Carlos Falcó en una imagen de archivo. (Europa Press)Tan solo seis días después de que se decretara el confinamiento a causa del coronavirus saltaba una noticia que cambió el panorama social: la muerte de Carlos Falcó. Según se conoció poco después, el marqués de Griñón se había contagiado de la enfermedad y, como consecuencia, se encontraba ingresado en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, donde finalmente falleció a los 83 años.
Por las restricciones sanitarias que había en ese momento el padre de Tamara Falcó no pudo tener ni entierro ni funeral y al tanatorio solo acudieron sus hijos para recoger sus cecinas. Su despedida se postergó hasta el año siguiente, a junio de 2021, cuando sus más allegados ya le pudieron decir adiós en una misa multitudinaria que estuvo marcada por las mascarillas y la tensión.
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Y es que si algo quedó claro tras la muerte de Carlos fue la gran distancia existente entre su mujer, Esther Doña, y sus hijos. Sus cinco descendientes nunca vieron con buenos ojos su relación con esta mujer, a la que le sacaba 40 años y, de hecho, ninguno acudió a su boda, celebrada en 2017. Los años no suavizaron la situación y pronto quedó claro que no iban a congeniar, algo que siguió siendo así tras la muerte del Marqués.
Carlos Falcó y su hija Tamara en una imagen de archivo. (Europa Press)Otro punto que se convirtió en conflicto fue la herencia del marqués de Griñón, pues sus propiedades quedaron repartidas entre varios de ellos, provocando una negociación que finalmente fue satisfactoria. “Esther se ha portado fenomenal”, llegó a reconocer Tamara Falcó en ¡Hola!, satisfecha porque pactaron con ella pagarle “un porcentaje del tercio de mejora que le correspondía de usufructo vitalicio”.
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Esther Doña fue una de las más afectadas por la muerte de Carlos, no en vano era su mujer y compartía con él el día a día. De la noche a la mañana sus planes de futuro se truncaron y se vio totalmente desolada. A modo de terapia escribió el libro La vida de un gran hombre a través de mis ojos, en el que repasó su historia de amor, habló sobre las críticas que recibió por la diferencia de edad y contó cómo había superado el vacío de perder a su esposo.
Tan sufrida se mostró Esther tras la muerte de Carlos Falcó que la noticia de que había vuelto encontrado el amor sorprendió a todo el mundo. El afortunado era el juez Santiago Pedraz, magistrado de la Audiencia Nacional y con quien se comprometió un año después de hacer público su romance.
Esther Doña y Carlos Falcó en una imagen de archivo. (Europa Press)Pocos días después del gran anuncio, sin embargo, se descubrió que habían roto de manera definitiva. “Nuestra relación es imposible, hablamos algún día, cuídate y besos”, le habría escrito él para poner punto final a su relación. Tras este mal trago a Esther le costó volver a ponerse en el foco público, pero cuando lo hizo con todo con detalle lo sucedido, afirmando que la ruptura con Santiago le dolió más que la muerte de Carlos. “Creo que ha sido por la indiferencia, ha sido muy traumático”, matizó.
Calmados ya los ánimos, Doña optó por un discreto segundo plano que mantiene a día de hoy. Su rostro ya no es un habitual ni en las cabeceras rosas ni en los programas de televisión y, para saber de ella hay que echar un vistazo a sus redes sociales, donde suele compartir detalles de su día a día.
Más allá del día a día, en estos cuatro años sin Carlos Falcó ha habido dos fechas en las que se ha notado especialmente su ausencia. La primera fue la muerte de Jaime Carvajal Hoyos, el marido de Xandra Falcó. El empresario falleció de manera repentina en septiembre de 2020 a los 56 años, dejando totalmente devastada a su familia, que aún no se había recuperado de la pérdida del marqués de Griñón.
“El día que falleció mi marido el mundo se volvió del revés”, reconoció de manera posterior en una entrevista para Vanity Fair, contando lo importante que era Jaime en su vida. “Fue el principal impulsor de mi vino. Él me apoyaba siempre en todo, pero en esto en concreto aún más, si cabe. Y falleció”, añadió, concluyendo que la lección que había aprendido de todo ello es que “la vida, por dura que sea, hay que afrontarla”.
En el otro extremo está la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva, en la que su ausencia se notó mucho y es que su hija, quien además heredó el título de marquesa de Griñón, no pudo ir al altar cogida de su brazo. Los dos estaban muy unidos y eso hizo que ese día tan especial tuviera un punto agridulce.
Unos meses después, la televisiva habló sobre su gran día en el programa El novato, donde confesó que “le eché mucho en falta y la verdad es que se lo hubiese pasado fenomenal. Lo habría disfrutado, porque es muy disfrutón. Me habría llevado al altar él, le habría hecho mucha ilusión. Pero yo no creo que la vida acabe aquí, estoy segura de que él estuvo presente. Creo que mi padre está en un sitio mejor”,