Abraham Jiménez Enoa, periodista cubano exiliado en Barcelona: “Decir que España es una dictadura es una imbecilidad, una falta de respeto”

El también escritor habla con ‘Infobae España’ sobre su última novela, ‘Aterrizar en el mundo’, donde desgrana las dificultades que ha tenido para ejercer su trabajo en Cuba y cómo la crisis se ha agravado en la isla. También cuenta cómo desde que llegó a España hace dos años ha sufrido el racismo casi cada día

Abraham Jiménez Enoa en Barcelona. (Cedida)

Como periodista independiente cubano, la vida de Abraham Jiménez Enoa (La Habana, 1988) no ha sido sencilla, especialmente entre 2016 y 2021, tiempo en el que las autoridades del país retuvieron su pasaporte como castigo a haber expresado su opinión sobre el Gobierno en diferentes medios de comunicación, entre ellos The Washington Post, y haber contado la grave crisis económica y energética que vive la isla. Durante esos años sufrió arrestos domiciliarios, interrogatorios arbitarios y amenazas por parte del Gobierno, mientras que sus familiares y amigos también fueron acosados. A principios de 2022, una llamada telefónica cambió su vida: las autoridades le “invitaban” a salir del país: era eso o la cárcel, así que eligió la primera opción y se exilió a Barcelona, donde vive desde entonces.

Nunca antes había salido de Cuba, así que su llegada a España tampoco fue fácil. De hecho, aún está aprendiendo a vivir en un mundo desconocido, en un sistema capitalista con otras lógicas, y tratando de lidiar con algo que no esperaba que se iba a encontrar: un racismo que no es estructural “como el de Cuba”, pero que sufre prácticamente a diario. Todo ello lo ha plasmado en su nueva novela, Aterrizar en el mundo (Libros del K.O.), sobre la que ha hablado con Infobae España en esta entrevista.

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Pregunta: Saliste de Cuba en enero de 2022 por primera vez en tu vida y aterrizaste en España. ¿Cómo han sido estos dos años? ¿Te sientes un poco mejor ya?

Respuesta: Creo que ya estoy mejor, he ido gestionando esa primera conmoción que me generó ver el capitalismo por primera vez, ver lo que es el mundo fuera de Cuba, y he ido lidiando poco a poco con el duelo migratorio y con el exilio, que son dos temas distintos. No es lo mismo emigrar por razones digamos económicas o profesionales que emigrar y que ni siquiera puedas regresar y a mí me tocaba lidiar con esas dos partes. Ahora estoy en un punto donde tengo la suficiente calma para poder analizar y, sobre todo, gestionar el pasado de heridas y cicatrices.

P: ¿Cómo te llevas con el capitalismo?

R: Justo ahora voy a tener que darme de alta de autónomo para colaborar en un programa de radio y tuve una reunión con una gestora que me explicó cómo funciona y no entendía nada, era como si estuviera hablando en otro idioma, que si IRPF, que si renta básica... Y esa es una excelente escena para describir mi relación con el capitalismo. Creo que aún estoy conociéndolo. Lo que más me sigue sorprendiendo es cómo todo está montado en un sistema de consumo, ese consumo compulsivo, y no me refiero a quien se compre mucha ropa, sino a que tengo la sensación de que todo el mundo me está intentando vender ago todo el tiempo, que todos somos una mercancía y de alguna manera eso hace que las personas sean productos. Y mi sensación es ir por la calle y ver productos, no personas caminando, y eso hace que la gente sea más individualista y genera unas dinámicas muy diferentes a las que se generan en el otro sistema del que yo vengo. Eso es lo que me ha costado gestionar, cómo todo está diseñado para consumir, para vender, y la desproporción entre quienes tienen y no tienen.

P: ¿Te habría gustado quedarte en Cuba?

R: Sí, yo estoy aquí porque me echaron. Obviamente yo quería conocer otra realidad, estar un tiempo fuera, pero no tenía ninguna intención de vivir fuera de Cuba. Quería seguir allí, quería seguir contando ese país, quería ver el final del castrismo. Ahí está toda mi familia.

P: En el libro dices que “es mejor no intentar desentrañar el modus operandi del Gobierno [cubano], porque es imposible comprenderlo, porque nada depende de ti”. ¿Por qué crees que las autoridades decidieron finalmente concederte el pasaporte?

R: Bueno, uno nunca sabe cuáles son las razones, eso solo lo saben ellos. A estas alturas ya quedábamos muy pocos en Cuba y hablo en plural porque no solo me refiero a periodistas, sino a artistas, a activistas, en definitiva, a toda la generación, la ciudadanía y la sociedad civil, que nació con la llegada de Internet a Cuba en 2015 y todo lo que eso generó dentro del país, pues el régimen ya había empezado a expulsarlos al exilio y, a los que no había expulsado, los había apresado en cárceles de máxima seguridad y yo era uno de los pocos que quedaba dentro y libre, y seguía alzando mi voz. Seguía escribiendo y en ese momento yo tenía mi columna en The Washington Post, y creo que a nivel simbólico y diplomático, meterme en la cárcel supondría un coste grande para ellos y yo creo que por eso dijeron, bueno, vamos a dejarlo ir y que grite desde afuera que nos hace menos daño. Me dijeron que me daban el pasaporte y que si no lo aceptaba iba a la cárcel, y obviamente lo acepté.

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Un hombre lleva un carro de la compra en La Habana, Cuba, el pasado mes de marzo. (AP Foto/Ariel Ley)

P: Provienes de una familia de militares y militantes comunistas, tu abuelo fue incluso guardaespaldas de Fidel Castro y del Che Guevara. ¿Crees que has recibido por ello un trato diferente por parte del Gobierno?

