Un ingeniero y antiguo piloto de la NASA interpretado por Matthew McConaughey en la película Interstellar se embarcaba en un viaje espacial con el objetivo de encontrar un nuevo planeta para garantizar el futuro de la raza humana y, a su regreso a la Tierra, los años apenas habían hecho mella en él. La realidad, sin embargo, nada tiene que ver con la cinta de Christopher Nolan, pues quienes viajan al espacio no solo están más expuestos a sufrir un envejecimiento prematuro, sino que al abandonar la atmósfera afrontan otros muchos riesgos para la salud.
A corto plazo, los problemas que experimentan los astronautas en el espacio se deben, sobre todo, a la ingravidez. Los mareos y la desorientación son muy frecuentes, ya que los otolitos, unas piedras presentes en el sistema vestibular del oído, “se alteran y eso puede producir una sensación de inestabilidad constante”, explica a Infobae el presidente de la Sociedad Española de Neurología, Jesús Porta-Etessam. La falta de gravedad también causa alteraciones en el globo ocular, lo que empeora la visión, además de debilitar músculos y huesos.
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Los viajes espaciales de tiempo prolongado también afectan al cerebro, tal y como confirmó en 2021 un estudio de la universidad de Gothenburg, en Suecia, tras analizar la sangre de cinco cosmonautas rusos que pasaron casi medio año en la Estación Espacial Internacional. “Con el estado de ingravidez se cambia la dinámica de fluidos, tanto del líquido cefalorraquídeo como el de distribución de la sangre, y se produce un aumento de la presión dentro de la cabeza, lo que en términos médicos se denomina hipertensión intracraneal, que suele ser discreta, pero es real”, señala Porta-Etessam. El volumen del cerebro de un astronauta, añade, puede disminuir hasta un 3%.
Expuestos a radiación espacial
Debido a esas nuevas condiciones, los astronautas también sufren alteraciones en la sustancia blanca del cerebro, la que contiene los axones neuronales que transportan los impulsos nerviosos, y están relacionadas con la disfunción del sistema glinfático, que elimina las partículas tóxicas. “A largo plazo corren el riesgo de padecer una enfermedad neurodegenerativa, y como están expuestos a radiación espacial, pueden tener un envejecimiento más prematuro y tumores cerebrales”, aclara Porta-Etessam. Cabe señalar que en la Tierra también estamos expuestos a radiación, pero a niveles mucho más bajos porque el campo magnético y la atmósfera del planeta actúan como barrera de protección, mientras que los astronautas, según explica la Agencia Espacial Europea (ESA), reciben dosis 250 veces más altas.
Por otro lado, el cerebro también queda afectado en los vuelos espaciales por el aislamiento sensorial y la escasa comunicación, por lo que también son frecuentes los cambios de humor, trastornos de ansiedad, estrés y alteraciones del sueño. Es lógico, por tanto, que los astronautas “pasen por un estricto proceso de selección”, recuerda el neurólogo.
Pablo Álvarez, tercer español en viajar al espacio
Ese complicado proceso de selección es el que superó el ingeniero aeronáutico Pablo Álvarez (León, 1988), que esta misma semana se ha graduado en el Centro de Astronautas de la ESA en Colonia, Alemania, convirtiéndose así en el tercer español que irá al espacio después de Pedro Duque y Miguel López-Alegría.
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Álvarez, que fue uno de los nuevos cinco astronautas que fueron seleccionados entre 22.500 candidatos en 2022, junto a una reserva de otras 12 personas, entre las que se encuentra la española Sara García, ha recibido durante este último año en Alemania la formación básica, lo cual ha incluido lecciones de astronomía, astrofísica y meteorología, temas esenciales “para la navegación de las misiones espaciales y la comprensión de los patrones meteorológicos que afectan a los lanzamientos y aterrizajes de las naves espaciales”, según informa la ESA.
Los futuros astronautas, que se expondrán igualmente a los peligros de los viajes interplanetarios, también han recibido formación en supervivencia en el agua, en condiciones de frío extremo y en extinción de incendios con el objetivo de que puedan afrontar emergencias de forma eficaz y han aprendido a entender cómo responden sus cuerpos en el espacio y cómo mitigar esos efectos.
Tras la certificación, indica la ESA, los astronautas pasarán a las siguientes fases de entrenamiento previo a la asignación y específico de la misión, que se basará en los conocimientos previos y se adaptará a sus futuras misiones a la Estación Espacial Internacional. Hasta que se les asigne su misión de vuelo espacial y pasen a las siguientes fases de formación, los nuevos astronautas participarán en tareas operativas dentro de la agencia. También se someterán a sesiones de formación de refuerzo y participarán en actividades de educación y divulgación.