Cuando una persona fallece, la distribución de sus bienes sigue un proceso legalmente establecido, conocido como sucesión. En situaciones donde no existen descendientes directos, es decir, hijos o nietos, el Código Civil, específicamente el artículo 913, ofrece un marco de referencia para determinar quiénes son los beneficiarios legales de la herencia. Este proceso, conocido como herencia ab intestato, contempla varios escenarios posibles, en los que familiares, el cónyuge sobreviviente y, finalmente, el Estado, pueden recibir los bienes del fallecido.
La sucesión ab intestato se rige por un orden de prioridad en el que, inicialmente, los hijos o descendientes del fallecido ocupan el primer lugar. Estos heredan a partes iguales, independientemente del número que sean. En la ausencia de hijos, los bienes se trasladan a los nietos del difunto, si los hubiera, siguiendo un principio de representación por estirpe. Esto significa que la distribución se basa en la parte que habría correspondido a sus padres, asegurando que la herencia se reparta equitativamente entre las líneas familiares.
Te puede interesar: El método para ahorrar impuestos en la herencia al que solo tienen derecho los habitantes de 6 comunidades en España
Si nos encontramos ante un escenario donde un difunto deja tres hijos, de los cuales uno ha fallecido y ha dejado a su vez dos hijos (nietos del original fallecido), la herencia se divide en tres partes iguales. Una parte sería para cada uno de los dos hijos vivos, y la tercera parte, correspondiente al hijo fallecido, se repartiría entre sus dos descendientes. Así, cada nieto recibiría una fracción equivalente a la mitad de un tercio del total de la herencia.
Y si no hay descendientes
En el caso de que no existan ni descendientes ni nietos, la ley prevé que la herencia pase entonces a los ascendientes más próximos del fallecido, es decir, a sus padres. Estos heredarían a partes iguales. Si uno de los padres ha fallecido, el otro recibiría la totalidad de la herencia. De no haber padres vivos, los abuelos se convierten en los siguientes beneficiarios, repartiéndose la herencia a partes iguales entre los maternos y paternos.
Te puede interesar: La lucha por la herencia de una mujer fallecida en España: el Estado la reclama, pero podría tener familiares argentinos
Otro elemento esencial en la sucesión ab intestato es el papel del viudo o viuda, quien tiene derecho al usufructo de una porción de la herencia. El usufructo le otorga el derecho de disfrutar de los bienes pero sin ser dueño de ellos. Si existen descendientes, el cónyuge sobreviviente tiene derecho al usufructo correspondiente a un tercio de la herencia. Sin embargo, este derecho se amplía hasta la mitad de la herencia en ausencia de descendientes o ascendientes directos.
El proceso de herencia ab intestato es una estructura legal que busca distribuir los bienes de una persona fallecida de manera equitativa entre sus familiares, garantizando así un reparto justo que respete las relaciones familiares y la proximidad con el difunto. En última instancia, si el difunto no tiene familiares que puedan heredar según lo estipulado por la ley, la herencia recae en el Estado, asegurando que los bienes tengan un destino final conforme a los principios legales.