“En el colegio me llaman gorda y repugnante”; “en aquella época sufrí acoso escolar en el colegio que me generó miedos irracionales, ansiedad, siempre he tenido algo, lloraba de forma constante y no quería ver a nadie”; “me llamaban vaca, que tenía que adelgazar y cosas así. Desde ese momento comencé a tener ideaciones suicidas, varios intentos y un trastorno de alimentación...”. Son algunas declaraciones de adolescentes y preadolescentes de entre 12 y 16 años que recoge la Fundación ANAR en su informe Conducta suicida y salud mental en la infancia y la adolescencia en España (2012-2022), según su propio testimonio, donde detallan que entre todas las violencias que sufren los niños y adolescentes con ideación suicida, la principal es el acoso escolar y el ciberbullying (21,4%).
En España, la percepción de los estudiantes de Primaria y Secundaria sobre el maltrato en las aulas se sitúa en los niveles más bajos de los últimos ocho años: un 11,8 % percibe que en su clase hay alguien que sufre bullying, frente al 24,4% del curso anterior. Sin embargo, más de la mitad de los docentes encuestados (53,9%) han tenido conocimiento de algún caso de acoso escolar o ciberacoso en su colegio, una cifra que se sitúa ocho puntos por encima que en el anterior curso, según los datos del informe La opinión de los estudiantes que se publicaba a principios de curso.
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Detrás de las cifras, hay miles de niños y niñas que sufren en la escuela y que, en muchos casos, no piden ayuda. 1 de cada 3 nunca se lo cuenta a nadie, por miedo o para no preocupar a sus familiares. Las víctimas que lo cuentan, sobre todo recurren a la madre (77,6%), amistades (72,7%); el padre (63%) y al profesorado (el 52,4%), según el I Estudio sobre el acoso escolar y el ciberacoso en España en la infancia y la adolescencia de la Fundación ColaCao y la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, tienen otro recurso al que pueden acudir para pedir ayuda. La Fundación ANAR tiene a disposición de los menores el teléfono 900 20 20 10 al que pueden llamar de forma completamente confidencial para contar la situación que están atravesando.
A las altas cifras de menores que no piden ayuda, se suma una problemática: hay niños que sufren acoso pero no saben identificarlo. Lo explica Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de ANAR, que cuenta que de las 18.893 llamadas que recibieron en 2023, 5.755 tenían que ver como motivo principal o secundario con el acoso escolar. “Es muy habitual la normalización de distintas violencias, como por ejemplo los insultos diarios, los motes, el burlarse de él o de su propia familia. Todo eso, digamos, se va normalizando hasta que la situación se vuelve insostenible y el menor de edad emocionalmente lo está pasando muy mal. Es cuando suele llamar, pero no porque identifique claramente en todas las ocasiones que eso es un acoso escolar”. En muchas ocasiones no saben que es lo que están sufriendo hasta que se añade el factor de la violencia física, en ese caso lo ven con claridad.
Cuando los menores llaman, cuenta Díaz, “normalmente se lleva gestando el problema meses, incluso a veces pasa de curso a curso”. Por eso, recalca la importancia de formar a los profesores y a los menores, para que sepan identificar los casos y se les empiece a poner soluciones lo antes posible. ANAR organiza cursos y talleres en los centros educativos para sensibilizar a todos sus miembros, porque, recuerda, “un niño no sabe, una niña no sabe hasta que alguien se lo explica”.
Cómo puede un niño identificar que sufre acoso
Toda forma de maltrato o violencia física, verbal, psicológica, incluso sexual, que se produzca entre alumnos de forma reiterada y a lo largo del tiempo es acoso. Son situaciones, acciones, conductas en las que puede haber uno o varios acosadores del centro educativo que insultan, amenazan, chantajean, difunden rumores, rompen el material del otro compañero, lo ignoran y aíslan de manera intencionada, sistemática y prolongada en el tiempo. Todas estas formas de violencia lleva implícito una desigualdad de poder. Un desequilibrio puede ser en algún nivel de fuerza a nivel físico, a nivel psicológico, a nivel social, del acosador frente a la víctima que es la víctima, claro, se encuentra en situación de sometimiento.
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Cuando sufre todo esto, la víctima tiene sentimientos de indefensión, de sumisión, de inferioridad. Por eso, cuanto antes se perciba y se denuncie la situación, menos crónico va a ser y menor gravedad tendrá el desenlace.
Cómo deben actuar los padres
“Cuando nos llama un padre que normalmente tiene dudas también o ya está dando pasos en el centro escolar y está como a ver, tiene normalmente no una situación de mucha preocupación, como es normal porque el caso se resuelva y bueno, pues entender no? Es importantísimo entender que qué pasos da el centro para resolver la situación y demás. Entonces el padre o madre normalmente llama en situación de angustia y necesidad de información y de aclarar la situación y de seguir los pasos adecuados para que bueno, pues efectivamente tenga éxito esa petición de ayuda”, explica Díaz, que señala que uno de los primeros pasos es que los tutores establezca una dinámica de comunicación y de confianza y que pongan al centro en conocimiento de lo que está pasando para que adoptar todas las medidas necesarias.
“Como familia, por supuesto, tenemos que ser conscientes de que si nuestro hijo está sufriendo cualquier episodio de este tipo, es importante que sea evaluado por un profesional de la de la psicología, que puedan evaluar también si existe algún daño y el tratamiento más adecuado y para también con la finalidad de empoderar, de trabajar en autoestima, en habilidades sociales, en reforzar esa eh, esa parte individual”, señala. También es importante que los padres mantengan un tono sereno y que transmitan a sus hijos que se están llevando a cabo los trámites necesarios para que la situación de acoso termine y que les incluyan en el proceso como parte de la solución” para pedir su opinión, para empoderarle, para que sea parte implicada”.
Otra de las claves es centrarse en los niños que acosan al resto. Hay que trabajar con él para conocer de dónde vienen las actitudes violentas, porque se aprenden, y para hacerle comprender que lo que hace es dañino.