Hay ideas que son muy difíciles de poner en palabras, no hablemos ya en imágenes: el sentido de la vida, la predestinación, el amor a través del tiempo o el fin de la humanidad como la conocemos. En 1903, el escritor neoyorquino Henry James, autor de obras como Daisy Miller u Otra vuelta de tuerca, consiguió poner algunas de esas ideas en apenas 48 páginas, dentro de un relato titulado La bestia en la jungla. En él se describen los distintos encuentros entre un joven llamado John Marcher y una mujer a la que conoció tiempo atrás y a la que desveló su gran secreto, la firme convicción de que está destinado a que le ocurra un evento trascendental, una gran catástrofe que marcará para siempre su vida y la de todos los que le rodean. Una catástrofe que no sabe cuándo ni cómo llegará, pero que ha configurado hasta tal punto sus decisiones que se ha negado a amar o ser amado, consciente de que su fatal destino no se lo permite.
Han pasado 121 años de aquellas líneas de Henry James, y sin embargo muchas de sus ideas resuenan con más fuerza que nunca en nuestros días, en los que se habla de catástrofes a diario y en los que el amor y las emociones parecen estar cambiando más que nunca, mientras la inteligencia artificial se abre paso. Irónicamente, el caprichoso destino del que hablaba James en su relato ha querido que en apenas semanas coincidan no una, ni dos sino hasta tres alusiones directas a su pequeño relato. Un relato que acompaña a una de las dos protagonistas de Dos chicas a la fuga, la nueva película de Ethan Coen, que abraza el absurdo casi como respuesta al trascendentalismo del cine actual, y que ha servido de fuente principal en las dos libres adaptaciones que han realizado los cineastas franceses Patric Chiha y Bertrand Bonello. Pero, ¿qué tiene el relato de Henry James para que tantos años después esas 48 páginas evoquen tantas cosas?
Te puede interesar: El amor en tiempos de la IA: así es ‘Esto va a doler’, la anticomedia romántica que triunfa en Apple TV+
“Es un relato atemporal, pero a la vez completamente contemporáneo. En él hay cosas muy precisas en cuanto al alma humana y a la vez también sobre aquello que no se ve. Eso es lo extraordinario del relato, lo que se espera, esa catástrofe que nunca sabremos hasta momentos antes del final. Y sobre todo, es un relato sobre el amor, sobre que el amor no ocurra por culpa de algo invisible”, explica a Infobae España Bertrand Bonello, quien visita Madrid para presentar su libre pero certera visión del relato de James, The beast (La bestia). Cuando se le pregunta por la coincidencia en cartelera de tres películas diferentes pero con La bestia de la jungla como nexo de unión, el director lo tiene claro: “(Henry James) está intentando decirnos algo. La catástrofe ya está aquí”.
La bestia amplía el relato de Henry James un poco más de esas 48 páginas, estructurando la historia en tres tiempos muy diferentes: 1910, con un trágico romance de época que es el pasaje más fiel de la obra original; 2014, con una especie de thriller a lo Brian de Palma sobre un incel obsesionado con una aspirante a modelo; y finalmente 2044, con un futuro distópico en el que una joven ha de “purificar su ADN” si quiere encontrar su hueco en la nueva sociedad, esto es, suprimir por completo sus emociones. Un futuro lejano que no se antoja tan lejano al hablar de una sociedad completamente dependiente de la tecnología y en la que las emociones no es que hayan pasado a un segundo plano, sino que resultan una amenaza para la convivencia de esta nueva civilización.
El amor nos desgarrará
“La tecnología los ha hecho inútiles, inservibles pero también peligrosos. Porque como el ser humano ya no consigue llegar a ninguna parte, las máquinas con buen criterio lo resuelven todo, pero el precio que vamos a pagar es el fin de la humanidad en todo el sentido de la palabra”, señala el director de filmes como Nocturama o el biopic del diseñador de moda Saint Laurent, en la que era hasta la fecha su última colaboración con Léa Seydoux, quien en esta ocasión da vida a la coprotagonista. Gaspard Ulliel iba a ser originalmente quien acompañase a la actriz, pero su repentino fallecimiento obligó a Bonello a repensar la película y darle el papel a George MacKay (1917): “Tenía claro que no quería otro actor francés. Hice un casting con actores anglosajones y conocí a George. Y descubrí que tenía una relación íntima con el personaje y con la película, más allá de que fuera muy buen actor”, reconoce el realizador.
El actor británico coge especial protagonismo en la parte de la película ambientada en 2014, en la que interpreta a un joven incel -como se denomina a cierta comunidad de hombres que se declaran incapaces de mantener sexo con mujeres- que comienza a obsesionarse con el personaje de Léa Seydoux, hasta el punto de seguirla a su apartamento. Aunque pueda parecer caricaturesco y exagerado a primera vista, lo cierto es que Bonello saca el personaje directamente de un joven real, un tal Elliot Rodger que subía vlogs a su canal de YouTube como forma de canalizar su frustración por su fracaso con las mujeres. “(A MacKay) le enseñé los vídeos que él reproduce tal cual. Luego me olvidé de él (Rodger) y me pude centrar en el personaje, pero era una forma contemporánea y real de hablar de la soledad amorosa de otra forma. Es decir, del miedo a amar”. En 2014 es tan solo un incel con redes sociales, pero en 2044 el director imagina una sociedad que ha sucumbido a la transición hacia la inteligencia artificial, y en la que las emociones son inservibles.
Sin prohibiciones
Con todos estos elementos tan conceptuales y ambiguos, uno podría pensar que la película corre por momentos el riesgo de ser demasiado ambiciosa, confusa y sobre todo cínica para el espectador, aunque Bonello se defiende: “No creo. En el francés hay algo que llamamos el primer grado, algo muy directo ya en los personajes. Y nunca pensé en clave cínica, ¿cómo si no haces una película así, cómo te atreves a hacerlo? Esta es una película en la que decidí no prohibirme nada en cuanto al deseo del cine, de querer hacer algo con el cine”. Curiosamente, La bestia tiene una propuesta formal que se mimetiza por momentos con esa actitud, pudiendo resultar algo fría o distante, aunque sea precisamente eso de lo que nos está intentando hablar. ¿Y si acaso Bonello es el propio John Marcher de la novela de James hablando de la catástrofe del cine?
Te puede interesar: Finn Wolfhard (‘Stranger Things’): “Es una suerte ser joven y sentirse valorado por directores y actores, porque a los niños se les ve y no se les escucha”
“Sí, creo que ha llegado, que quizá ya está aquí. Y lo más duro, lo más triste de todo es que nadie se atreve a nombrarla. Porque sería interrogarse sobre tantas cosas...”, desliza de forma sutil el cineasta, sin tampoco querer dar más explicaciones sobre esa catástrofe. Tampoco hace falta, pues las líneas de James vertidas en la pantalla y sobre todo sus imágenes de todas esas ideas son más que suficiente. Al ser preguntado si una película así podría tener cabida en Hollywood, Bonello cree que no: “Hollywood ha cambiado mucho. Todos amamos las grandes películas de estudios, pero esas películas ya no están. Hoy día los estudios trabajan con cosas como Marvel o con muñecas como Barbie, ya no queda casi cine independiente, que además es bastante pobre últimamente. Curiosamente, los cineastas interesantes que hacen películas para adultos van a las plataformas”, reflexiona el director, ilustrando a la perfección la gran contradicción que vive el cine estos días.
Pese a todo, afortunadamente sigue quedando espacio para este tipo de propuestas tan arriesgadas que se atreven a plantear las preguntas que nadie quiere hacerse, pero que Henry James ya se hacía 120 años antes.