Esta Semana Santa, cientos de procesiones se han cancelado para disgusto de muchos, pero han traído lo que desde hace años escasea en España: agua. Muchos recibían la noticia de la llegada de la borrasca ‘Nelson’ con pena y rabia porque su aparición se producía en una fecha señalada para muchos españoles que llevan meses preparando las procesiones y que esperaban ver salir a las imágenes a la calle como casi todos los años. Sin embargo, las lluvias de estos últimos días, aunque inoportunas, eran necesarias y han sido bien recibidas por los que tienen los ojos puestos en las cosechas y los embalses.
A finales de 2022, España entró en una estación de sequía de larga duración que continúa. Se trata de la sequía más larga, aunque no la más intensa, que ha enfrentado en país en su conjunto, aunque hay regiones, como en Andalucía, donde el estado de falta de lluvias ya dura ocho años y ha provocado estragos. De hecho, los pueblos de la comarca de los Pedroches, al norte de la provincia de Córdoba, llevan un año sin agua potable. Su embalse de referencia, el Sierra Boyera, quedó tan seco que hacía imposible la extracción de agua, así que cambiaron al embalse de La Colada, pero su agua supera las tasas permitidas de carbono orgánico total (COT) y tiene concentraciones altas de arsénico, microalgas, materia orgánica y plaguicidas, de forma que la Consejería de Salud tuvo que hacer un anuncio para que no se consumiera el agua que llega a los grifos.
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Un 8% más de reserva hídrica en el Guadalquivir
Así que sí, ha sido un disgusto para muchos que las cofradías no hayan podido sacar sus imágenes a la calle, pero las lluvias han sido un impulso para los arroyos y los ríos que han visto crecer su caudal como no hacía en meses, o incluso, años. Este domingo, en comparación el anterior, los embalses de la cuenca del Guadalquivir han aumentado sus reservas un 8% en la última semana y se han situado al 38,82% de su capacidad, según los datos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
Una crecida del Ebro
La borrasca también ha originado una crecida en el río Gállego, al norte de la provincia de Huesca, que provocará que se mantenga el caudal del Ebro en niveles altos hasta el próximo miércoles, según las previsiones de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) en su Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH). En la mañana del domingo, el caudal del Ebro a su paso por Zaragoza era de 486 metros cúbicos por segundo y el cauce rebasaba los 2,14 metros de altura y las previsiones apuntan a que los registros continuarán creciendo hasta las 04.00 horas de la madrugada del próximo miércoles y alcance unos niveles de 703,7 metros cúbicos por segundo, momento en el que se iniciará un progresivo descenso de la fuerza del agua.
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Esta situación ha llevado a que algunos de los embalses del norte de la provincia de Huesca estén desembalsando de forma continua para equilibrar la continua entrada de agua a sus vasos derivada de las lluvias. El embalse de Barasona está al 98 % de su capacidad, San Salvador al 99,4 %, Mediano al 99,1 %, El Grado al 99,3 %, Santa Ana al 84,5 y Vadiello, que abastece a la ciudad de Huesca, al 92,6 %.
El efecto de la borrasca en el turismo
La lluvia tampoco ha sido bien recibida por el sector turístico. El ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, señaló el pasado miércoles que España camina hacia un 2024 “de récord” en llegada de turistas después de estimar que en los primeros cuatro meses del año habrá 25 millones de visitantes internacionales, lo que supone unas “buenas bases” para superar el máximo marcado el año pasado.
Sin embargo, las lluvias han truncado las previsiones. Los 25 millones de turistas que se esperaban habrían contribuido con un gasto de 32.000 millones de euros, un 25% más que en el año 2023, pero hosteleros y camareros no han hecho la caja que esperaban. El pasado Jueves Santo, la Federación Andaluza de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Fahat) lanzaba un comunicado que señalaba que ocupación hotelera en la región había caido en casi ocho puntos porcentuales respecto a las previsiones iniciales, hasta situarse en un 71,30%, una cifra que se sitúa 12 puntos por debajo de la ocupación del año pasado. Apuntaban al mal tiempo como un factor “determinante” en la evaluación del comportamiento de la demanda que ha incidido de manera “decisiva” en el retroceso de las previsiones iniciales.