Andrew Scott, mucho más que el ‘cura cañón’ de ‘Fleabag’ que sedujo al mundo

El intérprete se curtió en la televisión británica antes de encarnar al personaje de la serie creada por Phoebe Waller-Bridge que le otorgó fama mundial. Cinco años después de confesarse, su idilio se gesta en las películas independientes y en proyectos como ‘Ripley’, una nueva adaptación de la novela de Patricia Highsmith en Netflix

Andrew Scott, de la televisión británica al idilio colectivo tras su aparición en 'Fleabag'

Andrew Scott (Dublín, 1976) es el sucedáneo interpretativo de una banda que descubres cuando ya está asentada en la industria. Puede que lo primero que hayas escuchado de su amplio currículum sonoro sea el último trabajo que ha lanzado al mercado, pero alberga toda una discografía por descubrir. El actor irlandés se viralizó (un término que hace caer una enciclopedia histórica en la sede de la Real Academia Española cada vez que se pronuncia) a raíz de Fleabag, pero antes de convertirse en un cura rompecorazones capaz de encandilar a una cobaya, Scott llevaba más de 20 años trabajando en la televisión, el teatro y el cine.

Su carrera comenzó en los escenarios en el 1992, año en el que nacieron muchas de las millennials que acabarían babeando con su Santo Grial en la ficción creada por Phoebe Waller-Bridge. Más tarde daría el salto a la televisión, convirtiéndose en un intérprete recurrente en muchos de los productos audiovisuales estrenados en cadenas como la BBC o Channel Four. En la década de los 2000, su carrera se centró en pequeños roles en miniseries enfocadas en eventos históricos o en adaptaciones literarias de menor calibre.

Ya en 2010, y tras varios años de picar piedra en la industria, Scott interpretó a Moriarty en Sherlock, la ficción de la BBC liderada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman (apareció en un total de 8 episodios) que triunfó por todo el mundo, una adaptación del relato de Sir Arthur Conan Doyle que adquirió tintes más contemporáneos. Su big break televisivo no llegaría, sin embargo, hasta su aparición en la segunda (y última temporada) de Fleabag. Su hot priest (un cura sin pretensiones que enamora a la protagonista con su sonrisa y su carisma) le encumbró como el perfil most wanted de la ficción, una interpretación que le permitió dar el salto a series como Black Mirror, Modern Love o La materia oscura.

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Andrew Scott y Paul Mescal en una escena de 'Desconocidos', una de las películas rompecorazones de 2023 (Searchlight Pictures)

Alejado de la pequeña pantalla, ha participado en películas como Korea (1995), su primera cinta (dirigida por el irlandés Cathal Black y basada en el relato del autor John McGahern), Salvar al soldado Ryan (1998), Nora (2000), la historia sobre la esposa del escritor James Joyce, Locke (2013), Pride (2014), Spectre (2015), Victor Frankenstein (2015), Alicia a través del espejo (2016) o 1917 (2019). Su primer gran papel como protagonista llegó, sin embargo, el año pasado con Desconocidos, la lacrimógena historia dirigida por Andrew Haigh en la que Scott interpreta a un escritor que sigue sin superar la muerte de sus padres y que se enfrenta al bloqueo narrativo desde el duelo. El largometraje, que interpreta junto a un Paul Mescal con el que derrocha química, está basada en la novela Strangers, de Taichi Yamada.

Al igual que en el cine, las grandes oportunidades interpretativas en series han aparecido más tarde en la trayectoria profesional del irlandés. Pese a que Fleabag sigue marcando su porvenir, Scott acaba de estrenar Ripley en Netflix, una nueva adaptación de la novela clásica de Patricia Highsmith que recupera la oscuridad original del relato. Rodada en blanco y negro, y dirigida por Steven Zaillian, el irlandés se introduce por las escurridizas alcantarillas del engaño alejado del brillo edulcorado de otras interpretaciones del icónico personaje de Tom Ripley.

“Ese personaje me llevó a sentirme solo”, explicó el intérprete de 47 años en una entrevista con GQ sobre Ripley. “Trabajé muy duro y me puse bastante enfermo, física y mentalmente. Me pasó factura. Cuando terminó, pensé: ‘¿Cómo quiero pasar mi vida?’ Me encanta actuar, pero no creo que haya que hacerlo demasiado”, detalló. La carrera de Scott es un iceberg que esconde una vasta experiencia previa que no cuenta con la predilección de muchos de sus roles actuales. El actor irlandés lleva más de 30 años creando universos alejados de su realidad, una labor prácticamente desconocida para aquellos que sólo quisieron apuntar su nombre tras ingerir su delicioso manjar eclesiástico.

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Tom Ripley, un estafador que vive en Nueva York a principios de los sesenta, recibe una oferta interesante de un hombre adinerado: viajar a Italia para convencer a su hijo errante de volver a casa. (Netflix)

El pan de Dios o el héroe de ‘Fleabag’

Fleabag se acabó hace cinco años y sigue estremeciendo a las generaciones que no le encuentran la gracia a una sociedad cada vez más compleja (y acomplejada). Escrita y dirigida por la talentosa Phoebe Waller-Bridge, la serie conforma el perfil de una heroína impropia del título con problemas psicológicos que no encaja en un mundo que le obliga a pagar innumerables facturas y que destaca sus defectos por encima de sus virtudes. En su segunda temporada, Andrew Scott se incorporó al reparto de la ficción (que se puede ver en Prime Video) y su carrera cambió por completo.

El ‘cura cañón’ del irlandés hizo enloquecer a los espectadores de Fleabag con una mezcla perfecta de candidez, simpatía, carisma y humor. La protagonista se enamoró de él junto con toda la audiencia (el hot priest fue tan memorable como el eclipse solar de este lunes), pero él acabó escogiendo a Dios. Los ateos que cambiaron sus preceptos vitales se encontraron con el mismo rechazo que la protagonista hacia el amor de su lánguida vida.

Phoebe Waller-Bridge y Andrew Scott en una escena de la segunda temporada de 'Fleabag' (Prime Video)

Scott nunca reniega del personaje que quiere erigirse como el one hit wonder de su carrera interpretativa. Es más, le encanta que la gente le recuerde lo mucho que adora al cura de Fleabag. “Creo que es genial”, comentó a la revista People en el estreno de Desconocidos. “No me ha impedido desplegar mis alas y era un personaje maravilloso, hay cosas mucho peores que llamarse en la vida”, respondió en referencia al apodo de eclesiástico buenorro.

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Eso sí, el actor irlandés ha pedido que los seguidores de la laureada ficción de Waller-Bridge pasen página, pues no habrá tercera temporada. “¡Sal a tomar el aire! Deja de llorar en tu habitación con las cortinas cerradas. Haz algo mejor con tu vida. Es una gran serie, a todos nos encanta, pero ¡venga ya! Contrólate. Abre las cortinas y sal fuera”, dijo al micrófono del medio especializado Entertainment Weekly en la premiere de Ripley. Basta con buscar hot priest en Google para encontrarnos con una retahíla de artículos e imágenes sobre el personaje de Scott, un rol icónico que le persigue en cada nueva presentación y en todas las alfombras rojas, pero que no debería marcar una prolífica carrera que ha cogido un impulso más que especial desde que dejara la sotana.

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