Jose Luis Ábalos ha hecho oídos sordos al ultimátum del PSOE. El exministro se ha agarrado a su escaño como clavo ardiendo y ahora, a las puertas de ser expulsado de su partido, pasará a formar parte del Grupo Mixto. El escándalo del caso Koldo solo ha hecho que dimita como presidente de la Comisión de Interior, pero no quiere abandonar la Cámara Alta. Tampoco le interesa. Aferrarse a su asiento le blinda judicialmente y evita así que le investigue la Audiencia Nacional. Tras este último movimiento, y sumado a la marcha de Lilith Verstrynge de Podemos, con el que los morados perdieron un parlamentario en favor de Sumar, puede cambiar el equilibrio parlamentario.
Nunca antes el valor de un escaño fue tan importante. A Pedro Sánchez no le sobran los apoyos -a la vista está- y esta legislatura le va a hacer sudar. Recordemos que el decreto anticrisis salió adelante tan solo por un voto -172 a favor y 171 en contra- o que Podemos tumbó la reforma del subsidio por desempleo a principios de enero. ¿Y cómo puede afectar la marcha de Ábalos? Una vez que ya no tiene que cumplir con la disciplina de partido, en su mano está la decisión de voto. Esto hace que Sánchez deba atar muy bien todos los apoyos, sobre todo los de los nacionalistas -Junts ya ha mostrado que no se lo va a poner fácil- y el de las formaciones que tan solo tienen un parlamentario, como Coalición Canaria y UPN.
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Es decir, como ha ocurrido hasta ahora. Que Ábalos vaya por libre no tiene por qué afectar al PSOE para construir mayorías absolutas, para las que necesita un consenso de la mayoría de partidos, exceptuando a PP y Vox. Pero sí puede tener más problema con las mayorías simples. Este tipo de mayorías consisten en conseguir más síes que noes y se aplican en la toma en consideración de una iniciativa legislativa, la inclusión de una enmienda, la aprobación definitiva de leyes ordinarias, la convalidación de un real decreto-ley o las iniciativas no legislativas. Cada voto cuenta y tiene un gran valor. Teniendo en cuenta que el PP y Vox juntos suman 170 noes, el Gobierno (PSOE y Sumar), que ahora suma 148 parlamentarios -147 tras la marcha de Ábalos- no puede permitirse abstenciones.
Realmente a quien más le puede afectar la llegada de Ábalos al Grupo Mixto es al propio Grupo Mixto. En primer lugar, económicamente. Según el Régimen económico y ayudas de los miembros de la Cámara, existe una subvención fija cuya cuantía, para cada grupo parlamentario, es de 30.346,72 euros mensuales y una subvención variable en función del número de Diputados de cada uno de ellos de 1.746,16 euros mensuales por cada diputado. El PSOE perdería esta cantidad, una ínfima pérdida. Pero, en cambio, el grupo mixto tendrá que repartir entre más personas: de ocho pasa a nueve.
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Al irse al grupo mixto, Ábalos tendrá derecho a hablar en los plenos del Congreso, por lo que restará tiempo al Grupo Mixto. Las intervenciones en este grupo pueden tener lugar a través de un solo diputado siempre que todos sus componentes así lo acuerden y lo hagan llegar a la presidencia de la Cámara a través de un portavoz. Pero, de no existir tal acuerdo, ningún parlamentario “podrá intervenir en torno de Grupo Parlamentario por más de la tercera parte del tiempo establecido para cada Grupo Parlamentario y sin que puedan intervenir más de tres Diputados”, recoge el reglamento de la Cámara Baja en el artículo 75. En lugar de la tercera parte, el tiempo será de la mitad, y en lugar de tres diputados serán dos, cuando el tiempo resultante de la división por tres no fuera igual o superior a cinco minutos.
Este grupo quedaría formado por los cuatro integrantes de Podemos, uno de Coalición Canaria, uno de UPN y uno del BNG, al que se sumaría también Ábalos. Si hubiera discrepancias respecto de quién ha de intervenir, el Presidente decidirá en el acto en función de las diferencias reales de posición, pudiendo denegar la palabra a todos. Finalmente, la presencia del exministro de Transportes quitaría presencia en las Comisiones del Congreso. Se pertenece a ellas como parte de un grupo, no son nominales.