Kim Thúy (Saigón, Vietnam, 1968) aparece con la energía del que acaba de levantarse de una siesta reparadora. Mueve la cucharita del té y comienza a hablar de su fascinación con el jamón serrano. No entiende muy bien por qué la pata del cerdo se expone como un cuadro de Francisco de Goya en el Museo del Prado, pero su embelesamiento es equitativo, si no mayor. La autora, de 55 años, abandonó su país y pasó a formar parte de la boat people, los vietnamitas que dejaron su tierra por mar huyendo del comunismo victorioso tras la guerra.
Visita Madrid para hablar de la adaptación cinematográfica de Ru (2009), la primera novela que escribió, publicada originalmente en francés (presente ya en 45 países), y llevada a la gran pantalla por Charles-Olivier Michaud. Dice Thúy que le pidió al cineasta que hiciera su propia interpretación del relato que la autora plasmó en el papel tres décadas después de su marcha de Vietnam. “Libérate del libro y libérate de mí”, le dijo.
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La escritora afirma que continúa hablando de Ru “como si fuera un libro nuevo”. Su tema sigue igual de vigente. La adaptación cinematográfica se gestó en el restaurante en el que Thúy trabajaba en Quebec. Su amistad con un cliente del bar fue clave para poder publicar las páginas (en papel y escritas a mano) en las que agradecía a Canadá todo lo que había hecho por ella y por su familia. “Llevó las notas a la editorial, la novela se publicó y compró los derechos para la película. Nunca pensé que realmente se haría, pensé que esa era su forma de darme dinero”, dice en una entrevista con Infobae España.
Cuando vio la película sobre su vida se quedó dormida porque sufre narcolepsia. “Si algo es muy duro me duermo”, afirma. Dos horas después, abrió los ojos y una ola de sentimientos la sobrepasó. “Cuando estás viviendo la experiencia no tienes tiempo para pensar en tus emociones, sigues adelante, pero de repente te das el lujo de sentir lo que estabas viviendo en ese momento”, explica sobre la experiencia de ver sus pasajes vitales proyectados en una sala de cine. “Es difícil, pero es una bendición. Normalmente, te tocaría ir a terapia”, dice entre risas, hablando de Ru como una experiencia catártica que le ha permitido procesar la tragedia.
“Es difícil [ver la película], pero es una bendición. Normalmente, te tocaría ir a terapia”
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Uno de los motivos por los que Ru sigue vigente es por su universalidad. “Muchas personas me han dicho ‘oh, es como mi historia’, y son de Colombia, de Perú o de Chile”, explica. El agradecimiento es el hilo conductor de la entrevista de la autora vietnamita. Su sonrisa es un complemento que engrandece sus respuestas y el amor que profesa por la tierra que acogió a su familia en tiempos de oscuridad e incertidumbre. Thúy es un espejo en el que mirarse y en el que encontrar una satisfacción por la vida que entronca con el desapego emocional coyuntural.
Visita Madrid para acudir a la IX Muestra de Cine Francófono en la capital, espacio en el que se proyectará la cinta. Para la vietnamita, Ru es algo más que “una carta de amor” al pueblo quebequés. “Nos acogieron desde el primer momento. Nos abrazaron y nos miraron como si fuéramos sus hijos adoptivos”, dice, visiblemente emocionada. “Fuimos familia desde el primer minuto, por eso me enamoré de ellos antes de saber hablar francés”, añade. La novela no sólo es un ejercicio de generosidad emocional, también “un recordatorio de que los humanos somos capaces de amar”.
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Una audiencia global
Kim Thúy se muestra decepcionada con lo que las calles más céntricas de Madrid le han ofrecido en el paseo matutino que ha efectuado antes de atender a la prensa. Esperaba artesanía local y callejear por tiendas diversas, pero se ha topado con un Starbucks y una tienda gigante de Zara. “He caminado un poco y me he puesto un poco triste porque esperaba ver, ya sabes, tiendas más pequeñas con diseñadores y artistas españoles artesanos, pero es exactamente lo mismo que en cualquier otro lugar del mundo”, afirma. “Hasta el Zara, que es de España, es igual que en todas partes”, apostilla.
La autora transmite todos los sinónimos de la bondad y la armonía con sus gestos y palabras, pero cuenta que, una vez, casi consigue que una persona que la había ofendido perdiera su trabajo. Estaba muy enfadada y quería hacérselo saber, pero decidió regalarle un ramo de flores de 400 dólares. Ni ha perdido la esperanza en el ser humano, ni cree que todo el mundo deba aplicar sus preceptos inmaculados de conducta humana. “Todos tenemos un lado oscuro, estoy segura de que incluso la Madre Teresa lo tenía”, afirma entre risas. La diferencia, sin embargo, es que algunos seres humanos identifican “ese otro lado” y deciden no ponerlo en práctica.
“Esperaba ver más artesanía en Madrid, pero hay las mismas tiendas que en cualquier otro lugar del mundo”
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Para la autora, la pasión se traduce de forma errónea a la hora de hablar en nombre de la patria. “Odiamos en nombre del amor. Decimos, ‘por el amor a mi país te mataré'”, indica. Thúy cree que existen “otras formas” de demostrar ese fervor por la nación. “Si realmente amas a tu país, compartes su belleza con los demás como yo he hecho con Quebec”. Del amor al odio hay un paso, o eso dicen. “El comunismo fue malvado durante un tiempo, pero ya no hablamos de ello. Ahora de está de moda la inmigración”, dice sobre la ruleta que siempre tiene que señalar el mal en algún lado. “La migración siempre ha existido, todos venimos de África y nos trasladamos a todas partes”, apostilla.
“El comunismo fue malvado durante un tiempo, pero ahora de está de moda la inmigración”
Para la autora, la política es “peligrosa” porque implica una “interpretación” de cualquiera de los elementos que se entrelazan con ella. Procede a poner un ejemplo personal de cómo las cosas se tergiversan cuando pasan por el conducto del desglose emocional. Un día, fue a visitar a los padres de su novio y decidió ayudarles con la limpieza de la casa porque vio cosas que estaban fuera de su lugar y sabe que éstos no ven demasiado bien a causa de su edad. Lo hizo para ayudar, pero la madre de su pareja “se sintió muy insultada, pensó que estaba diciéndoles que no eran limpios”, dice. Una falta de entendimiento que recuerda a las sesiones parlamentarias de la política coyuntural.