Hace poco que España volvió a atravesar un episodio de presencia de polvo en suspensión llegado del desierto de Sáhara. En los últimos años, este fenómeno se ha dado con más frecuencia que en los anteriores, según un estudio en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha registrado las tormentas de polvo sahariano que azotaron el oeste euromediterráneo entre 2020 y 2022. “Antes del periodo estudiado, las intrusiones invernales de polvo en el oeste euromediterráneo era muy baja e irregular. Era común observar periodos de varios años consecutivos sin ninguna intrusión de polvo”, explica Emilio Cuevas-Agulló, investigador del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña y autor principal del trabajo.
Mediante información de satélite (disponible desde 2003) y reanálisis atmosféricos, el personal investigador ha demostrado que los inviernos (de febrero a marzo) de 2020 a 2022 fueron excepcionales en términos de frecuencia, duración e intensidad de los eventos de intrusiones de polvo africano en comparación con el periodo histórico entre 2003 y 2019.
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Pero, ¿a qué se debe este aumento? El estudio ha revelado que más del 50% de los eventos de polvo que afectaron al Mediterráneo occidental durante los inviernos de 2003 a 2019 estuvieron asociados a Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANAs) entre las islas Canarias y la península ibérica. Este porcentaje es mayor que el registrado durante los eventos del Mediterráneo central y oriental. Se ha comprobado que dichas DANAs se ven desplazadas hacia la región subtropical por la acción de un sistema de alta presión sobre las latitudes medias del sector euroatlántico, que bloquea el cinturón de vientos del oeste y causa un desplazamiento hacia el polo del chorro polar.
La definición oficial de la Aemet de DANA es: “Una depresión cerrada en altura que se ha aislado y separado completamente de la circulación asociada al chorro, y que se mueve independientemente de tal flujo llegando, a veces, a ser estacionaria”. En otras palabras, algo más comprensibles, una DANA es una corriente de vientos muy intensa que se forma al desgajarse de un chorro polar. Es una especie de bolsa de aire frío rodeada por aire más cálido que se puede desplazar.
“Los episodios de polvo intenso durante los inviernos de 2020 a 2022 se produjeron bajo dos configuraciones diferenciadas”, explica David Barriopedro, investigador del Instituto de Geociencias (IGEO-CSIC-UCM) y coautor del estudio. “La primera representa una intensificación de las condiciones climatológicamente favorables para intrusiones de polvo (sistemas de bloqueo en latitudes medias y desplazamiento del chorro hacia los polos). La segunda, mucho más inusual, ocurre bajo estructuras de alta presión en forma de dorsal subtropical, que favorecen una intensificación del chorro en latitudes medias en lugar de su migración hacia los polos”, añade Barriopedro.
El estudio supone un avance hacia la comprensión de los episodios invernales de polvo en el oeste euromediterráneo y sus patrones atmosféricos, que hasta ahora no se habían evaluado en profundidad. “Investigar estos eventos es clave en el contexto actual de cambio climático si se tiene en cuenta la frecuencia inusual de episodios de polvo durante los últimos inviernos y los impactos asociados en la calidad del aire: reducción de visibilidad, problemas respiratorios, etc.”, afirma Sara Basart, coautora del artículo que trabaja en el Barcelona Supercomputing Center y la Organización Meteorológica Mundial.
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Dos episodios de calima invernal en dos años
De hecho, la tendencia parece mantenerse. Cuevas-Agulló señala que “en los inviernos de 2023 y 2024 se han producido otras dos intrusiones de polvo que cumplen los requisitos de eventos intensos establecidos en el estudio. En ambos casos, se identificó una DANA entre Canarias y la península ibérica, acompañada de dorsales subtropicales, lo que se corresponde con los patrones atmosféricos descritos en el artículo”.
El personal investigador destaca que conocer estos eventos es clave dada su excepcional frecuencia y el impacto que tienen sobre la calidad del aire. El trabajo, liderado por el Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), se ha publicado en la revista Atmospheric Chemistry and Physics.