Rusia y China podrán, a partir del próximo 18 de mayo, campar a sus anchas en el Sahel. La fecha está marcada a fuego en el calendario de las autoridades europeas y es que ese día concluirá la Misión en Malí (EUTM-Malí), el último despliegue bajo bandera de la UE en esta región de gran relevancia geopolítica. El fin de esta operación supone un capítulo más de la progresiva retirada de Occidente de esta parte de África que, desde la irrupción de gobiernos dictatoriales hostiles, se ha visto obligado a replegar numerosos contingentes de los principales países de la zona. Ahora le toca a España, el mayor contribuyente de la EUTM-Malí con 130 soldados, emprender la retirada.
El jefe del contingente español en Malí, general de brigada Santiago Fernández Ortiz-Piso, ha detallado que actualmente están inmersos en las acciones logísticas necesarias para el cierre definitivo de la operación. “Podemos decir que ha sido una misión cumplida por parte de todos los soldados que hemos pasado por aquí”, ha asegurado el militar este miércoles a la ministra de Defensa, Margarita Robles, por videoconferencia.
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Por su parte, Robles se ha mostrado muy preocupada por la situación que atraviesa actualmente el Sahel, marcada por el avance del yihadismo y el incremento de la presencia rusa a través del grupo de mercenarios Wagner, y ha insistido en la necesidad de que la Unión Europea no abandone la zona. En este sentido, fuentes del Ministerio han reconocido a EFE que se están explorando vías para permanecer en Malí pese al fin de la misión europea, gracias a “las buenas relaciones de España con las autoridades malienses” de las que se ha jactado Robles. No obstante, el repliegue de las tropas españolas es un hecho.
“Una vez que las misiones se cierran es muy difícil reabrirlas, dado que hay que volver a poner en marcha procesos de acercamiento con los líderes locales”, explica a Infobae España el investigador principal de Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano, Félix Arteaga, quien no duda en afirmar que esta retirada “es un revés para la política europea en África”. Asimismo, el experto señala que las condiciones en las que la UE se ha visto obligada a abandonar la región complica aún más que los estados europeos estén dispuestos a volver a intervenir en la zona.
Pérdida de influencia
La finalización de EUTM-Malí es consecuencia, entre otras razones, de la negativa francesa a extender la misión -decisión que precisa de la unanimidad de los miembros de la Unión- motivada por las humillaciones sufridas en los últimos meses. Al llegar al poder, en julio de 2023, una de las exigencias de la junta militar de Níger fue que las Fuerzas Armadas galas abandonaran el país, repliegue que se concretó el pasado octubre. Ahora, el gobierno maliense demanda a las fuerzas estadounidenses que imiten a sus aliados franceses.
De esta manera, Níger, Burkina Faso y Malí, los tres gobernados por sendas juntas militares que han tomado el poder por la fuerza en los últimos dos años, son los países del Sahel que han renegado de la presencia occidental en su territorio. Así, para Arteaga, el mayor riesgo es que esta desafección se extienda a estados que hasta ahora han colaborado con la UE sin tener misiones dentro de sus fronteras.
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“Las operaciones que se han cerrado estaban justificadas fundamentalmente por la lucha contra el terrorismo, pero las relaciones entre la UE y el Sahel va mucho más allá de la seguridad. Son relaciones económicas, energéticas, culturales y el problema es que el fin de estas misiones cuestiona la influencia europea en todos estos asuntos”, lamenta el investigador del Real Instituto Elcano. Sin embargo, Arteaga se muestra reticente a calificar la misión europea de fracaso: “Los objetivos de Europa en el Sahel eran objetivos compartidos con las autoridades locales y tenían que ver con desarrollo económico y social y esos programas se han llevado a cabo compatibilizándolos con misiones de seguridad, que han funcionado mientras loa gobiernos locales así lo han querido”.
Contraria es la postura del analista independiente en temas de defensa Carlos Delgado, para quien la derrota de la UE es evidente: “La prueba más evidente de fracaso es que no nos quieren allí”. Al respecto, Delgado apunta a que uno de los factores principales que explican el chasco europeo es el cultural. “Nos echan, entre otras razones, por la prepotencia europea de ir allí a cambio de que compren el discurso político de la Unión Europea, es decir, yo te ayudo, pero tienes que volverte un país democrático, con libertades e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, etcétera. No sé si Europa tiene o no que hacerlo así, pero claramente no está dando resultado”, asegura.
Avance de Rusia y China
La retirada de Occidente es inversamente proporcional al crecimiento de la influencia de Rusia en el Sahel. Los nuevos gobiernos de la región ven en Moscú un aliado que no les pide reforma política o social alguna a cambio de su apoyo. “Las unidades militares rusas lo que hacen es arropar a estas élites antidemocráticas para garantizarles protección y que puedan así mantenerse en el poder, a cambio de que les dejen actuar a sus anchas en sus países”, detalla Arteaga.
El avance ruso sobre el Sahel, destaca Delgado, responde también al hecho de que la UE, aunque ha adiestrado a sus tropas, nunca ha proporcionado armamento a estos países, sobre todo ante la desconfianza de a dónde podrían ir a parar las armas, “remilgos” que no tiene Rusia, sostiene. “De hecho, la desafección de los países africanos hacia Europa se incrementa desde la Guerra de Ucrania, cuando ven como la UE sí ha ayudado con armas a Ucrania, mientras que a ellos se les pide ser muro de contención del terrorismo yihadista y de las mafias que trafican con personas sin recibir ningún material militar”, afirma el analista.
Por su parte, la presencia china está más vinculada al comercio. “Pekín está desarrollando una estrategia económica de acceso a los recursos minerales y a las infraestructuras, que le permitirá beneficiarse de la cooperación con estos países en mucha mayor medida que la UE, que siempre ha tenido como prioridad el beneficio de las poblaciones locales”, explica Arteaga. “Esto es algo que China no comparte”.