“Pensaba en suicidarme todos los días como salida al maltrato de mi pareja, pero la terapia me salvó”

La violencia machista aumenta el riesgo de suicidio, una realidad aún invisibilizada. En Francia, por ejemplo, más de 700 mujeres se suicidaron o intentaron suicidarse en 2022 ante el maltrato de su pareja o expareja

Marina Marroquí, educadora social y especialista en violencia de género, sufrió maltrato por parte de su pareja.

Marina Marroquí sufrió violencia de género desde los 15 a los 19 años, cuatro años de terror en los que no se atrevió a denunciar ni las violaciones ni las innumerables palizas y humillaciones que recibía por parte de su novio. A consecuencia del maltrato, tenía ataques de ansiedad, no podía dormir e incluso desarrolló una bulimia nerviosa y, durante mucho tiempo, contempló el suicidio como única opción ante ese “pozo sin salida”. Marina asegura que llegó a tener todo “perfectamente planificado” para quitarse la vida, pero no lo hizo porque su familia, alertada por ese trastorno alimenticio, decidió enviarla al psiquiatra y ahí descubrieron que el problema escondía mucho más detrás.

“Yo estaba tan anulada que no reconocía el maltrato. Fue la psiquiatra quien detectó que algo no iba bien y en seguida se lo comentó a mi familia, que supo ver la magnitud del problema. Ahí me quitaron el móvil y me encerraron en casa, porque una cosa era verme triste o que no quisiera quedar con las amigas, y otra muy distinta, esto”, cuenta Marina a Infobae España. Ese silencio que guardó durante tanto tiempo es habitual entre las víctimas de maltrato, pues tal y como indica un estudio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, las mujeres tardan de media entre 8 y 9 años en denunciar la situación, debido principalmente al miedo al agresor.

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Poner nombre a lo que estaba pasando se convirtió para Marina en el principio del fin de aquel maltrato físico y psicológico, aunque su expareja siguió vigilándola y amenazándola durante mucho tiempo, “hasta que cansó y encontró a otra mujer a quien hacer la vida imposible”, aclara.

“Al menos podría decidir cuándo morir”

Por extraño que parezca, Marina asegura que contemplaba el suicidio como “un acto de valentía”, porque después de cuatro años en los que su maltratador había controlado todos los aspectos de su vida, “al menos podría decidir cuándo morir”. “En aquel momento lo pensaba así porque mi cerebro estaba totalmente retorcido por mi maltratador, una persona que te ha enseñado que nunca vas a poder defenderte, que él no va a salir de tu vida y que tú ya eres así y no vas a cambiar. Yo solo tenía claro que no quería sufrir más”, recuerda, pero por suerte pudo verbalizar lo que le estaba ocurriendo y su psiquiatra le dejó claro desde el principio que podía tener otra vida y ser feliz, aunque el camino iba a ser complicado y requería de tiempo y mucha ayuda. “No me exigía una felicidad, sino que me daba una razón para vivir un día más”, dice Marina, que ahora tiene 36 años y desde hace ya mucho tiempo se desempeña como educadora social y especialista en violencia de género.

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Marina Marroquí.

La importancia de aplicar la perspectiva de género

Aunque tomó medidas, como cambiar de ciudad para tratar de empezar de cero, asegura que lo que realmente le ayudó a “superar todas las secuelas y no acabar suicidándose” fue esa terapia con profesionales especializados en violencia de género, de ahí la importancia de que las mujeres víctimas de esta violencia puedan acceder a recursos y servicios públicos donde se aplique una perspectiva de género — tanto en el ámbito social como en el judicial y policial — y se les ofrezca una atención integral.

El impacto de la violencia machista es devastador en la salud mental de las mujeres, provocando problemas que pueden prolongarse durante años. Son habituales los trastornos por estrés postraumático al verse sometidas a una situación en la que se sienten sobrepasadas o incluso amenazadas de muerte, así como los trastornos depresivos, el deterioro de la autoestima o el suicidio porque “no ven otra salida”. De hecho, la Organización Mundial de la Salud ya ha alertado de que los suicidios son una de las consecuencias fatales de la violencia de género y así lo demuestran casos recientes como el de una mujer de 31 años que se suicidó en Valladolid el pasado mes de diciembre tras precipitarse desde el tercer piso donde residía después de discutir con su expareja, que tenía una orden de alejamiento por maltrato.

