Salvador Illa (La Roca del Vallès, Barcelona, 1966) es primer secretario del PSC y candidato por este partido a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña en las elecciones convocadas el 12 de mayo. Cualquier español al que se pregunte si le conoce recordará su rostro serio, su gesto cansado y su discurso solvente en televisión en los días más dramáticos que recuerda nuestro país en décadas. Puede parecer que fue más tiempo, pero tan solo fue un año ministro de Sanidad, hasta enero de 2021, cuando, ya con vacuna en los hospitales, Pedro Sánchez decidió darle un descanso, pero no librarle de la responsabilidad. Nada menos que gobernar Cataluña.
Y ganó. El PSC se impuso en 2021, pero solo en votos. Era lo previsto. Illa corre largas distancias y sabe de qué va esto. Y, por su perfil, no se le caía ningún anillo por liderar la oposición. Dice ERC, como crítica, que es “el delegado de Moncloa” en Cataluña. En verdad, es Illa quien ha de aterrizar el trabajo del presidente del Gobierno en el día a día en Cataluña si las urnas esta vez le permiten una mayoría también en escaños. Quien defendió los indultos, quien defiende la amnistía. Quien ha de demostrar que mereció la pena; que la convivencia deja atrás el procés. Los sondeos le dan la razón pero, según estos, no podría hacerlo sin el apoyo de ERC o Junts.
El candidato es licenciado en Filosofía y máster en Economía y Dirección de Empresas. Salvo un empleo de profesor asociado en la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna y un paréntesis de nueve meses como director general de una productora audiovisual, todos sus puestos han sido políticos o en instituciones. Fue alcalde de su localidad, La Roca del Vallés, una década, entre 1995 y 2005. Ya era concejal desde 1987. De 2005 a 2009 ejerció como director general de Gestión de Infraestructuras del Departamento de Justicia de la Generalitat. En 2010, como gerente de Empresa, Cultura e Innovación del Ayuntamiento de Barcelona.
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En 2016, Miquel Iceta designa a Illa secretario de Organización del PSC. Su talante le hizo despuntar como negociador, como persona indicada para obrar consensos. Así lo hizo en la Diputación o en el Ayuntamiento de Barcelona, o para convencer a ERC para su abstención en la investidura de Sánchez en 2020. A su llegada al Gobierno, muchos señalaron que su presencia se debía a la ‘cuota catalana’. Como fuere, terminó por la sabida y desgraciada razón siendo un ministro capital. Estos años en la oposición ha roto la política de bloques del procés, pactando con Pere Aragonès leyes de peso como la del catalán en las aulas o los últimos presupuestos.
Vida en el pueblo y un Golf
Es un hombre disciplinado, organizado y discreto al extremo. Y madrugador. Se levanta a las cinco de la mañana, recoge un perfil de la agencia EFE. Lo hace tan temprano para poder salir a correr. Sigue viviendo en su pueblo, a 35 kilómetros de Barcelona. Antes de las siete le recogen para llevarle al despacho, donde comienza el día con un té verde. Y religioso. Hace apenas unos días fue bendecido por el papa Francisco, un “momento muy especial” para el socialista. Pero, de vuelta al running, obliga remarcar que Illa era un fumador empedernido. Lo dejó en 2018 y ahora su vicio es gastar zapatillas. Sus marcas son muy reseñables.
La primera imagen que trasciende de Illa como corredor es en el maratón (42 kilómetros y 195 metros) de Valencia de 2022, con un tiempo de tres horas y 49 minutos. Una de las carreras míticas del calendario es la Behobia (20 kilómetros), que completó en una hora y 11 minutos. Hace apenas unos días batió su récord personal en maratón por las calles de Barcelona, con un tiempo de tres horas y 40 minutos, al alcance de no demasiados corredores populares y menos a su edad. Cabe recordar que tiene 57 años. Entrena cuatro días por semana y lo hace por salud física y también, confesó a La Vanguardia, mental.
En su etapa actual, líder del PSC en el Parlament, Illa ha tenido/tiene un salario bruto de 88.855,48 euros anuales, lo que al mes suponen 6.346,82. Como ministro cobraba 14.000 euros menos, en concreto 74.858,16. Austero, solo se le conoce un coche, un Volkswagen Golf, que conduce desde hace años, y además de una plaza de garaje solo posee una propiedad, en la que vive junto a su mujer y su hija. Un hombre sencillo ante el mayor reto de su trayectoria. No solo él (también Sánchez, y España) se juega mucho en Cataluña. Sí parece el adecuado para soportar tal presión, dicen los precedentes. “Pasar página es unir a los catalanes”, proclama y promete.