La entrada en la cárcel no es fácil para nadie, sobre todo si es la primera vez. A parte de ser una medida de castigo, también es un lugar donde se busca la reinserción de los que han cometido un crimen, por lo que en las prisiones existen diferentes herramientas para ayudar a los reos. Una de ellas, y de las más importantes, son los presos sombra, también conocidos coloquialmente en la jerga penitenciaria como presos de confianza.
Los presos sombra son designados oficialmente por Instituciones Penitenciarias y su cometido es vigilar a otro preso concreto. Esto lo pueden realizar de diferentes maneras: compartiendo celda, observando en módulos ordinarios o en casos extremos, realizando un seguimiento 24 horas. Su objetivo principal es evitar los suicidios de otros reos, pero también ayudar a la reinserción en la sociedad.
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Estas personas forman parte de un grupo llamado Internos de Apoyo, que viene recogido en la Instrucción 5/2014 de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, y para poder acceder deben presentar una “adecuada capacitación, actitud y motivación”. Además, tienen que encontrarse en una situación estable en la prisión y sin un “traslado previsible”, para que su trabajo puede realizarse satisfactoriamente, sin parones.
Por último, para ser considerados presos sombra, no pueden tener sanciones por conductas tipificadas, deben carecer de antecedentes de autolesiones o de enfermedad mental grave y no pueden ser consumidores activos de drogas. Un dato importante es que es un trabajo totalmente voluntario que no les proporciona beneficios ni reducciones de condena. Sin embargo, esta colaboración si puede darles puntos a favor a la hora de conseguir permisos o salidas programadas.
Apoyo en casos mediáticos
Como se ha explicado, estas figuras son una gran ayuda para evitar los suicidios de otros presos, por lo que no es de extrañar que suelan trabajar con personas que han cometido delitos graves, sobre todo los que incluyen el asesinato y tienen gran seguimiento mediático. Rosario Porto, la asesina de su hija adoptiva, Asunta Basterra, junto a su exmarido fue acompañada por una presa sombra durante la mayor parte de su estancia en prisión, antes de suicidarse tras un cambio de centro.
Ella no es la única presa mediática que ha contado con un interno de apoyo. Lo tuvo Miguel Carcaño, asesino confeso de Marta del Castillo, o José Bretón condenado a 40 años de cárcel por matar a sus hijos. También Ana Julia Quezada, asesina confesa de Gabriel Cruz, el niño de Almería.
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El triple crimen de Morata de Tajuña
Uno de los casos que puso un gran foco sobre los presos sombra fue el del triple crimen de Morata de Tajuña. Un hombre que regentaba un locutorio acabó con la vida de tres hermanos que le debían dinero tras haber sido víctimas de la estafa del amor. Fue detenido tras haber confesado el crimen e ingresado provisionalmente en la prisión de Estremera, considerada de presos conflictivos.
Dentro de la cárcel se le asignó un compañero de celda que debía realizar las funciones de preso sombra, ya que existía un riesgo de suicidio. Un hombre de origen búlgaro y que estaba cumpliendo condena por delitos de robo con lesiones y de violencia de género.
Según la investigación, la relación entre ambos era buena y el resto de compañeros nunca consideraron al asesino confeso un sujeto especialmente peligroso. Sin embargo, este pasado mes de febrero asesinó a su preso sombra a golpes con un objeto romo, que se especuló que podría haber sido una mancuerna. A raíz del suceso hubo muchas críticas hacía Instituciones Penitenciarias, ya que la víctima no era un preso sombra “oficial” y no hicieron nada para evitar que ocurriera este crimen.