R: Yo creo que no, pero la estrategia es obviamente distinta al trato que le pueden dar a otra persona. Justamente por ese contexto, ellos donde apuntaron fue a dinamitar a mi familia, a mi círculo, y por eso pagaron muchas consecuencias: mi madre y mi hermana perdieron sus trabajos y a mi padre lo llevaron a interrogatorios siendo él militar. Ellos crearon su estrategia para intentar cerrarme la boca. Obviamente no es lo mismo no pertenecer a nada, pero también tengo que decir que aunque en mi familia hay militares, sobre todo mi abuelo y ya falleció hace años, no es que formaran parte del castrismo, no estaban en la nomenclatura.

P: Otra cosa que sin duda está marcando tu experiencia son los numerosos episodios de racismo que estás viviendo. ¿Te esperabas algo así?

R: La verdad es que no me lo imaginaba. Ni siquiera tenía presente que me iba a enfrentar a una sociedad tan racista y la gente aquí se ofende con ese debate tan vacío de si España es racista o no cuando el mundo entero es racista, porque está fundado sobre lógicas racistas, algo que viene del colonialismo. Hay mucho racismo, pero funciona de otra manera diferente que en Cuba, donde es más estructural, o al menos eso es lo que puedo decir por mi experiencia. En Cuba, por ejemplo, en el Gobierno los dirigentes no son negros, en las grandes empresas no hay negros y es en los barrios marginales donde viven los negros y en las universidades menos del 10% de los alumnos son negros. Pero tú vas por la calle y nadie te ofende, nadie te dice una barbaridad en la guagua (autobús), y eso aquí en España sucede. Es muy raro el día que a mí no me pase algo, que no me hagan saber cuál es el color de mi piel, desde el transporte público a la calle o el café de la esquina, todo el tiempo me pasan cosas. La parte buena de todo eso es que estamos viviendo un momento donde se está poniendo el tema sobre el tapiz, se está hablando de ello en España.

P: Como ya llevas un tiempo viviendo aquí, imagino que habrás escuchado a gente decir que “España está entrando en una dictadura”, que aquí no se puede decir nada. ¿Qué opinas de ello?

R: Lo primero es que me da risa y, lo segundo, me parece una absoluta imbecilidad decir algo así y una falta de respeto. Quienes lo dicen tendrían que estudiar bastante para saber qué cosa es una dictadura y, además, si España es una dictadura, entonces qué es Cuba, qué es Venezuela, Nicaragua o Corea del Norte, habría que buscarle otra categoría, ¿no?. No sé a ciencia cierta si la democracia española tiene problemas, pero permite a la gente que la cuestione, que la critique, que en el Parlamento se griten [los partidos] todos los días, que la gente salga a la calle, que se manifiesten, que la gente vote por la CUP o por Vox. Todo eso se permite. En cambio, en las dictaduras no se permite nada de eso. Es una imbecilidad llamarle dictadura a España y o a Pedro Sánchez.

Jiménez Enoa en La Habana, a finales de 2021. (Cedida)

P: En tu libro también hablas sobre las dificultades de los periodistas para hacer un trabajo independiente. ¿Qué significa ser periodista en Cuba?

R: Significa ejercer una profesión vetada. Es como intentar ser carpintero en un país donde no hay martillo y clavos. La ley te impide ejercer la profesión fuera de la sombrilla legal del Partido Comunista y al hacerlo corres el riesgo de ir a la cárcel, de que te expulsen al exilio, de que te arresten o te vejen, de que tu familia corra peligro o intervengan tu comunicación. Ese es el precio de ser periodista en un país donde no se puede hacer. Pero también creo que justamente donde no se puede hacer periodismo es el lugar donde hay que hacerlo para poder contar todo lo que pasa ahí, porque de lo contrario la realidad que salga de ese país estará trastocada.

P: ¿Confías en que en Cuba haya cambios y que la situación pueda mejorar?

R: El país está peor porque, por un lado, toda esa generación de la que te hablaba está presa o está en el exilio y, por tanto, de alguna manera esa batalla que se libró contra el régimen la perdimos y no hay nada que haga pensar que ahora vuelva a surgir una nueva ciudadanía que puje por esos cambios. Además, el país también está peor en temas económicos y sociales, pues han vuelto los apagones de hasta 18 horas sin electricidad, poner un plato de comida encima de la mesa es una odisea, no hay medicamentos.

De cara al futuro, sin embargo, creo que si puede pasar algo. Mi teoría es que sucederá algo parecido a lo que ocurrió en la Unión Soviética, una especie de perestroika (reforma política y económica para reestructurar el sistema). Creo que podrá ocurrir cuando muera Raúl Castro, que a diferencia de cuando murió Fidel, puede generar un cambio, porque cuando murió Fidel había un Raúl, pero ahora con Raúl no hay nadie. Puede haber una pequeña pugna dentro de la cúpula del castrismo, entre los militares, que son los dueños de la economía, y los civiles que son los Díaz-Canel y compañía. Creo que la ausencia de Rául puede generar un encontronazo que puede a su vez derivar en un cataclismo al interior de la cúpula. Pero todo va a ser desde adentro, no va a venir desde afuera. No creo que la ciudadanía esté en condiciones de cambiar las cosas, porque es un país que está completamente maniatado por el régimen militar.

P: ¿Volverás algún día a Cuba?

R: De momento no. No puedo, ni lo voy a intentar. Tendría suceder algo demasiado bonito para lanzarme a la aventura de intentar entrar. Entonces todo hace indicar que estaré unos cuantos años fuera de mi país.

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