El actor británico Orlando Bloom, cuya fama mundial se consolidó gracias a su participación en sagas icónicas como Piratas del Caribe y El Señor de los Anillos gracias a sus papeles como Will Turner y Legolas respectivamente, ha vuelto a capturar la atención del público y la crítica, esta vez debido a sus recientes declaraciones sobre su trabajo en otra de sus películas más conocidas, Troya. Dirigida por Wolfgang Petersen y estrenada en 2004, Troya es una muy libre adaptación cinematográfica del legendario poema épico griego atribuido a Homero, que narra los eventos del asedio a Troya, un episodio crucial en la mitología griega.
En una franca entrevista concedida a Variety, Bloom expresaba su descontento respecto a su rol en esta obra, donde interpretó a París, el príncipe troyano conocido por su participación decisiva en la desencadenación de la guerra de Troya. “Oh, dios mío, Troya. Creí que había borrado esa película de mi memoria. Hay mucha gente a la que le gusta, pero para mí interpretar a ese personaje era como (haciendo el gesto de cortarse el cuello)... ¿Puedo decir esto? No quería hacer esa película. No quería interpretar a ese personaje”. A pesar de haber compartido créditos con grandes estrellas como Brad Pitt, Eric Bana y Brian Cox, el actor confiesa que preferiría “olvidar completamente” su contribución a este filme, marcándolo como un punto discordante en su ilustre carrera.
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Bloom reveló que su disconformidad con el papel no solo radica en los desafíos que implicó encarnar a un personaje históricamente marcado por la cobardía y el egoísmo, sino también en cómo este rol entraba en conflicto con sus propios valores y principios éticos. Las exigencias del guion, que presentaban a su personaje de una manera debilitada y sumisa, representaron para Bloom un obstáculo considerable, alejándose significativamente de la imagen y los tipos de roles que preferiría asumir. Un aspecto revelador de esta experiencia fue el arrepentimiento expresado por Bloom sobre haber seguido consejos externos en lugar de inclinarse por su intuición personal al seleccionar proyectos. Según el actor, la decisión de participar en Troya estuvo fuertemente influenciada por las expectativas de éxito comercial y las recomendaciones de sus agentes, quienes le aseguraron que este papel sería un hito en su trayectoria profesional.
Una película aclamada a pesar de todo
A pesar de las críticas personales de Bloom hacia Troya, es innegable que la película ha encontrado su lugar entre el público, disfrutando de una destacada popularidad y convirtiéndose en parte del conjunto de obras que definieron el cine de principios del siglo XXI. Este contraste entre la percepción del actor y la recepción de la audiencia resalta una fascinante disyuntiva en el mundo del espectáculo, donde el éxito y la satisfacción personal no siempre avanzan de la mano. “La película era genial. Tenía a Brad (Pitt), a Eric (Bana) y a Peter O’Toole. ¿Pero cómo iba yo a hacer ese personaje? Iba contra todo lo que soy. En un momento el guion decía que Paris se arrastraba por el suelo tras recibir una paliza y se agarraba a la pierna de su hermano. Me quedé en plan ‘no voy a ser capaz de hacer esto”, señalaba el actor. “Uno de mis agentes de entonces me dijo: ‘¡Pero si ese será el mejor momento!’. Y me creí completamente esa frase. Creo que por eso lo borré de mi mente”, reconocía Bloom.
El caso de Bloom es un recordatorio de los desafíos que enfrentan los actores al navegar por el vasto y variado panorama del cine, buscando mantenerse fieles a sí mismos mientras exploran diferentes facetas de su oficio. En última instancia, la revelación de Bloom sobre su participación en Troya no disminuye su estatus como uno de los actores más reconocidos y versátiles de su generación. Por el contrario, subraya la humanidad y el crecimiento continuo que define su carrera, evidenciando un proceso de aprendizaje y evolución que continúa capturando la imaginación y el respeto de aficionados y críticos por igual.