Uno de los supuestos principales en los que se sustentan las proyecciones de gasto en pensiones es el crecimiento de la población extranjera en España y su incorporación cada vez mayor al mercado laboral. Se espera que los extranjeros compensen la baja tasa de natalidad de los españoles y contribuyan a sostener las tasas de empleo a pesar del envejecimiento poblacional. Según los datos provisionales del INE, la población extranjera aumentó en 401.882 personas durante 2023, un 6,6% anual, pero en 2022 el crecimiento fue de 580.574 personas, un 10,5%. El boom de ese año se debe en gran medida al fin de las restricciones a la movilidad por la pandemia e iguala al registrado en los momentos de la burbuja inmobiliaria, pero no es sostenible en el tiempo.
De hecho, la caída estaba prevista por todos los organismos, aunque unos se han aproximado más a la cifra final que otros. El INE calculó un crecimiento de 487.000 personas en 2023, muy similar al de la Comisión Europea (482.300). Quien más se ha acercado es la AIReF (371.000) y el más pesimista fue el Gobierno, estimando en su informe de gasto en pensiones un crecimiento de solo 300.000. La proyección de inmigración neta del Ejecutivo presenta una curva distinta a la del resto de los organismos: más pesimista en los primeros años, pero notablemente más optimista a partir de 2035.
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Lo relevante es que la desaceleración en el crecimiento de la población extranjera en 2023 ha sido compatible con una incorporación más intensa de inmigrantes al mercado laboral español, lo que ha dado como resultado un aumento de un punto anual de su tasa de empleo medida por el INE hasta alcanzar el 57,1%, máximo desde 2008. El número total de ocupados extranjeros ascendió a una media de 2.896.100 personas en 2023, según la EPA, un aumento anual del 11,6% con el que se logró superar también el récord anterior de 2008.
Es fundamental que el crecimiento migratorio vaya seguido de un aumento del empleo extranjero y de una mejora de sus condiciones porque la integración laboral de la población extranjera aún es menor que la de los españoles, pese a su mejora en los últimos años. Tienen más dificultades de acceso al empleo y cobran salarios más bajos en puestos menos cualificados. Esto termina redundando en una mayor incidencia de la pobreza entre los inmigrantes: la tasa de riesgo de pobreza en la población extranjera no europea fue del 47% en 2022 (del 29% la europea) mientras que la de los españoles se sitúa en el 16,2%.
Aunque los extranjeros tienen una tasa de actividad y de empleo más elevada en el INE que la de los españoles, esto no significa que los foráneos trabajen más, ya que dichas tasas son menores en las edades con más incidencia del empleo. Lo que sucede es que tienen menos presencia en las franjas de las edades más avanzadas, donde se concentra la inactividad. Según un informe del ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, la menor tasa de empleo y de actividad “en la inmensa mayoría de los tramos de edad potencialmente activos” son indicadores relevantes de la “falta de integración laboral” de la población extranjera.
Otro indicador revelador en este sentido es que los inmigrantes tienen una tasa de paro más elevada que la de los españoles, del 17,7% en 2023 frente al 11,1%. Aunque el descenso en el paro de los extranjeros ha sido mucho más pronunciado que el de los autóctonos en los tres últimos años, su peso en el paro, suponiendo el 21,6% del total, es mayor que entre la población ocupada, el 13,8%.
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Tienen empleos más precarios, pero se ha iniciado un cambio
Los inmigrantes están ocupados en mayor medida en sectores de menor productividad, con peores condiciones laborales y menores salarios. El Banco de España señala en su informe trimestral de marzo que el dinamismo del empleo extranjero ha contribuido a “aliviar” el tensionamiento de algunos de los sectores donde las empresas reportan mayor escasez de mano de obra, como la hostelería y la construcción. En efecto, los mayores aumentos de afiliados extranjeros a la Seguridad social entre 2023 y 2022 se ha producido en estos dos sectores, ganando 53.568 afiliados y 29.046, respectivamente.
Sin embargo, se empieza a ver un cambio de tendencia en la composición del empleo extranjero: los mayores crecimientos porcentuales se han dado en el sector energético (25,4%), información y comunicaciones (16,9%) y actividades profesionales, científicas y técnicas (14%). España está empezando a atraer inmigración para vacantes cualificadas, aunque el peso de estos casos sobre el total es todavía reducido. Este auge debería reflejarse en los salarios, que todavía son notablemente más bajos que los de los españoles.
En concreto, los extranjeros cobraron 1.667 euros brutos al mes en 2022, según el INE, frente a los 2.217 euros de los españoles. La investigadora Carmen González recuerda en un artículo reciente publicado en el Real Instituto Elcano que el gran crecimiento poblacional no ha contribuido a aumentar el PIB per cápita, algo relacionado con las características del empleo extranjero. En su opinión, en España falta reflexión sobre “qué tipo de inmigración debería atraer el país” y la relación entre esta y el modelo económico y social.
Pide pensar, entre otros aspectos, en “cómo afecta al sistema de pensiones un crecimiento del empleo basado en bajos salarios” (que conllevan bajas cotizaciones) y en los problemas políticos y sociales que pueden causar las elevadas tasas de pobreza y exclusión entre la población extranjera.