El crimen de Gabriel Cruz a manos de Ana Julia Quezada: 12 días de desaparición, la actuación de la asesina y la prisión permanente revisable

La madre del niño, Patricia Ramírez, ha denunciado la realización de un audiovisual sobre este suceso

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Ana Julia Quezada – Gabriel
Ana Julia Quezada – Gabriel Cruz (1920)

Gabriel Cruz fue asesinado en febrero de 2018 en la provincia de Almería por Ana Julia Quezada. Un crimen atroz que conmocionó a toda España y que ahora vuelve a las cabeceras debido al rechazo que ha mostrado la madre del niño, Patricia Ramírez, a que se realice un audiovisual sobre el caso del pescaíto.

En un comunicado en formato vídeo que ha publicado en redes sociales, Patricia revela que tras rechazar “todas la ofertas” para la elaboración de documentales o series sobre el asesinato, “en este momento están existiendo irregularidades y personas que se están intentando lucrar de su muerte, dañando no solo su memoria, sino obviando el dolor y saltándose las normas”. “Creo que estás circunstancias tenéis derecho a saberlas y a juzgarlas”, ha subrayado.

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Con la intención de frenar las posibles producciones que puedan ver la luz sobre el caso, la madre de Gabriel Cruz ha anunciado la convocatoria de una rueda de prensa el próximo sábado, 11 de mayo, en el Patio de Luces de la Diputación de Almería, donde se instaló su capilla ardiente. También se celebrará una concentración en la llamada Ballena de Gabriel, un lugar emblemático de la capital almeriense en recuerdo del pequeño. El lema de la protesta será “Nuestros peces no están en venta”.

La desaparición de Gabriel

El 27 de febrero de 2018 Gabriel Cruz se encontraba de vacaciones escolares por el puente del Día de Andalucía. Tras comer en casa de su abuela, se fue a la casa de sus primos que se encontraba a tan solo 100 metros, pero nunca llegó. Tres horas más tarde, sobre las 18:00 de la tarde, los padres del pequeño se dieron cuenta de la desaparición y lo denunciaron a la Policía.

Les parecía raro que Gabriel hubiese decidido irse al monte solo o que se hubiera podido despistar, ya que conocía muy bien la zona y el trayecto era muy corto. En ese momento la principal hipótesis era que había sido secuestrado, por lo que dio comienzo una exhaustiva investigación bajo el nombre de la ‘Operación Nemo’.

El movimiento del <i>pescaíto</i>

Desde el principio el suceso causó una gran conmoción en Almería y por todo el territorio nacional. En las búsquedas participaron una gran cantidad de voluntarios y en la capital almeriense tuvo lugar una multitudinaria manifestación para apoyar a los familiares y pedir el regreso del niño.

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El pez se convirtió en el símbolo de esta movilización social, debido a que el pequeño quería ser biólogo marino de mayor, que inundó las redes sociales y las fachadas de colegios y centros públicos. En poco tiempo se constituyó la llamada ‘Marea de buena gente’ que arropó a los padres durante toda la búsqueda.

Durante todo el proceso, los medios de comunicación estuvieron junto a los padres del desaparecido, que ofrecieron varias ruedas de prensa con la esperanza de encontrar a su hijo. En todas ellas el padre, Ángel Cruz, estuvo acompañado de la que era su pareja en ese momento, Ana Julia Quezada, simulando estar preocupada y compungida.

Las sospechas de los agentes

La exagerada actuación de Quezada fue el primer indicio que hizo saltar las alarmas de los investigadores. El segundo fue la camiseta del niño que ella misma encontró en una depuradora que ya había sido registrada oficialmente durante la búsqueda.

Esta prenda de ropa tuvo mucho protagonismo en los días de búsqueda, ya que fue la primera, y por un momento única, prueba encontrada. Sin embargo, presentó muchas incongruencias, como que no era la camiseta que llevaba el niño ese día y que estaba seca y no tenía signos de deterioro.

El hallazgo del cadáver

Los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil comenzaron entonces a seguir de cerca los pasos de Quezada, con lo que consiguieron encontrar el cadáver del niño después de 12 días de búsqueda. Para ello le tendieron una emboscada con la ayuda del padre de Gabriel.

Quezada desenterró el cuerpo y, envuelto en una manta, lo introdujo en el maletero de su coche. Se dirigió entonces a la vivienda que compartía con Ángel en Vícar, a unos 40 kilómetros de distancia, donde finalmente fue interceptada. La autopsia del cadáver de Gabriel reveló que el menor murió estrangulado el mismo día de la desaparición.

Ana Julia Quezada saliendo esposada
Ana Julia Quezada saliendo esposada de la Audienca Provincial de Almería (Rafa González/Europa Press)

La versión de la acusada

Pasados dos días de su detención, la mujer acabó confesando el crimen. Sin embargo, alegó que todo fue un accidente. Según esta versión, vio como Gabriel cogía un hacha del jardín y entraba en la casa amenazándola e insultándola diciéndola que era una “negra fea”.

Tuvieron un forcejeo en el que ella intentó quitarle el arma, “taponándole la boca a la vez para que se callara y no le insultara, que le apretó la boca y la nariz”, pero aseguró que no quería “hacerle daño a Gabriel ni a nadie”. Pasado un rato se dio cuenta que ya no respiraba.

Aprovechó su último turno de palabra para pedir perdón a los padres del niño y a su propia madre. “Quiero pedir perdón a mi hija y a mi familia, y a todo el que se haya podido sentir mal por lo que hice”, dijo entre lágrimas ante el tribunal.

La sentencia final

El jurado popular responsable del juicio acabó declarándola culpable del asesinato y el juez de la Audiencia de Almería le impuso la pena más alta posible, la prisión permanente revisable. Así se convirtió en la primera mujer en recibir esta pena en España. El fallo fue más tarde ratificado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y confirmada por el Tribunal Supremo.

De esta manera quedó probado que Gabriel había accedido la tarde del 27 de febrero de 2018 a quedar con Quezada en la finca familiar de Rodalquilar donde, “consciente de su superioridad” con respecto al niño por la diferencia de edad y de complexión, le provocó la muerte de manera “intencionada, súbita y repentina”.

“La acusada aprovechó, por un lado, la inferioridad física de la víctima y, por otro, preparó un modo de ejecución de su plan criminal que neutralizaba la eventual defensa natural de un niño de ocho años”, explica la sentencia y añade que “neutralizó las escasas defensas de la víctima” por lo que se impone la prisión permanente revisable.

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