Los triunfos de Red Bull en general y Max Verstappen en particular son imperecederos. Si alguien dudaba de las prestaciones por los entrenamientos libres iniciales, ya han sido disipadas. De la misma forma que la temporada pasada. Red Bull daba miedo al llegar a Baréin y Verstappen convirtió la situación en terrorífica tras ver la bandera de cuadros en primera posición, después de una carrera tan impecable como solitaria. Se llevó el primer gran premio de la temporada con una ventaja insultante: 22 segundos sobre el segundo clasificado que no era otro que su compañero de equipo, Sergio Pérez.
Más de 20 segundos a un piloto que conduce la misma máquina. Aplastante superioridad de Max que llegó a rodar en algún tramo un segundo por vuelta más rápido. No por estar avisados duele menos el golpe. La superioridad fue tan abrumadora que Verstappen se pudo permitir cargar batería en plena carrera para tener más potencia y conseguir la vuelta rápida. Aunque la sorpresa no fue esa, tampoco el segundo puesto de Checo, sino el último integrante del podio: Carlos Sainz. Desatado en su última temporada con Ferrari.
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Sainz, desatado
El español firmó un recital soberbio, adelantó dos veces a Leclerc y se regaló un podio de peso. No obstante, el primer contratiempo se produjo nada más apagarse el semáforo. La salida, limpia delante pero accidentada detrás -Hulkneberg se llevó por delante a Stroll- permitió a Pérez superar a Sainz que se repuso y comenzó la escalada cuyo punto álgido se produjo con Charles Leclerc, su compañero de equipo. Era la vuelta 11, Sainz abrió el DRS y convirtió en valentía toda la tensión acumulada después de que Ferrari le comunicase la no renovación.
Se pegó al monegasco en la recta principal y pegó el estacazo en la curva uno. Excelente maniobra. Ni una pega, ni de Leclerc ni del equipo. Charles tiene el estatus, pero Carlos el ritmo. Ferrari retrasó en exceso su parada, quien sabe el motivo. Si era un undercut de Leclerc sobre Sainz, lo consiguieron. Pero la diferencia de prestaciones entre ambos era abismal. El español se lo volvió a comer a final de recta. Dos vueltas más tarde se merendó a Russell y metió sexta para alcanzar el podio, uno de esos que saben diferente. Por lo acontecido en lo personal durante los últimos meses y porque delante sólo hay un monoplaza de otra galaxia. Que tome nota Ferrari, su descarte les salvó los muebles.
Alonso y Aston Martin en tierra de nadie
Las hostilidades se producían entre los Mercedes, Leclerc y Mclaren. Por ahí no apareció el nombre de Aston Martin, por mucho que Alonso lo situara sexto en clasificación. Piastri y Norris le rebasaron sin problemas y Hamilton tampoco tuvo excesivas dificultades cuando llegó a él. El monoplaza que hace un año fue un león en Baréin se había convertido en un dulce gatito. Aston Martin parece haber resuelto su déficit a una vuelta, pero por el momento no hay rastro de las fortalezas domingueras del monoplaza.
Fernando se vio obligado a correr a remolque, retrasando sus paradas para tener mejores neumáticos en el tramo final, donde superó a su compañero de equipo y escaló hasta el noveno puesto, la realidad del AMR24 a día de hoy. Stroll fue décimo. Tres puntos para la escudería británica en un circuito en el que cosechó 23 el curso pasado. Así arranca la Fórmula 1. Restan 23 carreras, tiempo suficiente para la mejora de Aston Martin.