“Yo estaba viendo otro partido de infantiles y la cabeza se me iba para el partido de mini. Estaban jugándolo en la cancha de al lado y yo iba mirando y decía ‘joder, aquí hay un equipo que roba balones y mete canastas de contraataque’. Roban y contraataque y contraataque y contraataque y no paran. Y venga canastas y canastas y canastas. Después, me fui fijando más. Y dije ‘joder, es que no es que roben balones y a la buena de Dios: es que es siempre el mismo jugador el que roba el balón y mete canasta’. Y ese era Ricky Rubio. Ya me dejó impresionado”.
Quién sabe si aquel encuentro iniciático entre Joan Creus y el base de El Masnou, con 11 o 12 años en ese momento, no tuvo algo de premonitorio. Tiempo después, el mítico exjugador, ya como director de la sección de baloncesto del FC Barcelona, no lo dudó cuando el chico, apenas un adolescente, estuvo a tiro tras explotar en el Joventut de Badalona. “Era el número uno dentro de la lista de los posibles fichajes”, asegura a Infobae España. Es más: “Incluso un año antes, ya hablábamos de ir a por él”. Por supuesto, el ídolo juvenil acabó en la Ciudad Condal en septiembre de 2009, como parada inmediatamente anterior a la NBA. En tan sólo dos temporadas como culé (2009-2010 y 2010-2011), que conformaron su primera etapa al calor del Palau Blaugrana, conquistaría a todos y todo. Desde bien temprano.
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“El primer entrenamiento que hizo con el equipo ya nos dejó a todos impresionados. La velocidad con la que hacía las cosas, cómo leía el juego. La facilidad que tenía para el pase, este desparpajo que tenía en su juego”, recuerda Creus. “Se comentó que era una pasada. Ya no se equivocó en un sistema, no cometió ningún error. Ni táctico ni técnico. Además de su talento a la hora de pasar y de anotar. He visto muchos jugadores fichar por el Barça, llegar y ser muy buenos, pero este impacto desde el primer entreno yo sólo se lo he visto a Ricky”, coincide Jordi Trias, ala-pívot azulgrana cuando el niño prodigio aterrizó.
“Te das cuenta de que el tío tiene talento y de las ganas que tiene de subir el nivel. Porque en este mundo es fácil llegar. Si tienes talento, llegas. Pero es muy difícil mantener el nivel o subirlo cada año. Por cómo entrenaba, por cómo llevaba al equipo, era una cosa de otro mundo”, prosigue Gianluca Basile, que sentaba cátedra en la posición de escolta, con más veteranía que ninguno, en la plantilla de ese Barça. “Muchas veces, cuando vienes con esa presión, tu juego se queda un poco mermado o estás con dudas. Y en este caso, no. Yo creo que también el apoyo de todos los compañeros, de los veteranos que estaban en el equipo, le ayudó un poco a soltarse. Era como si llevase más de un año con nosotros. Su adaptación fue muy fácil”, añade Fran Vázquez, uno de los pívots que tanto se beneficiaron de las pillerías del, antes y ahora, ‘9′ barcelonista.
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Los entrenadores del club se quedaron igual de prendados. “El nuestro era un basket extremadamente táctico y de mucha preparación del partido al límite. No es fácil como joven que era, porque venía de un baloncesto un poquito diferente. Y él lo aceptaba y lo cogía todo muy bien”, afirma Josep María Berrocal, ayudante de Xavi Pascual por aquella época. Al igual que lo era, y continúa siéndolo hoy en día, Íñigo Zorzano: “Nosotros teníamos un gran equipo. Lo que pasa es que él puso la guinda. Sobre todo, porque era un talento emergente que venía como una locomotora. Que, además, nosotros no queríamos parar. Porque, para empezar, era imparable. Y porque era cortar sus alas un poco. Se incorporó como si llevase allí toda su vida. Es de estas personas que mentalmente están adelantadas diez años a su edad”. Lo cierto es que esa estancia, a tenor de los que la vivieron, fue tan intensa como si hubiese durado, efectivamente, una década.
