No es el único proceso de descolonización pendiente en el mundo, pero el del Sáhara Occidental es el más importante, tanto por la envergadura económica como por la propia extensión del territorio. Situado en la costa noroeste de África, rico en recursos naturales y con una superficie de más de 260.000 kilómetros cuadrados, el Sáhara Occidental fue una colonia española desde mediados del siglo XIX y llegó a ser una provincia más, la número 53, entre 1958 y 1975, año en el que España se retiró del territorio sin haber convocado un referéndum de independencia. Desde entonces, y ya son casi 50 años, es objeto de disputa entre Marruecos, que lo ocupó, y el Frente Polisario, que reclama su independencia con el apoyo de Argelia.
Fue el 14 de noviembre de 1975, apenas unos días antes de la muerte de Franco, cuando España cedió el Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania en el acuerdo tripartito de Madrid y tras la ocupación marroquí con la Marcha Verde de más de 350.000 civiles enviados por el rey Hassan II. El acuerdo no fue aceptado por el Frente Polisario, que proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en 1976 y entró en guerra con ambos países. Tres años más tarde, en 1979, Mauritania retiró sus tropas, pero el conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario continuó hasta 1991, cuando se alcanzó un alto el fuego que implicaba la creación de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (Minurso), aunque la consulta nunca se llevó a cabo.
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De hecho, desde 2007 el Gobierno marroquí ya no acepta la propuesta del referendo de autodeterminación, sino que apuesta por un régimen de autonomía del Sáhara Occidental dentro de Marruecos como salida al conflicto, lo que supone delegar en el territorio una serie de competencias administrativas, jurídicas y judiciales propias, y facultades en el ámbito económico, tributario, de infraestructuras, cultural y social.
En esos 16 años de conflicto, Marruecos fue ocupando el Sáhara Occidental y a día de hoy controla el 80% del territorio, mientras que el Frente Polisario gestiona el 20% restante. A consecuencia de la ocupación marroquí, buena parte de la población saharaui huyó a Argelia, a la provincia de Tinduf, donde a día de hoy viven en campamentos de refugiados unas 170.000 personas que siguen esperando un referéndum que, de momento, no llega.
El apoyo de España a Marruecos
España, por su parte, durante muchos años defendió las resoluciones de la ONU para la celebración de un referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental, pero en 2022 el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, envió una carta al rey Mohamed VI en la que apoyaba el proyecto marroquí de autonomía para este territorio, sumándose así al respaldo de Estados Unidos.
“Afrontamos este nuevo periodo con la determinación de abordar conjuntamente los desafíos comunes, en particular queremos reforzar la cooperación de la gestión de los flujos migratorios en el Mediterráneo y en el Atlántico, actuando siempre con un espíritu de total cooperación”, explicó entonces el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que consideró la propuesta marroquí como la “más seria, realista y creíble”.
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El Frente Polisario, sin embargo, calificó de “traición” ese cambio de postura de España y afirmó que de esa manera había cedido “al sucio chantaje marroquí”. “La continuación por parte del Estado español de la política encaminada a eludir sus obligaciones como potencia administradora ha fracasado y conducirá inevitablemente a un continuo deterioro de la situación general a nivel de las relaciones bilaterales entre los países y pueblos a ambos lados del Mediterráneo, así como en materia de estabilidad y seguridad en toda la región”, señaló la RASD en un comunicado.
En opinión de Juan Soroeta, profesor de Derecho Internacional en la Universidad del País Vasco, “en realidad España no dio un giro en 2022″ con la carta enviada a Rabat, sino que, con esa postura de “neutralidad activa” en el marco de la ONU, “lo único que ha hecho ha sido apoyar la ocupación marroquí”, indica a Infobae, al tiempo que critica que España siga “rindiendo pleitesía a una monarquía medieval” como la que representa Mohamed VI, decimoctavo monarca de la dinastía alauí. La postura de España, añade, responde al “chantaje migratorio y la amenaza constante” de Marruecos con la apertura de fronteras, pues no es la primera vez que el reino alauita utiliza la migración como herramienta de presión para lograr sus intereses económicos y políticos.
Sin embargo, para Carlos Ruiz, catedrático de Derecho Constitucional y director del Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), aunque España se haya mantenido neutral en el sentido de que en un eventual referéndum “no iba a favorecer ninguna de las dos opciones”, considera que sí ha habido un giro en la política exterior con la carta enviada a Marruecos hace dos años, pues apoya la propuesta de autonomía de Marruecos. Ruiz, de hecho, considera que esa carta “ni siquiera está escrita por el Gobierno español, sino por los propios marroquíes”, porque así lo demuestran, según indica, detalles como algunos “giros lingüísticos y errores que no cometería alguien español” al escribirlo.
Tras casi cinco décadas de conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario, por su parte Soroeta también recuerda que “el paso del tiempo no es un argumento para consolidar una situación que constituye una violación grave del derecho internacional como es la ocupación de un territorio”, y señala que no solo es la población saharaui refugiada en los campamentos de Tinduf la que vive en duras condiciones bajo un clima extremo y acceso limitado a agua y saneamiento, sino también aquella que “sigue viviendo bajo la ocupación militar, porque sufren violaciones de derechos humanos, desapariciones y torturas a diario”.
No es solo un desierto
Más allá de la reclamación histórica, el Sáhara Occidental, con 1.100 kilómetros de costa atlántica, es un territorio rico en recursos naturales y posee una de las minas de fosfatos más grandes del mundo, además de importantes bancos de pesca y yacimientos de petróleo. Es además el único territorio del continente africano cuyo estatuto post-colonial no ha sido solucionado. “De las 17 colonias que aún quedan en el mundo, ninguna tiene la entidad del Sáhara Occidental, que además de ser la más extensa, también tiene una importancia económica mayor que el resto”, añade Ruiz.
El docente asegura que, de momento, la solución del conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario queda lejos, si bien indica que, ante la falta de referéndum de autodeterminación, una vía alternativa podría ser la partición del territorio, “donde hubiera un mutuo reconocimiento”. “Nunca se sabe, pero no tiene aspecto de una pronta solución. Es un tema que depende mucho de las presiones exteriores, porque la ocupación de Marruecos fue posible precisamente por los apoyos [sobre todo de EEUU] que tuvo en su momento, sin ellos no habría podido mantenerla”.
A día de hoy, la República Árabe Saharaui Democrática es reconocida por 80 países y la Unión Africana.
Festival de cine en los campamentos de refugiados
A lo largo de esta semana, del 29 de abril al 6 de mayo, el Festival Internacional de Cine del Sáhara Occidental (FiSahara) celebrará su edición número 18 en los campamentos de refugiados de Ausserd, bajo el lema “Nuestra jaima en el cine: Resistir es Vencer”, con el objetivo de establecer nuevas relaciones y vínculos entre artistas, cineastas y activistas saharauis y sus homólogos en otros países y regiones, e Infobae viajará hasta allí. La jaima, la tienda de campaña de los pueblos nómadas del norte de África y prohibida por Marruecos en el Sáhara ocupado, es también “un símbolo de resistencia cultural e identitaria saharaui”, explica María Carrión, directora ejecutiva del certamen, que añade que esta edición “celebra las luchas de resistencia que se transmiten de generación en generación, que no se rinden”.