La cultura japonesa no entiende de simplezas. Todo lo que pertenece a su mundo es grandioso y monumental, como el monstruo Godzilla que aterroriza Shibuya o las esqueléticas calles que albergan todo un universo cromático y audiovisual que ha sido refugio de más de una generación. El manga es algo más que una disciplina artística nipona, es un fenómeno global que sigue expandiéndose con la fuerza viral del término de la década.
Su espíritu sentimental, caótico y expresivo conquistó a todo tipo de público. Ahora, Madrid acoge una de las exposiciones más ambiciosas del género. De sus inicios rugosos a su evolución televisiva, The Art of Manga ahonda en la disciplina y escenografía de una rama artística que consiguió inspirar al mundo. La exposición, ubicada en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), permite que el visitante ahonde en los orígenes del manga y el anime, así como su entrada en España y su posterior globalización de la mano de productos como Sailor Moon, Pokémon y One Piece.
“El manga hoy es una potencia cultural muy fuerte, ha pasado de ser una cosa, digamos exclusivamente japonesa, a llegar a todo el mundo”, explicó Oriol Estrada (Mataró, 1980), comisario de la muestra, a EFE. “El fenómeno está globalizado, tiene un gran éxito y valía la pena explicar cuál es su origen, más allá de que sea un entretenimiento, digamos, adolescente”, apostilló. Estrada, experto en cultura nipona, ha detallado que las 200 obras expuestas (que oscilan entre pergaminos, xilografías japonesas, manuscritos, revistas, carteles y cómics) provienen de coleccionistas privados de Europa, Japón y Asia.
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Uno de los elementos esenciales de la muestra es el mapa con el que se trazan los orígenes del manga, un ámbito tan desconocido como dilatado. Los expertos consideran que los inicios se sitúan con la aparición de los primeros pergaminos ilustrados del siglo XII, denominados Choju-jinbutsu-giga. Otras voces coinciden en que el punto de partida se da con los legendarios e influyentes libros Hokusai Manga, pertenecientes al siglo XIX: los grabados ancestrales de la escuela Ukiyo-e que designaban a la sociedad nipona del Periodo Edo, próspera y boyante, fueron los primeros pasos de un arte que iría cogiendo más color, más forma y añadiendo el carácter kawaii y otaku coyuntural. Katsushika Hokusai (La gran ola de Kanagawa, Fuji Rojo), Shigeru Mizuki (artista que popularizó los Yokai, criaturas mitológicas de la cultura popular japonesa) y Kigatawa Utamaro fueron los pioneros de dicho estilo.
Tezuka, el ‘Dios del manga’
Para comprender la magnitud del género, basta con pasear por la calle de la Luna en Madrid. Sus estrechas aceras albergan una sucesión constante de tiendas dedicadas al manga y el anime, un paraíso otaku para los acérrimos del género. The Art of Manga no ahonda en la predilección por convertir dicha rúa en la arteria del cómic de la capital, pero sí en uno de los nombres más importantes de su historia. Osamu Tezuka (1928-1969), considerado “el Dios del manga” y alabado por su grandilocuente aportación a la viñeta japonesa, es uno de los reivindicados en los pasillos del COAM.
El mangaka, uno de los perfiles más influyentes de la rama artística, “es uno de los autores que marca el antes y el después del manga”, contó el comisario a EFE. Su legado e influencia global se exhibe de forma esplendorosa en las salas de la muestra, que ha conformado un extenso mural en el que se exponen 400 de sus obras, creadas entre 1947 y 1982.
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La evolución del manga se consumó en la publicación de las revistas especializadas (como por ejemplo, el manga shojo, una versión dirigida a las mujeres jóvenes que se gestó a principios del siglo XX y que respondía a los cambios sociales del país, que brindaron más oportunidades educativas para las mujeres), así como en las primeras adaptaciones de anime: One Piece, Sailor Moon, Naruto, Dragon Ball, Oliver y Benji o Pokémon.
Además de haber diseñado un aura capaz de transportar al visitante a los parques vestidos de flores de sakura (el cerezo japonés), The Art of Manga profundiza en los vínculos del género en España. La exposición busca la raíz del éxito y la popularidad del manga en la sociedad nacional, un fenómeno que comenzó con la llegada de series de televisión como Heidi, Marco o Mazinguer Z. “Es la génesis de a los que hoy nos gusta el manga y el anime”, explicó Oriol Estrada.
La muestra lleva a cabo un extenuante ejercicio de hemeroteca para hablar de los primeros pasos de la disciplina artística en el país. En 1968 se publicó, en las páginas de la revista catalana Cavall Fort, el primer manga, Tonda Haneko, una tira cómica creada en 1928 por Rakuten Kitazawa, considerado el primer mangaka de Japón. Once años después, la editorial Grijalbo sacó al mercado el primer manga en castellano, La vida de Mao Tse Tung, creado por el dúo Fujiko Fujio, los padres de Doraemon. En 1980, el idilio con el género se consuma en España con la impresión de la primera portada manga. Fue en el número 58 del magacín El Víbora, que mostró una de las viñetas de Yoshihiro Tatsumi.
Apasionado de su idiosincrasia, consumidor ocasional o ajeno a su disciplina, el manga vertebra muchas más patas de lo aparentemente visible en la cultura actual, un poder que habilita su porosidad (e influencia) en todo tipo de perfiles. El poder de la muestra va más allá de los Funko Pop y de los elementos de coleccionista que copan las páginas de Wallapop: es una celebración de un arte que se erigió hace siglos y que satisfizo las necesidades de una sociedad cambiante.
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