En Francia, por ejemplo, país que cerró 2023 con 94 mujeres asesinadas por la violencia machista según datos del Ministerio de Justicia, en 2022 un total de 759 mujeres se suicidaron o intentaron suicidarse ante el maltrato de su pareja o expareja, tal y como recoge un artículo publicado por el periódico Le Monde, que indica que a pesar de que este delito va en aumento, sigue siendo poco visible. En ese sentido, la abogada Eugenia D’Angelo explica a este periódico que la tentativa de suicidio feminicida no está considerada en la legislación francesa y que “no se tiene en cuenta el control coercitivo que puede llegar a tener el agresor sobre las víctimas”, cuya palabra se sigue poniendo en duda a no ser que “vayan a denunciar con un ojo morado”, critica.

Mural en repulsa de la violencia machista en Granada. (Álex Cámara - Europa Press)

Sin datos específicos en España

En España, que en 2023 registró 58 asesinatos machistas según la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, el suicidio se mantuvo en 2022 como la primera causa de muerte externa, con 4.227 fallecimientos, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística, de los que 3.126 eran hombres y 1.101 mujeres, pero no hay un registro específico de cuántas de ellas se quitaron la vida a consecuencia de los malos tratos de su pareja o expareja.

A falta de esos datos e investigaciones más amplias sobre esta realidad poco visible, la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019, la última disponible, sí indica que la prevalencia de pensamientos suicidas entre las mujeres que han sido víctimas de violencia física o sexual de una pareja es cinco veces superior a la que aquellas que no la han sufrido al alcanzar el 25,5% frente a un 4,7%.

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Esa misma encuesta también refleja cómo la violencia machista hace que las mujeres asistan con mayor frecuencia a los servicios de atención sanitaria, aunque el maltrato haya ocurrido en el pasado. Así, casi el 42% de las mujeres maltratadas afirmó haber utilizado algún servicio de urgencias por problemas o enfermedades en los 12 meses previos a las entrevistas, frente al 25,8% de las que nunca han sufrido violencia en la pareja. De la misma manera, el 20,9% había acudido a un psicólogo o psiquiatra, en comparación con el 7,1% de las que nunca han sufrido violencia en la pareja.

Otra cifra preocupante es la que recogió el estudio Suicidio y Violencia de Género elaborado en 2006 por Miguel Lorente, Cruz Sánchez de Lara y Covadonga Naredo, que reveló que el 64% de las entrevistadas en centros de acogida de mujeres víctimas de maltrato se había intentado suicidar y el 80% lo había pensado.

Miles de personas se manifestaron el pasado 8M en Madrid. (HELENA MARGARIT CORTADELLAS)

Las víctimas están aisladas

La psicóloga Vicenta Alonso, coordinadora de la Comisión de Igualdad del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia, deja claro que la violencia de género es “un factor de riesgo de primer orden en cuanto a la conducta suicida”, pues acaba con la autoestima de las mujeres que la sufren, y lamenta que en España no haya datos específicos al respecto. “Esta violencia machaca a las mujeres porque a veces se tarda en identificar el problema y están aisladas. Si además hay una dependencia económica por parte de las víctimas, se produce un coctel perfecto para que las mujeres tengan una visión túnel en la que no ven salida y optan por conductas autolíticas, no porque quieran dejar de vivir, sino porque quieren dejar de sufrir y solo ven esa solución”, añade la experta.

Alonso también advierte de que la violencia machista “es aún peor” para los hijos e hijas menores de edad que la sufren, ya que es su propio padre, su supuesto “referente”, el que maltrata a su madre, que a su vez “no tiene capacidad de hacerse cargo de ellos porque bastante tiene con sobrevivir”.

En lo que va de año, 5 mujeres han sido asesinadas en España a manos de su pareja o expareja, lo que eleva la cifra a un total de 1.245 feminicidios desde 2003, año en que empezaron a recopilarse estos crímenes machistas, mientras que el número de menores de edad huérfanos por violencia de género asciende a 434 desde 2013, cuando comenzaron a contabilizarse estos casos, dos de los cuales se han producido este 2024.

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