Hay películas que por más que se esfuercen en ser respetuosas con los hechos que retratan siempre pueden herir la sensibilidad del espectador de alguna manera. Y hay hechos que, por lo cruentos que son, al ser llevados a la pantallas o siquiera recordados pueden causar más de un escalofrío. Es lo que sucede con el Genocidio de Ruanda, la matanza que tuvo lugar en el país africano en 1994 y que se llevó por delante la vida de dos tercios de la población tutsi. Una tragedia sin precedentes que, más de 30 años después de aquella tragedia, rescata una película. Pero de una forma algo diferente a lo que el cine nos tiene acostumbrados.
Lejos de espectacularizar o dramatizar el relato, Hate Songs ha llegado a nuestros cines para proponer una manera alternativa de acercarse a la tragedia: desde el diálogo. A través de un dispositivo inusual, pero efectivo, como el del relato radiofónico, la película junta a tres personas de orígenes distintos, pero relacionadas de alguna forma con el genocidio. Una actriz de origen tutsi, un actor de origen hutu y un locutor de radio belga que se encarga de gestionar esta reconstrucción de los hechos acontecidos desde el 6 de abril de 1994 en la Radio Télévision Libre des Mille Collines (Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, RTLM). Precisamente el lugar escogido para revivir esta historia 30 años después.
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“Es una historia que siempre me impactó mucho, desde la primera vez que oí hablar de ella. Tengo un recuerdo muy lejano de cuando era pequeño, pero oí hablar de la radio y me interesó mucho la historia de cómo un medio de comunicación tan pequeño puede puede ser tan peligroso, ¿no? Permitía de alguna forma hablar de la fuerza de los medios y del peligro de la manipulación y los discursos de odio”, cuenta Alejo Levis, director de Hate Songs, quien se rodeó de los actores Álex Brandemühl, Nansi Nsue y Boré Buika para reconstruir ese estudio de radio y, con él, una historia ficticia pero con ecos de una realidad pasada, la que vivió en sus propias carnes viaje a Ruanda mediante.
“Todas las historias y anécdotas, incluso detalles que hay en el guion, los saqué de las cosas que me contaron. Y es así porque de alguna forma fui con pies de plomo también a la hora de escribir. Vine con mucha responsabilidad de Ruanda. De golpe era como ‘bueno, ahora me estoy metiendo en la historia de esta gente’, y eso hace que tengas que tengas que ser muy cuidadoso con lo que dices y cómo lo dices”, explica Levis, quien asegura que se sometió a un laborioso proceso de documentación para el proyecto. “El trabajo de documentación fue clave para crear todas las tramas, todos los backgrounds de personajes, las anécdotas que aparecen. No hay nada 100% inventado. He cogido y hecho el puzzle en base un poco a la estructura de la película para generar tensión, para que se construya un thriller alrededor de de esos personajes. Pero todo está basado en la realidad”, aclara.
Como bien señala el autor de otras películas como Todo parecía perfecto o No quiero perderte nunca, el dispositivo clave para hilvanar esta historia de perdón y reconciliación no es otro que el del thriller. Como toda película que se desarrolla en una única localización y espacio temporal, la puesta en escena ayuda a hacer que la tensión y el misterio por saber qué oculta cada personaje vayan in crescendo, mientras que el espectador también va reconstruyendo la historia de lo que ocurrió aquella noche. Ahí entra con fuerza el personaje de Álex Brandemühl, un belga con una deuda a saldar en lo personal pero que también se puede extrapolar en lo político al ciudadano occidental, señalando a esa vieja Europa que de alguna manera arrastraba el conflicto desde el colonialismo y que luego decidió apartar la mirada mientras transcurría la tragedia.
“Álex (Brandemühl) sentía que tenía el peso de llevar a los espectadores europeos, digamos, a través de la historia, porque sí que hay una visión muy crítica con el papel de Europa en el conflicto de Ruanda. Pero no ya solo de Ruanda, sino también con esos países colonialistas que tuvieron una responsabilidad y siguen teniendo ahora respecto a las consecuencias del mismo. Álex sentía que su personaje es el símbolo de eso”, reconoce Levis, quien señala también la coincidencia en el tiempo de una película así con la actualidad internacional. “En el momento en el que empezamos a trabajar, no había estallado el conflicto de Gaza, pero sí Ucrania. Y lo curioso es que ahora, de golpe nos damos cuenta de que estamos un poco en las mismas. Que hasta hace poco Europa, Estados Unidos y demás, estábamos haciendo la vista gorda, sin preguntarnos si eso era un genocidio o no”, reflexiona el realizador.
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Ante todo, Hate Songs es una película que reflexiona sobre el poder de los medios de comunicación en situaciones de este calibre, además de un ejercicio de memoria histórica del que bien podrían aprender otros países. “Me sorprendió cuando fui a Ruanda el trabajo de memoria histórica que hacen, que es muy distinto al de aquí en España. De hecho, lo de la radionovela está basado también en una radioserie, una ficción sonora que emitieron cuando se cumplían diez años, era bastante más reciente el genocidio. Y dentro de este plan de perdón y unidad, pensaron que era una buena idea hacer una radionovela que de alguna forma buscara la reconciliación”. A pesar de todo, Levis cree que sí se están haciendo en España obras y acercamientos de reconciliación, aunque no sean de la misma forma.
“A nosotros nos ha ayudado mucho la ficción hecha alrededor de nuestra historia reciente, de la Guerra Civil, es algo que yo creo que ha servido para entendernos más y por lo tanto no machacarnos, no juzgarnos, no decir hay buenos y malos”, apunta Levis, quien menciona por última vez su experiencia en Ruanda como paradigma. “Allí te vas al Museo del Genocidio y te están hablando de dónde viene la diferenciación entre hutus y tutsis. Empiezan a explicarte desde tiempos atrás de dónde viene todo y cómo han llegado a ese grado de locura colectiva, de forma que puedas, de alguna forma, no sé si perdonar, pero entender, al menos entender y pensar que no estás olvidando sino aprendiendo, allí no hay voluntad ninguna de olvidar. Ruanda ha conseguido frenar una rueda del odio que llevaba tiempo arrastrando y que parece irrefrenable en otros sitios como Palestina, por ejemplo”, concluye Levis. ¿Puede estar en el cine y los otros medios de comunicación la condena, pero también la salvación? Hate Songs parece creer en lo segundo.