Celia Rico debutó con Viaje al cuarto de una madre, por la que estuvo nominada al Goya a la mejor dirección novel. En ella sentó las bases de su estilo, también de su sensibilidad a la hora de acercarse a historias que surgen de las relaciones personales dentro de espacios de intimidad cotidiana.
En su primera película abordaba los vínculos materno-filiales entre una mujer de mediana edad (Lola Dueñas) y su hija veinteañera (Anna Castillo) después de la muerte del esposo-padre. La joven tenía la necesidad de volar fuera del nido, pero no sabía cómo iba a afectar eso a su progenitora después de la pérdida.
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Dos generaciones de mujeres
Ahora, regresa con Los pequeños amores, que casi podría considerarse como una continuación espiritual de su anterior película. Las edades de la madre y de la hija, han aumentado: Ani (Adriana Ozores), se acerca a los 70, y Teresa (María Vázquez) a los 40 y ambas se enfrentan a sus respectivas crisis.
Se unirán durante un verano, después de que Ani se rompa una pierna y necesite los cuidados de Teresa. Hace tiempo que no conviven juntas, y las tensiones resultarán inevitables, pero también importantes a la hora de seguir creciendo y evolucionando, tanto de forma individual como en su propia relación.
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“Quería hablar de unos momentos vitales muy determinados que implican replantearse muchas cosas. En el caso de Ani, está presente el tema de los cuidados, la dependencia. Y en el de Teresa, por ahí se encuentra agazapado el reloj biológico. Quería reflexionar sobre estas cuestiones, pero desde el espacio de la creación, abriendo a los espectadores la posibilidad de que establezcan un diálogo con la película”, cuenta Celia Rico a Infobae España.
Miedos que se traspasan de madres a hijas
En efecto, se trata de miedos congénitos. ¿Quién cuidará de nosotras cuando seamos mayores? ¿Quiero o no quiero tener hijos? En el tema de los cuidados, a Celia Rico le preocupa que como sociedad no se establezca un debate sobre esta cuestión. “Necesitamos encontrar un modelo sostenible para el futuro, sobre todo para las mujeres, que son las que se encargan de estas cuestiones de una forma más afectiva”.
La película se presentó en el pasado Festival de Málaga y consiguió el Premio del Jurado y el de mejor actriz de reparto para Adriana Ozores, que está magnífica como esa madre, que todos podemos tener, un poco controladora, que riñe constantemente porque las cosas hay que hacer como ella dice.
“Creo que las madres de cierta generación han intentado que hiciéramos todo lo que ellas no pudieron. Y eso es un arma de doble filo, porque al final, porque hacemos justo lo opuesto a lo que les hubiera gustado, porque nos hemos sentido presas de ciertas expectativas que caían sobre nosotras”, continúa Celia Rico.
Sin embargo, eso no quiere decir que la directora no reivindique a esas madres que, al fin y al cabo, nacieron en una época muy diferente a la nuestra en la que se carecía de la libertad que existe ahora. En cualquier caso, existe un problema de comunicación de base generacional. “A veces nos dicen las cosas de una forma que hace mucho daño, lanzan dardos y ni siquiera se dan cuenta, lo cual no significa que no te apoyen y no te quieran. A mí últimamente me encanta que mi madre se queje, que no se tenga que callar las cosas y que pueda decir lo que le de la gana, porque es una forma de liberación”.