El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecerá este lunes para anunciar su decisión tras cinco días de reflexión. El dirigente del PSOE acabará con la incertidumbre sobre su futuro y dirá si renuncia o no a la jefatura del Ejecutivo, tal como informó el pasado miércoles a través de una “carta a la ciudadanía”. A lo largo de estos días, ha habido tantas especulaciones como escenarios posibles, pero haga lo que haga, su decisión pasará a la historia para mal de unos y consuelo de otros.
El líder del Gobierno llegó a la Moncloa el 1 de junio de 2018 tras ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy, la primera de la historia en prosperar. Y, tras sumar muchos capítulos inéditos a su manual de resistencia -desde ser defenestrado en su partido, pero regresar en 2017, hasta el vuelco electoral del 23 de julio-, está a las puertas de ponerle punto seguido o sellar el fin al frente del Ejecutivo.
Te puede interesar: El Gobierno y el PSOE se conjuran para que Sánchez continúe al frente del Gobierno: “Claro que vale la pena, Pedro”
Tanto en el partido como en el Gobierno coinciden en que su decisión es “personal”, pero no por ello han dejado de insuflarle ánimo estos días con el fin de traspasar las paredes del Palacio de la Moncloa, donde Sánchez ha estado arropado por su familia. El Comité Federal del PSOE del pasado sábado fue su máximo exponente. El cónclave socialista sirvió para que dirigentes y militantes cerraran filas con el presidente, desbordando la calle Ferraz con gritos como “Pedro, quédate”, “Pedro, no estás solo” o “Frente al fascismo, democracia”.
Pero la “energía positiva”, como apuntó la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, no solo ha salido del PSOE. El apoyo político expresado abarca desde dirigentes del socio minoritario de la coalición, Sumar, hasta el resto de socios parlamentarios (Podemos, EH Bildu, PNV, ERC o BNG). Los ánimos y las denuncias al “acoso” sobre políticos de izquierdas se han topado con el rechazo de PP, Vox y Junts, que reducen la situación del presidente a una mera “estrategia política”.
Cuatro escenarios
La fecha límite planteada por el propio Sánchez llega con muchas incógnitas y una sola certeza. Más allá de lo que suceda, el 29 de abril de 2024 pasará a la historia por ser la fecha en la que un presidente del Gobierno anunció que continuaba al frente del Gobierno o que se iba tras solicitar un retiro temporal para analizar su decisión. A partir de aquí, ¿qué escenarios hay? Si opta por la dimisión, se cumplirá el peor de los presagios para la izquierda, que ve en su situación “una amenaza para la democracia”, como aseveró la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz.
De hacerlo, sería el segundo presidente de España que presenta su dimisión. El único antecedente es Adolfo Suárez, que hizo lo propio el 29 de enero de 1981 a través de una comparecencia emitida en televisión. “Presento irrevocablemente mi dimisión como presidente del Gobierno”, proclamó el exlíder de UCD, acorralado por la oposición ejercida por el socialista Felipe González, pero también por los “ruidos de sables” previos al intento de golpe de Estado del 23-F, y las divisiones en el seno de su propio partido.
Te puede interesar: La causa judicial contra Begoña Gómez que desembocó en un escenario insólito en democracia: Sánchez, ante sus horas más decisivas
En el caso de Sánchez, la situación que le ha llevado a responder a la pregunta de si “merece la pena” seguir al frente de la Moncloa deriva de la “estrategia de acoso y derribo” que lleva meses perpetrándose contra su figura, salpicando a su familia y, especialmente, a su talón de Aquiles, su mujer, Begoña Gómez. Según explicó en la inédita misiva publicada el pasado miércoles, “se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal, atacando a mi esposa”.
“No me sorprende la sobreactuación del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal. En este atropello tan grave como burdo, ambos son colaboradores necesarios junto a una galaxia digital ultraderechista y la organización Manos Limpias”, subrayó, acerca de la causa judicial contra Begoña Gómez, la gota que colmó el vaso para dar el paso de amagar con dimitir. Antes de tomar una decisión, elevó la voz contra “la coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que no toleran la realidad de España, que no aceptan el veredicto de las urnas, y que están dispuestos a esparcir fango”.
Otros escenarios
En ningún caso, la pérdida de apoyo parlamentario estaría detrás de una posible dimisión. Por eso, el escenario de plantear una cuestión de confianza si decide continuar al frente del Gobierno no está entre las opciones más realistas que se han planteado hasta la fecha. Adolfo Suárez y Felipe González echaron mano de esta herramienta política, en 1980 y 1990, respectivamente, pero para someter a debate y votación unas determinadas medidas. En el caso del primero, para impulsar un plan de austeridad y desarrollar el Estado de las Autonomías, y en el caso del dirigente socialista, para desarrollar la economía competitiva en el marco de la UE y avanzar en la cuestión de las autonomías.
En caso de dimitir, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, se convertiría en presidenta en funciones. Esta acción activaría una ronda de consultas del rey para designar a un candidato, que posteriormente sería sometido a votación en el Congreso. Otra opción sería decretar el adelanto electoral, pero la convocatoria no podría ser antes del 29 de mayo, cuando pase un año de la última disolución de las Cortes. La fecha de las elecciones tendría que ser 54 días después de la disolución de las Cortes (como pronto, el 23 de julio).
Y, por supuesto, el escenario deseado por el Gobierno, los partidos que lo forman y sus aliados parlamentarios (los partidos nacionalistas e independentistas) es que Sánchez decida quedarse para hacer frente desde las instituciones a esa estrategia de confrontación de la derecha y la ultraderecha, así como desarrollar el proyecto del Gobierno y los pactos de investidura. Pero esa decisión solo depende de él.