Les primeres paraules de Ricky Rubio com a jugador del Barça
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Veterano recién estrenada la mayoría de edad
“Nos llegó en un momento donde él iba in crescendo. Llegaba de su época en el Joventut como una apisonadora. Piensas ‘es un chico joven que llega a un nivel físico muy bueno, mucho talento…’. Pero hasta que no lo tienes, no te das cuenta de que su verdadero talento era la velocidad que tenía para pensar y ejecutar. Hay jugadores que piensan muy rápido, pero que no ejecutan rápido. Eso era brutal. Y teníamos jugadores muy buenos. En la misma situación, pero cambiando un poquito el perfil, estaba Juan Carlos Navarro. Navarro veía la opción y tiraba la opción. En cambio, Ricky generaba a partir de esa lectura. Claro, eso, en un chico tan joven y a la velocidad que lo hacía, le convertía en imparable. Eso es lo que más recuerdo yo: la velocidad de lectura y de acción, de tomar una decisión en esa lectura”, pone en valor Zorzano. Rubio hizo fácil lo difícil: ser un veterano en el cuerpo de un crío.
La clave para triunfar desde el día uno fue su sencillez. “Aquel equipo era bastante veterano. Había bastantes jugadores que superaban los 30. Y Ricky tenía 18 años en el momento en el que fichó, pero cayó en gracia desde el primer minuto. Aunque ya se hablaba mucho de él, era un chico humilde, que escuchaba a los más mayores a la hora de querer mejorar. Además, era una persona que intentaba ayudarte con cualquier situación de juego. Con algún sistema o con cualquier cosa. Y esto el grupo lo percibió al momento. Pienso que su adaptación en el Barça fue instantánea”, explica Trias.
“Es un tío amable, majo. No se la tira, no va de sobrado. Llevaba todo bien”, confirma Basile. “Quería aprender siempre. Eso me sorprendió mucho”, continúa el italiano. A Fran Vázquez le chocó, también, la madurez que atesoraba Ricky: “Su desparpajo para defender o robar un balón o incluso gritarte. Pocos jugadores con esa edad tienen ese espíritu ganador. Tener un jugador joven que incluso te aprieta un poco más los tornillos ayuda bastante”.
Vaya si lo hizo. “Veía cosas que los demás no veían. Tenías que estar siempre preparado, porque te podía llegar el balón en cualquier momento. Sin darte cuenta. Cuando tienes un base que maneja bien… Porque no es sólo llevar el balón, indicar el sistema. Tienes que saber lo que indicas, quién tiene que jugar, el punto débil que tiene el equipo contrario para hacer el sistema que puede salir bien. El base tiene que ser eso. Era un ordenador. Lo tenía claro y fácil. Lo tenía todo controlado”, admira Basile. “Él veía un hueco en el que era imposible pasar el balón y lo pasaba. Sabiendo que tú ibas hasta ahí. Iba un poco más adelantado de lo que iba la jugada. La conexión con los pívots siempre era buena y con los pequeños también, porque a Juan Carlos (Navarro), para sus tiros, también le buscaba fácilmente”, comparte Vázquez.
“Venía como una locomotora. Que, además, nosotros no queríamos parar. Porque, para empezar, era imparable. Y porque era cortar sus alas un poco”
Todo desde la más absoluta humildad. “Nunca ha sido un egocéntrico, una persona que necesitase que todo estuviese a su alrededor, sino que él generaba su alrededor”, resalta Zorzano. La juventud, aunque no lo pareciese, aún estaba ahí. “Cuando jugaba, estaba siempre al límite. Arriesgaba mucho. Al 80-90%, las cosas le salían bien. A veces, había que decirle que no arriesgase mucho en determinada situación”, cuenta Basile, uno de los mejores guías con los que Ricky pudo contar en su primera campaña en el Barça (“Le ayudaba mucho en momentos bajos o de incertidumbre”, señala Fran Vázquez). Lo cierto es que, aun sin darse importancia, era un auténtico superdotado baloncestístico. “Cada día, prácticamente era un máster de lectura de juego, de velocidad, de desparpajo”, condensa Creus.
