Karla, una maestra que reside en Palma de Mallorca, se ve obligada a embarcarse diariamente en un periplo aéreo de ida y vuelta a Ibiza para ejercer su profesión en el CEIP Cas Serres, por la imposibilidad de alquilar en la isla, donde arrendar una vivienda es casi imposible para la mayoría de los bolsillos.
Este escenario no solo plantea una paradoja para Karla, cuya historia ha recogido en un reportaje Diario de Ibiza, debe cubrir una distancia mensual de 6.732 kilómetros, equivalente a un viaje de ida a Nueva York con kilómetros de sobra, sino que también cuestiona los compromisos con la sostenibilidad ambiental, al considerar el consumo de cientos de litros de combustible que implican los 44 vuelos mensuales que se ve obligada a hacer.
Te puede interesar: La casa con el metro cuadrado más caro de España: al borde del mar y en una urbanización de lujo
“Llevar este ritmo de vida es algo muy estresante”, confiesa Karla, cuyo desafío diario comienza a las 5 de la mañana y la lleva a un frenético vaivén entre aeropuertos, vuelos y autobuses. La situación se complica aún más con la dinámica familiar. Es madre de dos niños pequeños y depende del apoyo de sus padres para poder cuidar de los menores. “La verdad es que es una vida muy estresante y si hay algún imprevisto o la guardia se alarga, tengo que volver en el siguiente avión y termina el día y casi no he visto a mis hijos”, cuenta la maestra.
La imposibilidad de encontrar una vivienda asequible en Ibiza, donde los alquileres superan fácilmente los 1.200 euros, contrasta drásticamente con los 600-700 euros que Karla invierte mensualmente en transporte aéreo. Esta coyuntura refleja la grave crisis de vivienda que afecta a docentes y profesionales que se encuentran en situaciones similares.
Te puede interesar: Ni comprar, ni alquilar, ni compartir: la subida histórica de precios expulsa a los jóvenes del mercado de la vivienda
Una realidad extendida
“A pesar de todo, me siento muy afortunada por el apoyo del equipo directivo de Cas Serres”, señala Andrade, que a pesar aún del desgaste y la presión constantes, encuentra cierto consuelo en la empatía y comprensión dentro de su entorno laboral. No obstante, la perspectiva de continuar en esta dinámica hasta al menos el 2026, tras haber solicitado el traslado sin éxito hasta el momento, pone de relieve la urgencia de abordar estas problemáticas de manera integral.
La historia de Karla no es un caso aislado, sino que representa una realidad extendida entre muchos trabajadores de la isla que, ante la falta de opciones habitacionales accesibles, deben optar por sacrificios personales y económicos significativos. Esta situación pone en jaque no solo la calidad de vida de los profesionales afectados, sino también el ideal de una educación accesible y sostenible en entornos que promuevan el bienestar de quienes forman parte de ella.