La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha recibido este martes a los mandos de la Guardia Militar de Fronteras de Ucrania (DPSU, por sus siglas en ucraniano), cuerpo que, desde el comienzo de la guerra contra Rusia, ha tenido un papel relevante en primera línea de combate. La delegación ucraniana ha estado liderada por el teniente general Andriy Kucherenko, segundo jefe de la unidad.
De acuerdo a lo informado desde el Ministerio, el propósito de esta visita ha sido dar a conocer a las autoridades del país invadido las capacidades con las que la industria militar española podría contribuir de manera directa para apoyar los esfuerzos de las Fuerzas Armadas de Ucrania en la defensa de su país. Por esta razón, la representación ucraniana, que ha contado también con la presencia de su directora general de Cooperación Internacional y su director general de Armamento y Material, ha mantenido reuniones con distintas empresas nacionales, para conocer de primera mano las tecnologías que estas podrían ofrecer para su utilización en el campo de batalla.
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Durante la reunión, Robles ha reconocido la relevancia de la Guardia de Fronteras para la defensa de Ucrania no sólo en el frente de combate sino también su labor humanitaria y de asistencia a los heridos, dado que la unidad es la encargada de trasladar frecuentemente a los heridos al hospital de campaña donado por el Gobierno español o a otros centros de salud civiles ubicados en la retaguardia. Por su parte, el cuerpo militar ucraniano ha agradecido la contribución española desde que estalló el conflicto, a la que han destacado por su agilidad, eficacia y permanente adaptación a las necesidades más urgentes a las que se enfrentan los soldados ucranianos.
El polémico fusil ‘Cetme L’
La ayuda española a la Guardia de Fronteras ha sido cuantiosa y ha englobado desde carros blindados para la protección de la movilidad, a armamento ligero, munición y diversas ambulancias y vehículos logísticos. Sin embargo, una de las donaciones que más ha llamado la atención ha sido el polémico fusil diseñado y fabricado 100% en España Cetme L, arma que fue retirado de servicio, en 1999, por presentar numerosas fallas y almacenado en los arsenales de las Fuerzas Armadas españolas, donde se creía aún se encontraban.
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No obstante, el pasado agosto, durante una parada militar con motivo del 32º aniversario de la Independencia de Ucrania, la sorpresa fue mayúscula cuando guardias fronterizos desfilaron portando el Cetme L. La única forma en la que esta arma, que jamás se exportó y solo estuvo en servicio en España, haya llegado a las manos de los soldados ucranianos es que formase parte de las distintas remesas de armamento que el Gobierno ha enviado al país en guerra. A pesar de que este donativo nunca ha sido confirmado por la cartera de Robles, fuentes militares ucranianas y españolas han confirmado la entrega de entre 1.000 y 2.000 de estos fusiles, provenientes de un stock de alrededor de 25.000 unidades que nunca llegaron a utilizarse, según publicó entonces The Objective.
Un arma con “deficiencias técnicas”
El Cetme L se introdujo como fusil reglamentario en 1986. El arma fue diseñada por el desaparecido Centro de Estudios Técnicos de Materiales Especiales (Cetme) y fabricado por la otrora empresa pública Santa Bárbara, hoy propiedad de la gigante estadounidense General Dynamics Land Systems. El Ministerio de Defensa invirtió 12 millones de pesetas en el desarrollo y compra del arma, de las que adquirió 100.000 unidades: 80.000 para el Ejército de Tierra y 20.000 a repartir entre la Armada y el Ejército del Aire. De esta manera, cada Cetme L costó 120.000 pesetas, el doble de lo que valía su principal competidor: el M-16 de Estados Unidos.
Desvío del cañón tras varios disparos, pérdida de precisión, alcance de elevadas temperaturas, fallas en el sistema de expulsión de los cartuchos y encasquillamiento fueron algunos de los problemas sobre los que el Ejército de Tierra informó, en 1995, acerca del fusil. Finalmente, se llegó a la conclusión que el arma era imposible de reparar, ya que supondría tener que cambiarle el cañón a todas las unidades, y se decidió buscarle un reemplazo: el alemán HK G36E. Hacia finales de la década de los ‘90, cuando el Cetme L ya tenía los días contados, Santa Bárbara admitió que el arma presentaba “deficiencias técnicas”, pero aseguró que estas no afectaban a la seguridad de los soldados.