“En 20 años de carrera, nunca he visto algo así”
Rubio le vino como anillo al dedo a un conjunto de ensueño. En plena cúspide de la era Pascual, prácticamente alcanzaron la perfección en la pista y fuera de ella en la 09-10. Así lo atestiguan quienes estaban ahí. “Cuando este equipo jugaba bien, sinceramente yo lo pondría en el Top 3 de la historia de la Euroliga. Era muy completo y yo creo que no había una debilidad clara”, confiesa Trias. Lo ejemplifica a la perfección: “Empezamos la liga muy bien ya. Íbamos primeros y casualmente hubo tres semanas consecutivas que jugamos contra el segundo, porque ganábamos al segundo y, después, otro equipo le pasaba y se ponía segundo. Me acuerdo de que eran la Penya, el Baskonia y el Madrid. Y cuando llegaban, les ganábamos de 30 a todos. Este equipo era una pasada. Sí que es verdad que al final la Liga la perdimos contra Baskonia. Tenían un equipazo, pero fue un poco sorpresa, porque es que creo que perdimos tres partidos en todo el año hasta esta final”.
#Taldiacomavui del 2010 el @FCBbasket eliminava el @cskabasket 64-54 a 1/2 de la F4 de París amb 10 punts, 8 assistències i 19 de valoració de Ricky Rubio i 11 punts i 6 rebots de Fran Vázquez.
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Els de Xavi Pascual arribaven a la seva 2a final @EuroLeague i la 7a 🔝 continental! pic.twitter.com/lCn4rrk7wB
Sólo la ACB, por un inolvidable 2+1 de Fernando San Emeterio, escapó a la hegemonía azulgrana, sinónimo de Euroliga (la segunda y hasta la fecha última del Barça), Copa del Rey y Supercopa. “Era un grupo con el que te divertías mucho entrenando, porque iba todo el mundo, él el primero, a destrozar, a muerte. No hay que olvidar que teníamos a un tal Pete Mickeal, que cogía el grupo, se lo echaba a la espalda y les hacía correr, moverse y tal”, asevera Íñigo Zorzano. Que todo fuese como la seda a nivel deportivo fue posible por la también extraordinaria comunión que había entre los chicos en la parcela humana.
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“Era un grupo fantástico. En 20 años de carrera, nunca he visto algo así. Entonces, las cosas que luego se veían en la pista eran normales cuando te llevas bien y tienes una amistad muy fuerte. Es difícil en el mundo de ahora, en el mundo del deporte, donde hay dinero, donde cada uno quiere hacer cosas para salir en el periódico, ganar más que los otros. Allí no existía eso. Esto era de verdad. Era como una familia”, admira Basile.
Trias opina en la misma línea: “Si me preguntas cuál ha sido el equipo en el que he jugado en toda mi carrera que mejor se llevaba, te diría el de la Euroliga. Estábamos mucho rato juntos. Sobre todo los nacionales, pero también los extranjeros. Basile, Lakovic. Pasamos mucho tiempo juntos y el grupo era muy fuerte mentalmente. Nos ayudábamos los unos a los otros, y si alguien tenía un problema, todo el grupo intentaba ayudarle de una manera desinteresada. Esa amistad fue tan profunda que hasta el día de hoy la mantenemos y vamos quedando cuando podemos”.
Los piques sanos para hacer piña estaban a la orden del día: “En el póker, Ricky sí que es bueno. Él ya tenía esta intuición. Y después, dependiendo de a lo que jugábamos, Víctor Sada, normalmente, era el más jodido de ganar”. Si había que ponerse a conducir unos coches teledirigidos que traía Fran Vázquez, se hacía. Si tocaba jugar al ajedrez, también. “Aquí yo era el mejor y lo sigo siendo. Ricky, eso sí, era competitivo, porque tardaba mucho en tirar. Hasta yo me enfadaba. Decía ‘chicos, que mañana jugamos, que mañana entrenamos’”, se ríe Jordi Trias al echar la vista atrás. “Hacíamos competición de todo. Después del entreno, aun estando ya cansados, queríamos pasar más tiempo juntos. Y a veces nos pasábamos una hora más en el vestuario haciendo cosas, competiciones de este tipo”, valora.
