En España siempre ha habido tradición de intentar convertir a los cantantes en actores. En buena parte de los casos, se confeccionaban películas para su entero lucimiento y por lo general la fórmula solía funcionar a nivel popular. Del Dúo Dinámico a Raphael, pasando por Isabel Pantoja hasta Silvia Pérez Cruz. Los ejemplos serían infinitos, y algunos de los experimentos resultaron de lo más inenarrables.
La cuestión es si esos artistas, en su campo reconocidos, estaban o no preparados para enfrentarse a la interpretación. Algunos sí, como en el caso de Ana Belén; y otros no, como le ocurre a Aitana en esta película creada a su medida y en la que la cantante pop se limita a poner su presencia pizpireta y poco más.
Producto prefabricado vacío y ‘cuqui’
Pared con pared es, por supuesto, un producto prefabricado cuyo único reclamo es la aparición de una estrella centennial que no sabe actuar. Casi podríamos decir que está incapacitada para ello. Pero, a quién le importa eso... la chica le pone esfuerzo y todas las dotes de encanto de las que es capaz. Tampoco se le puede pedir más.
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Por eso, lo peor de Pared con pared ni siquiera es la propia Aitana, a la que se la ve en todo momento como pez fuera del agua. Lo peor es la propia película, una pequeña atrocidad revestida de estética cuqui en la que campa a sus anchas la insensatez narrativa hasta llegar a unos niveles de infantilización denigrantes, como si el target del proyecto fueran niñas de 10 a 12 años que juegan con muñecas mientras hacen coreografías de temas de moda mirando YouTube.
Para no complicarse mucho la vida, la película está basada en una comedia francesa titulada Tras la pared (2015), la historia entre un inventor de juguetes obsesivo y una pianista que prepara un examen y que viven en casas separadas por una pared casi de pega, por lo que la falta de intimidad les llevará a enamorarse sin verse.
Nuevas comedias románticas generacionales
El esquema de esta nueva versión española se reproduce al milímitro. Aitana interpreta a la joven música que sueña con vivir de su talento y Fernando Guallar (él sí que es actor y se nota), encarna al solitario juguetero que está atascado en el progreso de su última idea. A su alrededor, la prima de ella (Natalia Rodriguez), su exnovio tóxico (Miguel Ángel Muñoz) el amigo de él (el siempre robaescenas Adam Jezierski) y el dueño de una cafetería ecológica (Paco Tous, pobre).
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Pared con pared entronca con toda esa vertiente de Netflix que nos lleva desde la serie Valeria a la trilogía A través de mi ventana. Subproductos insustanciales que funcionan como las sectas: captación e idiotización de las masas.
Una tendencia cuyos frutos no dejan de estar podridos, resultan rancios e incluso perniciosos al plantear cuestiones generacionales desde un punto de vista falso y peligroso alrededor de las relaciones, el éxito, el dinero y la estabilidad emocional, revestidos de cuentos de hadas contemporáneos embusteros sin aristas y de encefalograma plano.