Las crisis y recesiones han alterado la participación de los dos principales factores productivos (capital y trabajo) en la generación del PIB. España ha tenido en los últimos 20 años un protagonismo de los beneficios empresariales y del capital sobre el PIB superior a la media de la UE y de la zona euro; la compensación a los empleados ha estado por debajo de la media de la eurozona y los impuestos tienen un claro diferencial negativo con ambas medias. No obstante, algo ha cambiado tras la recesión por la pandemia y la crisis inflacionista: la remuneración del factor trabajo crece más en España y ya se sitúa ligeramente por encima de la media europea.
No es solo que la recuperación de estos dos últimos shocks haya sido distinta a la de las crisis del 2008 y del 2012, sino que es sustancialmente diferente de lo que ha sucedido en términos generales en la UE. El reparto de la renta del lado de los trabajadores supuso un 47,8% del PIB de España en 2023, frente al 47% de la media de la UE y el 47,7% de la eurozona. La ganancia en España es de más de un punto en comparación con el valor de 2019 (46,6% del PIB) y es la cifra más alta para un periodo expansivo desde 2003.
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El reequilibrio ha servido para que el factor trabajo de España recupere el terreno perdido entre 2012 y 2019 a costa de los beneficios empresariales, algo que no fue la tónica habitual de la UE. El peso de los beneficios sobre el producto de los distintos países cayó a partir de 2008 y volvió a disminuir en 2012 con la crisis de deuda, llegando a marcar mínimos en 2019. En todo ese periodo, los beneficios marcaron récord de protagonismo en el PIB español por la destrucción de puestos de trabajo y el desplome de los salarios. Esto provocó que la productividad creciera a un ritmo intenso y la economía española ganara competitividad, aunque se dispararon los niveles de pobreza.
A partir de 2020, las tendencias de la UE y de España son totalmente inversas: los beneficios han ganado peso en la UE y marcan máximos desde 2008 (el 42,1% del PIB frente al 40,7% de 2019), pero lo han perdido en España (hasta el 42,3% frente al 43,2% de 2019). El mayor golpe se produjo con la pandemia, aunque se han vuelto a dejar una décima con la crisis de la inflación.
Que la remuneración del trabajo aumente más que los beneficios no significa que se hayan disparado los salarios, de hecho, han subido menos que en la UE. El crecimiento puede ser tanto en términos intensivos como extensivos y todo apunta a que se trata más del segundo caso. En primer lugar, el empleo ha crecido más en España: los ocupados han aumentado un 5,9% respecto al último trimestre de 2019, frente al 2,7% y al 3,1%, de la UE y de la eurozona, respectivamente. Esto se traduce en más salarios a pagar, por tanto, en un aumento de las retribuciones al factor trabajo.
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En segundo lugar, hay dos componentes de la compensación a los empleados que están detrás del impulso de las rentas del trabajo: las cotizaciones sociales que paga el empleador y los sueldos. Las primeras han aumentado más que los salarios, sobre todo a raíz de la entrada en vigor de la última reforma de las pensiones. Las cotizaciones que aportan las empresas tienen un peso sobre el PIB de España del 10,9%, solo por detrás de las de Francia, Bélgica y Estonia, mientras que el peso de los salarios en España (37% del PIB) sitúan al país en la parte inferior de la tabla y por debajo de las medias comunitarias.
No obstante, los sueldos han crecido como consecuencia de una presión de los trabajadores para compensar la inflación. Esta se ha visto beneficiada por existir un número récord de vacantes tras la pandemia y el pronunciado descenso del desempleo a tasas de 2008. A esto se añaden las intensas subidas del SMI por parte del Gobierno en los últimos años, por encima del resto de retribuciones salariales. Según la Contabilidad Nacional Trimestral del INE, los sectores en los que se ha producido un mayor aumento de la masa salarial entre el cuarto trimestre de 2019 y el mismo periodo de 2023 son información y comunicaciones (46,6%) y actividades profesionales, científicas y técnicas (34%). Son precisamente dos de las áreas que más auge de empleo han tenido en los últimos años y cuyos salarios son elevados.
Menos productividad, pero más consumo
El mayor impacto de los últimos shocks en los beneficios empresariales puede ser una de las causas de la lenta recuperación de la inversión privada, que aún no ha superado los niveles previos a la pandemia. La formación bruta de capital fijo también se ha resentido en la UE, lo que indica que hay más motivos, pero lo ha hecho en menor medida. Por otra parte, el empleo ha aumentado más que el PIB, lo que ha restado avance a la productividad desde 2019.
En el lado positivo, el aumento del empleo y de los salarios ha permitido mantener el consumo de los hogares, convirtiéndose en la pieza fundamental para el crecimiento en 2023 y más intensamente en 2024. Esto también ha contribuido a que la pobreza no se haya disparado con la crisis de la pandemia y de la inflación, aunque sí ha aumentado, especialmente en los indicadores de carencias materiales y sociales.
De cara a 2024, el Banco de España prevé que el crecimiento del empleo se reduzca y que los salarios suban menos ante un menor número de vacantes y un estancamiento del descenso del paro. Por otra parte, la reducción de la jornada laboral sin reducción de salario aumentaría los costes laborales y podría resultar en un nuevo golpe a favor de los trabajadores a cuenta de los beneficios.