“Cuando este equipo jugaba bien, sinceramente yo lo pondría en el Top 3 de la historia de la Euroliga”
Por su parte, Josep María Berrocal no olvida que eran los propios jugadores los que elegían la música que sonaba en los calentamientos de los encuentros que se disputaban en el Palau Blaugrana. Tampoco cómo se buscó motivar a ese Barça de cara a la memorable Final Four de París. “Hicimos un vídeo con todas las familias de toda la gente del equipo. Tanto cuerpo técnico como jugadores. Había un mensaje de su padre y de su madre hacia Ricky. Tengo muy presente la preparación de aquello. Con sus padres, a través de mi mujer”, apunta el actual asistente de Oded Kattash en todo un clásico europeo como el Maccabi Tel Aviv.
Campeón de Europa a los 19
Ricky Rubio no dejaba de ser debutante en la máxima cita del baloncesto continental a nivel de clubes. A la par que el más joven del lugar entre sus compañeros, a pesar de que pareciese todo lo contrario cuando había que lucirse en la cancha. De ahí que Trias tenga muy vívida en su memoria una escena totalmente natural, con el genial y precoz director de juego de por medio, que aconteció en la capital francesa. “Estaba en el calentamiento y Jaka Lakovic se acercó a él y le dijo ‘Ricky, ¿estás nervioso?’. Y a Ricky le daba como un poco de vergüenza decir que sí, que era lo normal. Se le escapó una carcajada totalmente natural. Y Jaka contestó ‘yo también’. Esto le tranquilizó. Al final, en un partido de Final Four es evidente que todo el mundo está algo nervioso. Y me acuerdo de ese detalle porque se vio después. Yo creo que fue un buen detalle para tranquilizarle. Yo sé que lo hizo a propósito, pero funcionó”, revela.
Hoy se cumplen 11 años de la segunda Euroliga del Barça, en 2010 en París
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Aún persiste el eco de lo bien que estuvo ante el CSKA de Moscú primero y el Olympiacos después. “En momentos en los que el CSKA se había acercado, sacó todo su arsenal, a nivel ofensivo y defensivo. En la final, aparte de jugar como él sabía, estaba feliz de todo lo que había logrado en la Final Four”, rememora un Fran Vázquez que, cuando la Copa de Europa ya era del Barça, protagonizó una foto junto a Ricky a la que guarda especial cariño: “Le llevaba encima de mis hombros. Como moviendo un poco la toalla. Fue un momento de la final en el que se había encargado de cortar la red. La tiene mi hijo colgada y es una imagen que habla de cómo era Ricky de cercano. Como compañero y como persona”.
Jordi Trias lo tiene claro: “Fue determinante para ganar la Euroliga”. Convirtiéndose, de paso, en el vencedor de mayor precocidad de la competición. Resultó el punto álgido de un curso que creó vínculos eternos entre quienes lo hicieron posible y que fue una auténtica escuela de baloncesto y de vida para Ricky: “Pienso que fue el año en el que más ha aprendido en su carrera en general. Él ya era muy bueno, pero él lo recuerda conmigo, a veces lo hablamos, como el mejor año de su carrera. En cuanto a felicidad. Él se adaptó de una manera increíble, porque hizo amistad con mucha gente de una manera muy cercana. Y además, el año fue brillante en cuanto a baloncesto”.
“Él lo recuerda, a veces lo hablamos, como el mejor año de su carrera”
Fuera de la cancha
Si hay un punto de esta historia rico en matices, ese es el de las vivencias personales. Porque Rubio caló hondo entre todos quienes le rodearon, hace 15 años, en Barcelona. “Después de un partido que ganamos, me acuerdo de que planeamos una cena. Lo hablamos los tres y dije ‘bueno, voy a avisar a Ana’, que era mi novia y ahora es mi mujer. Víctor (Sada) dijo ‘yo voy a avisar a María’, que era su novia. Y Ricky dijo ‘yo voy a avisar a mi madre’. Sin vacilar: él era así. Pero después encajaba perfectamente. Íbamos a veces a comer. Me acuerdo de que Víctor nos cocinaba espaguetis e íbamos a veces a su casa”, enumera Jordi Trias, uno de los grandes amigos que hizo allí. “Cogió un piso pequeño justo al lado del mío e íbamos casi siempre andando después del entreno, cada uno a su casa. A veces, venía a comer a mi casa o íbamos a cenar juntos”, agrega.
