Dice ser una suerte de Nanni Moretti llegando a una verbena que anuncia el ocaso del periodo estival. “Soy el fotograma de Caro Diario en el que dice que es un cuarentón estupendo, aunque no se lo crea”, admite entre risas. La música vertebra su nueva novela, Orquesta (Alfaguara), un exorcismo melómano en el que reúne a diversas generaciones que tienen mucho que esconder, y desvelar, en una noche festiva en Valdeplata. Miqui Otero (Barcelona, 1980) decidió que, tras el éxito de Simón (2020), ganadora del Premio Ojo Crítico, debía adentrarse en universos ajenos e inexplorados en sus obras previas.
“Sería chulísimo que la narradora fuese la música, porque podría estar dentro y fuera de los personajes”, indica en una entrevista con Infobae España. Fue así como convirtió los latidos sonoros de una calurosa noche de agosto en la principal voz de una obra que pretende explotar “las burbujas” de un mundo “segregado” por generación, gustos, estética o clase. Para el autor, las verbenas que tan bien describe en Orquesta son “una cosa mágica” conformada por canciones “que parece que no has escuchado nunca y que puedes cantar de cabo a rabo”.
La verbena es, también, una excusa cronológica (se repite cada año) para hablar del devenir de un pueblo y sus costumbres, para explicar “una misma noche en muchas décadas”. Con ella, una amalgama de hits comprendidos en todos los volúmenes de Caribe Mix que aúnan a todo tipo de personalidades. En Orquesta, los versos de canciones icónicas se entremezclan con los pensamientos intrusivos de sus personajes. “Al principio son pasodobles y al final Rosalía”, explica. Las estrofas “marcan el avance de la noche, de sus vidas, de la historia reciente del país”.
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Con su nueva novela, Otero buscaba dirigirse “a muchas edades y experiencias”, nunca ceñir su escritura “a una única generación o tipo de persona”. Al autor barcelonés le “irrita” la corriente separatista del mundo editorial, que busca apelar a un círculo concreto de lectores que conectan con la mentalidad del escritor. La música popular comparte su interés de nexo total, pues deviene en “una especie de esperanto, de idioma común entre todos”. Al igual que en La isla de las tentaciones, sus protagonistas entran en un ruedo patrocinado por la música, la cercanía y el alcohol.
Las jornadas en Valdeplata se suceden entre la nostalgia y el placer onírico de protagonizar epopeyas diversas. Los adultos sueñan con regresar a la noche adolescente en la que vida era un beso eterno y los jóvenes buscan alcanzar una edad en la que el romance se reemplaza por las facturas. “Tendemos a mitificar la infancia como un lugar problemático donde los niños sufren mucho o a la adolescencia como una especie de isla de las primeras veces”, indica Otero. “En general, la vida de un niño normal es feliz y nadie sufre como un adolescente”, apostilla.
“Tendemos a mitificar la infancia como un lugar problemático donde los niños sufren mucho o la adolescencia como una especie de isla de las primeras veces”
El retorno ‘urbanita’ al mundo rural
Orquesta entabla un diálogo entre la gran urbe y la idealización del espacio rural. Algunos de sus personajes escapan a la ciudad buscando un motivo de resiliencia, pero se topan con círculos narcisistas que les devuelven al pueblo del que escaparon por no brindarles la libertad reclamada. “No quería hacer la novelita rural del escritor de Barcelona”, dice Miqui Otero, consciente de que, tras la pandemia, las generaciones que escaparon al glamur de la capital se refugian en el oasis del campo y su aparente tranquilidad. “Los pueblos no son un escenario de cartón piedra para satisfacer tus fantasías”, indica. Su novela presenta el enclave rural como un espacio que va más allá de la romantización coyuntural, pues “también quería plantearlo como un lugar donde, tradicionalmente, se ha penalizado cualquier tipo de disidencia”.
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La guerra generacional que afronta una nueva batalla cada día se enarbola en las páginas de su obra. Jóvenes que viven en la precariedad laboral y rodeados de ansiedad frente a familiares que lidiaron con las complicaciones de los conflictos armados más despiadados de la historia. “Claro que no es igual la miseria de posguerra que el agobio millennial, pero hay cosas que se sufren de la misma manera”, explica el escritor.
“Los pueblos no son un escenario de cartón piedra para satisfacer tus fantasías. [...] Es un lugar donde, tradicionalmente, se ha penalizado cualquier tipo de disidencia”
En una industria editorial que presenta novedades semanales, Otero considera que existe “cierta tiranía del libro que se puede explicar en 20 segundos”. Para el autor, la novela, o por lo menos una en la que merezca la pena invertir el tiempo (la moneda del siglo XXI), ha de ir más allá. “Tiene que ser como en algunas fiestas, llegas por la música y te quedas por la gente”, dice del gancho literario. Cree, sin embargo, que “se publican muchos libros en España”, un país con una industria editorial “muy grande” en comparación “con los lectores que existen”. “Es cierto, no se puede negar”, apostilla tras una afirmación que, sabe, podría levantar ampollas. “Cuando he ido a Italia, Francia o Alemania con Simón me he dado cuenta de que son países lectores. Mucha gente paga una entrada por verte, y eso que soy cero conocido allí”, concluye.