Javier Gómez Bermúdez presidió el juicio de los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, de los que ahora se cumplen 20 años. Su tribunal dictó una sentencia que, según él, dejó “todo clarificado” aunque para algunos aún quede pendiente descubrir al autor intelectual de la masacre.
Gómez Bermúdez recuerda que el terrorismo yihadista no es jerárquico y que, seguramente, no hubiera una figura concreta que ordenara los atentados, según recalca en una entrevista con EFE, en la que a título personal, opina que el Gobierno de ese momento tenía que haber suspendido las elecciones generales del 14 de marzo, que estaban convocadas para ese domingo, tres días después de la tragedia.
Pregunta.- ¿Cómo recuerda el 11 de marzo de 2004?
Respuesta .- Estaba afeitándome. Siempre oigo las noticias en la radio cuando me levanto mientras me afeito y me preparo para salir. Me tomo un café en el mismo baño. De pronto oí la noticia. Vivía muy cerca entonces de la Audiencia Nacional. Aceleré todo lo que pude y me fui para allá.
P.- Tres años después comenzó el juicio. Duró cuatro meses ¿Cómo lo vivió?
R.- Con mucha intensidad. El juicio duró desde el 15 de febrero de 2007 hasta julio. Pero en realidad fue un año de trabajo intenso, sobre todo antes de dictar la sentencia. Había muchos problemas de gestión y organizativos. No era solo una cuestión jurídica, era una cuestión de control de todos los posibles incidentes y de que hubiera coordinación en todo.
P.- ¿Tomaron alguna medida para abstraerse del clima político, de injerencias políticas, que se respiraba?
R.- La verdad es que no. Podemos decir de una forma muy gráfica que durante el juicio el país se pacificó. No hubo polémicas. Antes del juicio, hubo muchas, y después de la sentencia, también. Pero justamente durante el juicio, fue todo muy, muy tranquilo. Y medidas, ninguna. Yo seguía haciendo mi rutina, me iba a jugar al squash a primera hora y luego me duchaba en el gimnasio y me iba a la Audiencia.
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P.- ¿Nunca recibió amenazas?
R.- Eso no se contesta.
P.- ¿Cómo hubiera sido hoy el juicio, con la proliferación de redes sociales y mensajes cada vez más polarizados?
R.- Pues yo creo que hubiera sido exactamente igual. Tengan en cuenta que en aquella época no había atentados yihadistas con víctimas, salvo el de 1985 en el restaurante El Descanso, pero sí había muchas víctimas de ETA. Digamos que era algo que ya teníamos perfectamente asumido. O sea, de existir las amenazas, existían más por parte de ETA que del yihadismo.
P.- Con la perspectiva de 17 años después de aquel juicio, ¿cambiaría algo en la forma de dirigirlo?
R.- Lo digo siempre. Lo que menos me gustó del juicio fue mi primer día, porque me porté francamente muy duro con un abogado que, además, lo hizo estupendamente bien: Endika Zulueta. Pero es verdad que también la situación que se creó ese primer día imponía mano dura, porque si no, se nos hubiera ido de las manos.
Recuerdo que uno de los acusados se acogió su derecho a no declarar, por lo que nos obligó toda la mañana a leer sus declaraciones policiales. De pronto dice que quiere declarar, pero no le dejé y le dije que tenía el derecho a la última palabra. Hizo uso de ella cuando le tocó. Nos retrasó el programa previsto y era absolutamente necesario cumplir escrupulosamente con los tiempos, porque si no, salían en libertad los presos preventivos.
P.- ¿Está orgulloso de la sentencia? ¿Cambiaría algo? ¿Cree que da respuesta a todo?
R.- Todo es mejorable. Cambiaría quizá algunos párrafos, que deberían de ser un poco más extensos, más que nada porque yo escribo un poco corto. Siempre se te escapan fallos de concordancia, alguna falta de ortografía, por más que lo corrijas. En cuanto al fondo, creo que tenía que haber afinado más en los hechos probados de Leganés (el suicidio de la célula terrorista en un piso de esa localidad madrileña).
P.- Pero, ¿ha quedado todo clarificado?
R.- Está claro todo. En ningún delito, ya sea un robo, una violación, se conoce el cien por cien de lo que ha ocurrido, ni las motivaciones que hay detrás. Es imposible. Es una falacia.