De esa vivienda en particular se acuerda bien Joan Creus. “Tenía un piso alquilado cerca del Palau. Por si necesitaba quedarse allí y no ir a Masnou, porque regresábamos tarde de un vuelo, etcétera. Yo, como vivía también cerca, le veía muchas veces por la calle. Iba andando de este piso al Palau. Siempre llevaba una sudadera, se tapaba la cabeza con la capucha y también iba con una gorra. Esto me chocaba. Iba de casa al Palau siempre un poco como camuflado. Yo, a veces, veía a un chico con la sudadera, con la gorra puesta y tapado. Y decía ‘mira, ese es Ricky’. Y evidentemente nadie le conocía. Pero, en este caso, yo sabía que era él”, relata.
Aunque Ricky intentaba vivir y competir con la máxima normalidad posible, lo cierto es que ya era una estrella del deporte. “Si jugaban los del fútbol y te cruzabas con la gente, con Ricky era como si fuera un jugador de fútbol del Barça. Era muy famoso y tenía que taparse con una capucha. Porque, al final, es verdad que no llegábamos nunca a puerto. Con él, sabías que estabas mucho rato y la gente le identificaba”, admite Trias.
“Con Ricky, era como si fuera un jugador de fútbol del Barça”
Esto se notaba con otros pequeños detalles. Como el que todavía provoca una sonrisa a Íñigo Zorzano. “Tenemos el mismo día de cumpleaños. Es el 21 de octubre. En su primer año, nos tocó celebrarlo en Turquía. Y lo típico de los cumpleaños en un grupo es que siempre hay alguien que trae un pastel. Para publicar algo en redes o cosas de esas. Y me voy a acordar toda mi vida de que yo no sabía que era su cumpleaños el 21 también. Apareció el jefe de prensa con un pastel para cantar el cumpleaños y tal. De repente, dije ‘mira, qué bien que es para mí’. Entonces, veo que pasa con el pastel por mi mesa y no me lo da. Y me giro y estaba en la mesa de Ricky para hacer el cumpleaños. Se lo cuento a mis hijos y se ríen mucho”, dice el riojano, que sigue trabajando junto a Pascual en el Zenit de San Petersburgo.
“No le salían tan bien las cosas y dudaba de su nivel”
En la 10-11, con varios de los participantes en este reportaje fuera del Barça, las cosas no lucieron tanto. Cierto es que cayeron la Liga, la Copa del Rey y la Supercopa, pero no fue lo mismo. Tampoco en lo que respecta a Ricky: Estados Unidos, la Meca de su profesión, ya estaba en el horizonte. “Nosotros intentábamos que aguantara un poco más, pero bueno. Al final, la NBA tira mucho”, concede Creus. Se veía venir que sólo estaría dos años en nómina, y así sucedió.
En este sentido, Berrocal desvela algo que ocurrió ya en los primeros meses de Ricky como culé: “Tuve una comida con los Minnesota Timberwolves. Con gente de Minnesota que conocía yo. El director deportivo que fichaba o el scout internacional me pidió hablar con alguien que realmente dirigía cosas en Minnesota. Fuimos a comer un día para hablar de Ricky. Estaban mirando para ver cuándo incorporarlo”. Hay que recalcar que esta franquicia le había elegido en el quinto puesto del Draft de 2009.
El técnico catalán ahonda en el hecho de que el jugón no rayase a un nivel tan alto en su segunda temporada con la camiseta azulgrana. “Después de marcharme del Barça, hubo alguna charla o algún mensaje. Creo que no fue un año fácil para él. No pudo ganarlo todo, fue una época en la que no estuvo jugando tan bien. Pero es un tío fuerte, que delante de las adversidades… En el momento, a lo mejor sufre un poco. Pero, al menos lo que yo vi, es que luego es un tío que se sale y tira adelante. Encuentra soluciones. Lo ha demostrado. Ese segundo año, hubo algún momento, algún mensaje, pues como de que no le salían tan bien las cosas y dudaba de su nivel. Cuando tiene un nivel increíble”, expone.
