La obsesión por los cosméticos que genera ansiedad y depresión entre menores ya tiene nombre y preocupa a los psicólogos

Basta con hacer una búsqueda en redes sociales con las palabras “cuidado facial” para encontrar cientos de vídeos en los que niñas, niños y adolescentes se aplican maquillaje y productos como sérums con retinol o ácido hialurónico

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El uso de cosméticos desde
El uso de cosméticos desde la infancia no solo puede provocar problemas de piel. (Mariana Mejía/Infobae)

Limpieza, hidratación y protección solar. Una piel joven no debería necesitar mucho más que esos tres pasos para estar cuidada y saludable. Sin embargo, las redes sociales han desatado la fiebre por los cosméticos y el cuidado de la piel entre niñas, niños y adolescentes, que siguen a pies juntillas los consejos y recomendaciones de jóvenes influencers en TikTok sobre productos de belleza relacionados tanto con el maquillaje como con rutinas faciales que incluyen productos antiedad que no necesitan y que incluso pueden ser perjudiciales.

A esta adicción a la compra y uso de cosméticos se le conoce como cosmeticorexia y ya causa preocupación entre los profesionales de la dermatología tras un aumento en las consultas por irritaciones o incluso quemaduras a consecuencia de esta obsesión en menores de edad por la belleza y una piel perfecta, si bien los psicólogos también advierten de los problemas de autoestima y ansiedad que puede generar en edades tan jóvenes. De hecho, la prensa anglosajona ya ha bautizado como sephora kids a las niñas y adolescentes que compran cosméticos de forma compulsiva en esta conocida marca francesa. Basta con hacer una rápida búsqueda en TikTok con las palabras “cuidado facial” (skincare en inglés) para encontrar vídeos con miles de reproducciones en los que se aplican maquillaje y mezclan productos como cremas reafirmantes, retinol, serum, colágeno o ácido hialurónico, ya sea desde Estados Unidos, España o América Latina. Se trata de un negocio que no deja de crecer.

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En realidad, en España ya desde hace unos tres años, explica a Infobae la dermatóloga Ana Molina, las redes sociales comenzaron a inundarse de vídeos en los que personas inexpertas hablaban sobre el cuidado de la piel, recomendando sus rutinas cosméticas “con conceptos mal explicados” y animando a la gente a comprar ciertos productos. Pero lo que ha cambiado en los últimos meses es que muchos de esos vídeos los protagonizan adolescentes que, a través de la imitación de lo que ven, se maquillan y aplican productos antiedad, algo que en una piel tan joven “puede generar un efecto cóctel y provocar alergias e irritaciones, bien por ser inadecuados o porque contienen principios activos exfoliantes que ya son irritantes per se, más aún cuando no saben qué cantidad es la adecuada ni cómo hay que aplicarla”, añade la directora de comunicación de la Academia Española de Dermatología.

“No tiene ningún sentido que utilicen esos productos, porque en edades tan tempranas la piel solo necesita crema hidratante y un fotoprotector y, en el caso de que tengan acné, un producto limpiador suave o que contenga hidroxiácidos para exfoliar la piel”, asegura Molina. No obstante, sí hay casos en los que los dermatólogos recomiendan sustancias como los retinoides, que incluyen la vitamina A, para “tratar los primeros granos del acné en preadolescentes o alguna patología dermatológica como la psoriasis”, pero siempre bajo prescripción médica y sabiendo utilizarlos adecuadamente, “no por su cuenta ni combinándolo con muchos otros pasos” como se aprecia en los vídeos que suben a las redes sociales.

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“Entre la dismorfia corporal y la adicción”

Esta presión estética por tener una piel perfecta no solo tiene consecuencias físicas, sino que también tiene un impacto en la salud mental de los más jóvenes, ya que la adolescencia es una etapa llena de inseguridades en la que se producen muchos cambios físicos y se está construyendo una identidad psicológica, de manera que esa presión puede provocar crisis de autoestima, ansiedad o depresión.

Una niña aplica crema a
Una niña aplica crema a su madre. (Freepik)

En ese sentido, Consuelo Tomás, especialista en Psicología Clínica, recuerda que la autoestima de los adolescentes “está determinada por el número de likes” que reciben en redes sociales y, si no se sienten bien con su piel, “a veces ni siquiera quieren salir de casa”. En otras ocasiones, le dedican tanto tiempo a estas prácticas de belleza que su rendimiento académico se ve deteriorado, al igual que su descanso. “Todo esto les provoca problemas en el estado de ánimo como ansiedad e irritabilidad”, resume. De ahí la importancia de que la autoestima “no esté solo basada en valores superficiales, sino en que la persona se sienta bien”, por lo que la experta recomienda trabajar más la aceptación y no dar tanta importancia al aspecto físico.

La cosmeticorexia no tiene una categoría diagnóstica dentro de los trastornos de salud mental, explica Tomás, directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones no Tóxicas, por lo que algunos profesionales lo ven como una dismorfia corporal, es decir, cuando alguien no puede dejar de pensar en defectos de la apariencia, mientras que otros lo consideran una adicción. En realidad, la cosmeticorexia “reúne los criterios de una obsesión por tener un cutis perfecto, lo cual hace que se acaben teniendo comportamientos adictivos”, indica Tomás, que asegura que esta práctica tiene similitudes con la vigorexia, el trastorno que lleva al límite la obsesión por el estado físico, sobre todo en el caso de los chicos.

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“Las chicas se preocupan más por su rostro que los chicos, que generalmente tienen más problemas con su imagen corporal porque quieren cuerpos musculados. En cualquier caso, la cosmética y la vigorexia comparten una obsesión por querer un cuerpo maravilloso y en ambas hay una preocupación excesiva por defectos o imperfecciones a los que normalmente otras personas no darían ninguna importancia”, añade la experta. Si bien recuerda que la aceptación y aprobación social por el grupo de iguales es especialmente relevante en la adolescencia, en estos casos “solamente se busca el sentirse bien y pensar que los demás van a aceptarte en función de una apariencia física y de un cutis facial impecable”.

Como sucede con otro tipo de adicciones, a las personas obsesionadas con el uso y compra de cosméticos también les cuesta reconocer el problema, pues aunque admitan el hábito, no lo consideran una dependencia. En el caso de los menores de edad, Tomás recuerda que tampoco se trata de una fase, “sino de algo serio”, porque una cosa es que los preadolescentes y adolescentes “estén en una edad donde exhiban sus cuerpos o se maquillen” y otra muy diferente es que “se les escape de las manos y no puedan dejar de hacerlo”. Y aunque cada caso es diferente y no se puede generalizar, los expertos siempre recomiendan acudir a un psicólogo, buscar ayuda profesional.

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