Rocío Jiménez tenía 11 años cuando una persona de su entorno cercano abusó sexualmente de ella. En la actualidad, utiliza sus redes sociales para poner voz y rostro a una realidad que sufre uno de cada cinco menores en España. “Es una experiencia que en mi caso me ha condicionado y que me condiciona durante toda mi vida, es algo que incide en absolutamente toda mi existencia”, explica a Infobae España.
“No sabía lo que era el abuso. Nunca había escuchado hablar de eso”, señala. En su caso, fue a los 17 años cuando supo poner nombre a lo que había vivido. Pero esto es algo que no sólo le ha pasado a ella, sino que se replica en una gran parte de las víctimas de abuso sexual. La Coordinadora de Proyectos de la Asociación Redime, Eva Medina, señala que la falta de herramientas por parte de los menores impide comprender lo sucedido. “No entiendes la realidad de lo que te está pasando. Es decir, a lo mejor tú sabes que algo no está bien, pero es difícil identificarlo porque la mayor parte de los casos de abuso no ocurre con violencia física, sino con seducción, con una seducción a nivel infantil. Es decir, te dan tiempo de calidad, te llevan a un parque, te ofrecen un regalo... Te hacen sentir que eres especial”. Por otra parte, romper con una situación de este tipo es aún más complejo cuando el abusador está dentro de casa. “A lo mejor por la noche abusa de ti y por la mañana te pone el desayuno”, añade.
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“El silencio es el peor enemigo de las víctimas”
Además, las víctimas no siempre cuentan con el respaldo de su entorno a la hora de hacer frente a su abusador. De hecho, la asociación Redime destaca que en el 50% de los casos estas no disponen de apoyo familiar. Esto se explica aludiendo a la idea de agresor que se tiene la sociedad. “Nos da mucha seguridad pensar que la gente que viola, que la gente que abusa, son desconocidos, porque al final a nadie nos gusta pensar que las personas con las que tenemos un vínculo son los verdaderos abusadores”, opina Rocío Jiménez. Sin embargo, tal y como ella sostiene, los datos hablan por sí solos. Casi el 75% de los abusadores forman parte del ámbito familiar o del entorno de la víctima, según el estudio La respuesta judicial a la violencia sexual que sufren los niños y las niñas.
Ahora, a pesar de que el abuso se produzca en la infancia, con el paso de los años el malestar persiste en la vida de las víctimas. “Siempre tienes la sensación de que no eres suficiente, de que algo no está bien”, relata Rocío Jiménez. Ella describe como le abrieron una parte de sí misma cuando aún no estaba preparada, ni para entenderla, ni para darle forma. Y lo que es más, cuando pudo entender lo vivido, los pensamientos de lo que pudo haber hecho se convirtieron en una nueva batalla.
Eva Medina apunta que es desde esta percepción de donde surgen las consecuencias más graves. “Los problemas aparecen sobre todo en la adolescencia y en la edad adulta. Llámense problemas de la conducta alimentaria, drogadicción, ideas autolíticas, ansiedad o depresión”, comenta. En paralelo, Medina también identifica la culpa y la vergüenza como dos elementos omnipresentes en el relato de las víctimas de abuso sexual. “La culpa y la vergüenza nos lleva al silencio. Y el silencio, evidentemente, es el peor enemigo de las víctimas”, sentencia.
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Cómo afecta a una víctima guardar silencio
Cristina Mateos, doctora especializada en violencia de género por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), analiza los factores que explican ese silencio. Por un lado, están los imperativos sociales que empujan a las víctimas a permanecer calladas. Por otro, el silencio “aparece en un contexto histórico en el que no ha habido ni atención, ni justicia, ni reparación para las víctimas. La voz de las mujeres ha sido negada históricamente, pero aún más con la violencia sexual. Nos han hecho creer que el silencio nos protegía, que si nadie removía el trauma, el trauma no existía. Pero el silencio no protege la violencia sexual”, añade.
En el caso de Rocío, fue una terapia grupal lo que le permitió romper con la barrera del silencio y también con el bloqueo psicológico que llevaba años acompañándola. “Me vino el recuerdo porque lo tenía paralizado. Gracias a eso he podido dar explicación a muchas de las cosas que me han ocurrido en la vida”, comenta. Luisa Fernanda Yágüez, psicóloga experta en abusos sexuales, explica que esto es algo común en las personas que han vivido este tipo de experiencias, es una forma de sobrevivir. “La disociación es un mecanismo que siempre está presente en estas víctimas. Es algo normal y natural que muchas veces hay que desmontar para poder acceder al recuerdo”, analiza.
La disociación como forma de supervivencia
“Es importante acercarnos a la realidad de las víctimas, porque ellas pueden aparentar que hacen su vida cotidiana con normalidad, que van a trabajar, que se levantan. Pero vivir en un proceso de trauma es vivir en una tortura permanente en donde la vida se hace muy complicada”, asegura la profesora Cristina Mateos. En la actualidad, Rocío, gracias a su trabajo, ha podido ser consciente de cómo actuó en ella el proceso de disociación. “Al final tú sacas la experiencia como si no la hubieras vivido, te despersonalizas de ti misma, estás en modo supervivencia y gracias a eso puedes ser una adulta funcional a los ojos de la sociedad. Pero no estás en modo consciente, no sabes identificar tus emociones”, asegura.
Por su parte, la psicóloga Luisa Fernanda Yágüez comenta que en el proceso terapéutico se trabaja, primero, en la asunción de la experiencia vivida, pero también, en la reconciliación con el propio cuerpo, en el control de los eventos que recuerdan al abuso y en las consecuencias que aparecen cuando la víctima expone la agresión. “A veces implica rupturas familiares cuando quien ha abusado ha sido alguien de la familia. Cuando la familia cree y protege a la víctima, se lleva a cabo un proceso de denuncia. También hay que manejarse con todo este proceso”, agrega. Yágüez advierte que en este tipo de casos, el proceso de recuperación se complica.
“Cuando los abusos ocurren dentro del entorno familiar, muchas veces son continuados a lo largo del tiempo. Y además se insertan en una relación afectiva o de confianza que el abusador pervierte o retuerce, con lo que el daño es bastante mayor”, apunta. Ahora bien, la psicóloga también ofrece un mensaje esperanzador: hay salida al sufrimiento asociado al abuso. “A ti te han hecho algo malo, pero tú tienes que tener que poder volver a recuperar tu identidad, tu vida, tu propia imagen frente al espejo”, asegura. Por ello, acciones como volver a reír, como volver a salir tranquila a la calle o como volver a tomar el control de las cosas, no son solo buenas, sino que son deseables.
Desde Redime también sostienen que la herida del abuso sexual, aunque deje cicatriz, se puede cerrar. El testimonio de Rocío da prueba de ello. “Me gusta mucho ponerme como ejemplo. Se puede ser una mujer exitosa, se puede ser una mujer tranquila, puedes tener relaciones íntimas a nivel emocional con otras personas. Es decir, vas a tener que trabajar más que el resto, está claro, pero no siempre la salida es que vas a estar completamente destruida”, concluye.