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El idilio llegó a su fin en junio de 2011: era inevitable que pasara antes o después. Sin embargo, el legado prevaleció. “Me acuerdo, por ejemplo, de un pase que pega en el campo del Bilbao. Yo todavía estoy buscando el agujero por donde lo metió. Creo que fue a Fran Vázquez. Fue tremendo. Me acuerdo también de una asistencia, creo que era en el campo del Siena, a Boniface Ndong, que revienta el aro. Hay momentos de estos que son como flashes. Sobre todo, porque nosotros seguimos empleando un juego táctico muy grande y siempre te acuerdas. ‘En este tipo de sistemas, hacíamos mucho daño con Ricky’. Cuando tienes jugadores parecidos a ellos. Pero hay situaciones, asistencias, que se te quedan grabadas en la memoria. Incluso viéndolas en vídeo, dices ‘¿cómo ha encontrado ese hueco?’. Esa capacidad que tenía era brutal”, resume Zorzano.
A nivel humano, lo conseguido fue aún más valioso. “Cuando llegué al vestuario el primer día, le vi como en una esquina, un poco asustado. Cuando ya era, se puede decir, una estrella. Era previsor, buena persona, muy inteligente. Esto, evidentemente, lo ha sido siempre. Y muy amigo de sus amigos. Y fíjate que Ricky, con los años, está todo el rato pensando en cómo puede ayudar a este y cómo puede ayudar al otro. Es una persona que se vuelca mucho para ayudar a la gente. Y eso también llama la atención, porque él siempre ha sido así”, presume, orgulloso, Jordi Trias.
“Es de estas personas que mentalmente están adelantadas diez años a su edad”
Dicho esto, no es nada díficil de entender por qué, en 2024, Ricky ha vuelto al Barça. A los 33, con un palmarés de escándalo en todos los ámbitos y tras superar su peor bache. “Ha sido muy listo, porque no sólo ficha por un club. Ficha por un club de gente que aún sigue allí, que son amigos. Roger Grimau, Víctor Sada, Juan Carlos Navarro (nota del autor: el primero es el entrenador, el segundo uno de sus ayudantes y el tercero el general manager de los culés. Todos ganaron junto a Rubio). Y gente que no es pública con quien también tiene muy buena relación y que continúan allí, como el jefe de prensa o el delegado. Y se siente un poco como en casa”, reflexiona Trias.
Ricky Rubio está de vuelta 😍 pic.twitter.com/pAeYDoY3aM
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“Va a ayudar no sólo en el aspecto deportivo, sino también, y muchísimo, en el aspecto de cohesión, de equipo, de dinámica de grupo… Al final, en todos los equipos en los que ha estado, todos los compañeros siempre hablan bien de él”, considera Creus. “Cuando ha habido esporádicamente trato con él, siempre ha sido muy fácil y muy atento y muy cercano. No todo el mundo es tan cercano como en su momento lo era Ricky. Era un tío especial”, destaca Berrocal. Las malas palabras brillan por su ausencia: los buenos deseos para Ricky Rubio dominan la escena.
Su regreso en términos del Barça, después de haber hecho lo propio con la selección española, es inminente. El contador de partidos que atesoraba (140) está a punto de subir. Puede que el de títulos (ocho) también lo haga en el futuro. “Lo más importante es hacer lo que a ti te apetece hacer sin ningún tipo de problemas. ¿Quiere jugar al baloncesto? Pues a jugar al baloncesto y a disfrutarle todo el mundo. ¿Se quiere ir a plantar patatas a su casa? Pues que plante patatas en su casa. Pero que lo haga porque él quiere hacerlo y porque se siente bien para hacerlo. Para mí, eso es lo más importante. Si juega al baloncesto, mejor”, sentencia Íñigo Zorzano. Es lo que ha ocurrido, y la alegría es generalizada.