“Allá donde vivo, a las mujeres se las presiona para casarse con 12 años y después dedicarse plenamente a tener hijos. Yo no quería eso y por eso salí de mi país hacia España. A mí me queda toda la vida por delante aún...”
Susanic es una mujer mexicana, nacida en la ciudad de Puebla y que siente que no quiere pertenecer a una sociedad en la que la mujer se remite a la figura de la madre. Una investigación de las ONG Save the Children y Mano Vuelta publicada en 2020 reflejó que en México se registraron más de 313.000 personas menores de edad -entre 12 y 17 años- en matrimonio o unión forzada. El informe resalta además que la mayoría de las uniones infantiles se presenta en niñas y adolescentes unidas con un hombre mayor que ellas, y que las trayectorias de sus vidas están condicionadas por su género, edad y situación conyugal. Susanic quiso escapar de todo esto.
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Se define como una persona impulsiva y “un poco alocada”, pero sobre todo valiente. Ahora vive en la capital, en Madrid, donde ha cursado sus estudios obligatorios y está aprendiendo inglés. Sin embargo, su primer intento de venir al país acabó en deportación.
“La gente me miraba como si fuese una delincuente”
Susanic dejó todo en su tierra para atravesar el gran charco y explorar mundo. “Me lo pensé hasta el momento de embarcar al avión”, recuerda. Pero la ignorancia jugó en su contra. Al llegar al aeropuerto de Barajas, las autoridades aduaneras le impidieron el paso al no tener la documentación en regla. “Me revisaron el pasaporte y se dieron cuenta de que no tenía NIE válido ni el permiso de trabajo. Fue error mío”, admite.
La mujer cuenta que los agentes le retiraron el teléfono y le condujeron hacia una sala para interrogarle, aunque aclara aquel proceso no era “nada comparado” al de EEUU, donde a familiares suyos también les deportaron tras la llegada de Trump. “Allí es mucho más violento comparado con España”.
Momentos después, le asignaron una abogada “que le pidió firmar tres hojas”. “Yo ni las leí porque me quería ahorrar líos”. Pero aquella firma, recuerda, repercutió a la hora de solicitar la nacionalidad española años más tarde.
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Susanic fue llevada a una habitación junto a otras personas, que provenían de todas partes del mundo y que también correrían la misma suerte que ella. “Recuerdo que había mujeres con sus hijos llorando. Yo sé que mi caso no era el mismo que el de ellas”.
Horas más tarde, le llevaron al avión que viajaría destino México, donde le esperaban otras 12 horas de vuelo. “Lo que sí me dio miedo fue cuando me esposaron de camino al avión”, recuerda. “La gente me miraba como si fuese una delincuente, ‘ahí va la deportada’, cuando en realidad simplemente es que tenía un problema de papeleo y hasta yo era consciente de ello.
Tres años más tarde volvió a España, donde ahora estudia y trabaja. ”Tengo todo en regla, como se deben de hacer las cosas”, explica. Susanic comenta también que este incidente le prohibía viajar a España en 10 años, pero pudo acceder antes porque iba a estudiar. “Se han dado cuenta de que estoy haciendo las cosas bien”.
No se debe confundir la deportación, entendida como devolución, con la deportación por la vía de retorno. La Fundació SERGI, especializada en personas en derecho de exclusión, explica en su página web que una devolución se produce cuando se intercepta a una persona cruzando de manera irregular en un país; o cuando, habiendo sido expulsada previamente, es detenida en España mientras está vigente la prohibición de entrada. Por otro lado el retorno se produce cuando, por falta de los requisitos necesarios para la entrada en el país, se acuerda el regreso del extranjero al país de procedencia.
La otra cara: deportaciones arbitrarias
La historia de Susanic no es la realidad que sufren otras personas deportadas, en las que ese acuerdo sobre el papel esconde letras pequeñas. Así le ocurrió a Elsa, otra mujer mexicana que reside en Dubái y que afirma que fue expulsada de manera arbitraria y en plena pandemia.
“Por más que le explicaba yo a la policía, le valía madres”, critica. “Ella, necia, insistía en que yo iba a otra cosa a España”. “Yo iba a ver a mis nietos con mucha emoción y de repente me sale con que cuáles eran mis intenciones reales. Tenía ganas de patearla porque hizo sufrir a mis hijos. Mi hija y mi yerno estaban abajo con mis nietos, esperándome donde salen las maletas y felices porque iba yo a pasar Navidad ahí. Por más que insistía, nunca me creyeron”.
Elsa explica que cumplía con todos los requisitos, incluida la vacuna contra el Covid-19 y un permiso de residencia válido, además de que su hija era residente legal en España. “Me preguntaron qué drogas tenía e insistían en que yo iba a venderlas”.
Finalizado el interrogatorio, llegó el momento de la firma en la que debía declarar que era una persona peligrosa, asegura. “¡¿Peligrosa yo?! [...] Lo peor del caso es que esa misma agente avisó a las autoridades de Dubái de que yo era un elemento peligroso y que no me debían de tener aquí”, afirma con tono irónico.
“Ni me vieron un arma, ni me vieron droga, ni me vieron nada. Nada impropio. Todavía guardo la carta como recuerdo”, asegura Elsa, que añade que su caso se hizo público en México. Recuerda que a ella también le pusieron a disposición de un abogado “que no estaba por la labor de creerle” y le retiraron el móvil y el equipaje, por lo que no pudo llamar a la embajada para explicar su situación.
“Quise hablar con mi abogado desde Dubái y le dije que yo quería regresar a España a ver a mis nietos y que me ayudara. Se limitó a decirme que no quería meterse en problemas y que no podía ayudarme”, lamenta.
Elsa describe que le hicieron pernoctar en una habitación junto a otras personas, incomunicada de su familia y en unas literas en mal estado. “Te apuesto a que si mi pasaporte hubiera sido inglés me hubieran dejado pasar, pero claro, como era mexicano, me detuvieron como si implicase ser una narcotraficante”.
Las deportaciones en España descendieron notablemente en 2020 y 2021, hasta las hasta las 779 y 811, respectivamente. Este descenso se produjo principalmente por las restricciones de los vuelos en la pandemia y la crisis en las relaciones con Marruecos. En 2022 volvieron a subir, hasta las 1.294, aunque es un número notablemente inferior a 2019, cuando se registraron 2.379 casos.