La inflación de los alimentos se ha desacelerado y abandonó los dos dígitos de crecimiento en octubre de 2023 por la disminución de costes de la energía y de los fertilizantes, insumos que se dispararon con la invasión rusa de Ucrania. Sin embargo, el ritmo de encarecimiento ha vuelto a repuntar en determinados productos expuestos a las condiciones climatológicas adversas de los últimos meses y activan la alerta de cuál puede ser la evolución de algunos alimentos básicos si persiste la falta de lluvias y las elevadas temperaturas.
Según señala el Banco de España en sus proyecciones de marzo, esto ha supuesto una “sorpresa al alza” y ha llevado a sumar dos décimas a la previsión de inflación, aunque han sido más que compensadas por el descenso de la energía y la extensión de las medidas anticrisis. Según los datos del INE, el repunte se nota especialmente en el aceite de oliva, las frutas frescas, y las legumbres y hortalizas frescas: todos estos productos crecieron en enero de 2024 a un ritmo mayor que en el mismo mes de 2023 a pesar del descenso de las materias primas.
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De hecho, hay otros alimentos expuestos a las condiciones climatológicas cuyos precios han repuntado desde el verano o en los últimos meses, como las patatas y los zumos de frutas y vegetales. Por ejemplo, el aceite de oliva registró en enero un aumento de precio del 62,9% en comparación anual, mientras que en el mismo mes de 2023 el crecimiento fue del 30,5%. Las frutas apenas se encarecieron un 4% en enero del año pasado, frente al 17,9% de este año.
Según los datos provisionales de la renta agraria publicados por el Ministerio de Agricultura, el volumen de producción vegetal ya cayó un 11,7% en la campaña 2022-23 como consecuencia del “mal año hidrológico”, siendo especialmente pronunciado el descenso en el aceite de oliva, del 58,6%. No obstante, los precios se incrementaron en origen en prácticamente todos los cultivos (menos los cereales), liderando el aceite de oliva con un encarecimiento del 70,7% respecto a la campaña anterior.
Ante esta “resistencia a la baja” de los precios de ciertos alimentos el director general de Economía y Estadística del Banco de España, Ángel Gavilán, ha señalado este martes que la institución ya está trabajando en la cuantificación del impacto de la sequía y de las condiciones meteorológicas adversas en la inflación. El Ministerio para la Transición Ecológica identifica por el momento a Andalucía, Cataluña y el sur de Castilla-La Marcha como las zonas en “emergencia” por escasez de agua, aunque la situación de alerta o prealerta se extiende a buena parte de la costa mediterránea (Castellón, Alicante y Murcia) y a otras zonas del interior y se ha agravado en los últimos meses.
De continuar esta tendencia, los alimentos impactados por la sequía se podrían encarecer aún más, algo que se vería agravado a partir del 1 de julio por el fin de la rebaja del IVA del Gobierno. Los descuentos del 4% al 0% y del 10% al 5% atañen a gran parte de los productos afectados por las malas condiciones climáticas y el Ejecutivo no se plantea por el momento volver a prorrogar los descuentos. La última extensión de la vigencia fue en diciembre y contribuyó (junto con el resto de medidas) en dos décimas al déficit, algo que no ayuda a cuadrar las cuentas públicas y el límite de gasto para cumplir las nuevas reglas fiscales.
El cambio climático produce inflación
Estos repuntes en los precios y las transformaciones del tiempo se enmarcan en un debate más amplio sobre el impacto macroeconómico del cambio climático, que aumenta la frecuencia de las sequías y eleva la temperatura. El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, se ha referido a estudios al respecto en una intervención reciente, señalando que una sequía o una ola de calor severa en España restaría impulso al crecimiento económico (1,3 puntos de PIB) y conllevaría un aumento de la inflación de 1,5 puntos. Aunque estos cálculos son para un escenario teórico (no el actual), adelantan los problemas que pueden acarrearse del agravamiento de la situación, aspecto poco estudiado en el ámbito macroeconómico y raramente incluido en los modelos de proyecciones.
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Por otra parte, un estudio publicado recientemente por el BCE (The asymmetric effects of weather shocks on euro area inflation) señala que las tasas de inflación de España son las “más sensibles” entre las cuatro economías más grandes del euro a las “perturbaciones relacionadas con la temperatura”, especialmente en verano y otoño. Los efectos más significativos se observarían, explica el documento, en los alimentos elaborados, los alimentos no elaborados y los servicios, precisamente la situación que comienza a producirse. La mayor sensibilidad de España respecto a Francia, Italia y Alemania se debe al clima de referencia de la península, más cálido y seco que el promedio del resto y con más riesgo de desertización.