La religión y el cine de terror siempre han estado estrechamente relacionados, ya sea por las creencias y leyendas populares, o por la propia iconografía en la que se mezclan los crucifijos, la sangre, el dolor y la culpa.
La lucha entre el bien y el mal, entre lo sagrado y lo blasfemo ha formado parte sustancial del cine de terror desde películas como Häxan. La brujería a través de los tiempos (1922), hasta la mítica El exorcista (1973). Pero, en los últimos tiempos, sobre todo a partir de la aparición de La monja, se ha revitalizado un subgénero que parecía olvidado y que, sobre todo, se encargó de revestir de espíritu erótico el espacio de los conventos y los hábitos de las religiosas.
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Religión, erotismo y demonios
Una de las primeras muestras de esta categoría fue Madre Juana de los Ángeles (1961), dirigida por el polaco Jerzy Kawalerowicz, en la que una profesa era sometida a una serie de exorcismos después de que supuestamente fuera poseída por varios demonios.
Le seguirían películas fundamentales como Los demonios (1971), de Ken Russell, basada en una obra de Aldous Huxley y protagonizada por Vanessa Redgrave. En Japón surgirían obras tan controvertidas como Convent of the Sacred Beast (1974), de Norifumi Suzuki, y toda una serie de delirios ‘trash’ en Europa.
Esa tendencia, conocida como el Nunsploitation, vuelve a revivir con fuerza gracias a Immaculate, la película protagonizada (y producida) por Sydney Sweeney que se ha convertido en una obra de culto casi instantánea gracias a su capacidad para conectar con los referentes directos del género y darles un nuevo sentido contemporáneo sin perder un ápice de sus dosis subversivas.
Recuperación de un subgénero sacrílego
En Immaculate, la actriz se mete en la piel de la hermana Cecilia, una joven que casi pierde la vida en un episodio de su infancia y que, precisamente por eso, piensa que Dios la salvó para algo. Irá a parar a un convento de la campiña italiana en apariencia idílico, pero repleto de secretos de lo más oscuros y perturbadores.
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El director Michel Mohan recupera buena parte de los ambientes de esa Nunsploitation, mezclándolos con los del ‘giallo’ de Lucio Fulci componiendo una atmósfera en la que late lo erótico y lo macabro, en la que hay catacumbas, monjas asesinas, doctores locos y muchas dosis de fanatismo.
Y todo a través de esta novicia que, sin haber cometido el ‘pecado de la carne’, quedará embarazada como si se tratara de una nueva Virgen María, razón por la que muchos la han considerado anticristiana, blasfema e incluso pro-abortista, unas ‘quotes’ utilizadas por la propia distribuidora para promocionar la película de manera diferente.
Nuevos referentes feministas
En los últimos años hemos asistido a una recuperación de estas referencias para darles la vuelta, adecuarlas a los nuevos tiempos desde una perspectiva feminista para hablar de misoginia, de los derechos de las mujeres o la reivindicación de sus cuerpos frente a la represión patriarcal.
Al igual que los ritos reproductivos aviesos que aparecen en Immaculate nos podrían llevar desde La semilla del diablo a El cuento de la criada, otras películas recientes como Hermana Muerte, de Paco Plaza, también han utilizado este ecosistema místico para hablar de la violencia contra la mujeres.
Hace un par de semanas se estrenó el ‘remake’ de La profecía, titulado La primera profecía, con un esquema narrativo muy similar al de Immaculate: novicias que llegan a Italia, embarazos inesperados de entes y una parafernalia visual análoga.
Para completar este pequeño repaso, no hay que olvidar el acercamiento que hizo Paul Verhoeven con Benedetta, hasta el momento su última película, en la que se ponía de manifiesto la locura de la Inquisición y la corrupción del clero a la hora de juzgar la sexualidad y el deseo de las mujeres desde su habitual chispa irreverente.