Junts y ERC, socios imprescindibles para Pedro Sánchez en el Congreso, y la posibilidad de que el PSC recupere la Generalitat por primera vez desde 2010 abre la incógnita sobre la relación entre el PSOE y los partidos soberanistas catalanes tras el 12-M y, por ende, sobre la estabilidad del Gobierno de coalición.
Hasta 5.754.840 ciudadanos deciden el futuro de Cataluña, aunque hay pocos visos de que el panorama quede despejado este domingo. Tal y como está previsto, una vez se conozcan los resultados, sobre las 22.30 horas (cuando el escrutinio alcance el 100%, a falta del voto CERA), las negociaciones a varias bandas echarán a andar. A partir de aquí, la única certeza es que la primera sesión de investidura no podrá ser más tarde del 25 de junio.