P.- ¿Hoy en día se podría repetir un atentado de la magnitud del 11-M?
R.- Los atentados son siempre un fallo de seguridad y del azar, de mala suerte. Por lo tanto, se puede producir. Pero España está muy preparada, mucho mejor que en aquella época para este tipo de terrorismo y yo creo francamente que es muy, muy, muy difícil que se repita algo así.
P.- ¿Y el del 11M se pudo haber evitado?
R.- Todos los atentados se pueden evitar, pero la seguridad absoluta no existe. En todos los atentados, como en este, los de ETA los del GRAPO... siempre había algún indicio, alguna información. Pero es que somos humanos, no somos perfectos ni las policías, ni los jueces, ni nadie.
En el 11-M, por ejemplo, se hablaba mucho de que había un confidente, pero es que por definición un confidente es un delincuente y, además, un delincuente mentiroso. Luego, las informaciones que se dieron no eran claras en absoluto.
¿Se pudo haber evitado? Sí, probablemente, porque la seguridad en esa fecha era espectacular al estar a punto de tener unas elecciones. Pero todo se estaba focalizando en ETA.
P.- ¿Y se podía haber evitado la polémica política cuando ya casi desde las primeras horas se sabía que el atentado era de corte yihadista?
R.- No soy quién para hacer un juicio político, pero evidentemente es que hay muchas formas de gestionar un atentado de esta gravedad. Es una mera opinión, pero yo hubiera suspendido las elecciones, de acuerdo con el resto de las fuerzas políticas.
P.- ¿Qué le diría a aquellas víctimas que siguen pensando que la sombra de ETA planea por el 11-M y que siguen quedando flecos, como el autor intelectual?
R.- Pues que las comprendo, que no tengo jamás que reprochar a una víctima que dude de que hay cosas que no se han resuelto, que puede haberlas, pero sinceramente creo que casi todo, por no decir todo, está clarificado.
P.- ¿Se les ha explicado todo bien?
R.- Cuando me lo han pedido, sí. Por ejemplo, el famoso autor intelectual... es un concepto no jurídico que se aplica mucho, entendido por quién pudo ordenar el atentado. Pero en este terrorismo (el yihadista) no se ordenan atentados. Es un terrorismo que no es jerárquico. Genéricamente se imparten doctrinas y se dice: hay que atentar contra todos los infieles en sus lugares de residencia y causar el mayor daño posible. Es indiscriminado, les da igual quién caiga.
P.- ¿Considera que dirigir el juicio del 11-M ha sido lo más relevante de su carrera profesional?
R.- Lo más emotivo y lo más importante desde el punto de vista humano, sí. Desde el punto de vista jurídico, no, sobre todo en el ámbito de subsumir los hechos en los tipos penales.
Pero sí fue complejo desde el punto de vista de la gestión y de mantenerse el tribunal al completo absolutamente neutro respecto a víctimas, acusados, familiares.... Mantenerse en la imparcialidad e independencia.
P.- También fue complejo desde el punto de vista logístico, porque tuvo que montarse la sala de vistas en la Casa de Campo...
R.- Sí, porque además soy muy cabezón y muy mandón y todo se tenía que hacer como yo decía, desde las sillas que se utilizaban para los periodistas hasta el color de las mesas, pasando por todo, absolutamente todo. Hacía como de gerente, estaba todo el día viendo cómo iba la obra.
Quise que fueran muebles claros y modulares, que sirvieran para otra vez. Había que colocar a las 52 partes del proceso más el fiscal, más el abogado del Estado con un montón de gente. Y la idea además era que fuera sostenible. O sea, que aquello se pudiera seguir utilizando. Luego nunca más se utilizó.
P.- Ahora que ejerce como abogado, ¿defendería a un acusado de terrorismo yihadista?
R.- No. Tengo una cláusula ética y no defiendo ningún tipo de terrorismo, ni como acusación ni como defensa. Esa misma cláusula ética me lleva a no defender delitos sexuales, de sangre, de droga. Es normal cuando llevas 30 años juzgando hechos execrables.
*Laura Camacho y Sagrario Ortega son periodistas de la agencia EFE