Los aledaños del WiZink Center de Madrid sufrían las altas temperatura propias de un mes de julio (con el agravante de la crisis climática), pero los seguidores de Rosalía no renunciaron a vestirse con todo tipo de prendas de polipiel (o cuero) capaces de agravar la temperatura corporal. La cantante catalana siempre ha tenido un alto impacto en el universo de las tendencias y la moda, un estatus que ha ido en aumento a raíz del lanzamiento de Motomami, el tercer álbum de estudio de la intérprete en el que las motos y las chupas de RMX se convirtieron en las piezas estilísticas de un disco con el que Rosalía se transformó (literal y figurativamente).
Desde entonces, su impacto dentro y fuera del estudio no ha sido el mismo. La catalana ya fue precursora de numerosas tendencias con El Mal Querer (2018), álbum en el que combinó su personalidad flamenca con tintes más urbanos: unas uñas capaces de abrir un bote de mermelada que se resiste, diseños que fusionaban el chándal con los lunares y una personalidad en pleno apogeo que la convirtió en el perfil más deseado en las alfombras rojas.
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Por aquel entonces, Rosalía vestía de la marca española Dominnico, colaboraba con Pull & Bear y se inspiraba en La maja vestida de Francisco de Goya (referenciada claramente en el videoclip de Di mi nombre) para confeccionar su imagen pública. Los oros, las cadenas y la mezcla de elementos antagónicos formaban parte de su idiosincrasia. Más era, claramente, mejor para la catalana en la época en la que mezclaba estampados, colores y texturas (y generaba opiniones tan contrarias como los mundos que colisionaban en sus estilismos). La catalana era la expresión más pura de las subculturas patrias llevadas a la jerga centennial. Rosalía era sinónimo de España y su arte, un carácter que se expresó en todo momento a través de sus conjuntos.
Seis años después del lanzamiento del disco que lanzó al estrellato nacional, la revista musical Rolling Stone la ha nombrado como la cantante más estilosa del panorama musical actual por encima de perfiles como Beyoncé, Arca, Doja Cat o Dua Lipa. El impacto que Rosalía ha tenido dentro y fuera de la pasarela ha sido innegable. Con Motomami, la catalana llevó a medio mundo a vestirse con tonalidades negras, rojas, blancas y azules, así como a buscar en plataformas de venta de segunda mano todo tipo de accesorios relacionados con el mundo del motor.
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Tiempo después, la cantante ha demostrado que es capaz de crear tendencia y de mantener un estilo personal y transcendente sin necesidad de presentar una pomposidad contundente. “Rosalía se ha convertido en una de las figuras más destacadas de la música y la cultura, y su fuerza gravitatoria atrae a su órbita incluso a los más reacios. La industria de la moda no es una excepción. [...] Rosalía no necesita demostrar nada. Simplemente existe, y las tendencias la siguen”, dice la revista de ella.
Vestía con F de Fendi, mientras lleva un vestido de terciopelo azul de Off-White que portó la mismísima Bella Hadid en uno de los últimos desfiles antes del fallecimiento de Virgil Abloh, Rosalía ha introducido la moda en el estudio y viceversa. Todo el mundo quería hacerse con un vestido de Pepa Salazar tras vérselo en el concierto de presentación de Motomami en TikTok, así como los diseños hechos a mano por Dion Lee, la marca que la vistió en el Motomami World Tour y que llevó la tendencia a un nivel estratosférico.
No en vano, meses después del inicio de la gira de la catalana, marcas globalizadas como Bershka, Zara o H&M comenzaron a distribuir la tendencia a través de faldas de tablas, botas altas y lo que posteriormente se conocería como el ‘motomami core’. Rosalía también forjó su personalidad a través del street style que acompañó a los looks del tour: cascos de moto como bolso, gafas de sol capaces de ocultar todo tipo de imperfecciones y un tallaje oversize con que acompasó a su personalidad musical.
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Milán-Japón, ‘y2k core’ y alta costura ‘kawaii’
Con el fin de la era Motomami, Rosalía dejó atrás la estética oscura y enfundada en cuero para abrirse al universo colorido de las tendencias japonesas. La dulcificación de su estilo se pudo ver tras el último concierto de la gira de festivales de 2023 que tuvo lugar en París. Desde entonces, la catalana comenzó a llevar tonos pastel, lazos y piezas con las que no escondía tanto su figura, adelantándose, además, a la tendencia ‘coquette core’.
La cultura nipona siempre ha sido una de sus grandes inspiraciones, pero ahora se agrava aún más en su estilo. No en vano, el videoclip de Tuya, la última canción que lanzó, es una pasarela de looks kawaii que se consuma en sus paseos por Tokio. “Japón hace que quiera moverme despacio, con delicadeza”, dijo Rosalía entonces. “Admiro la dedicación que ponen en las pequeñas cosas, me inspira todo”, añadió.
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La moda ya la sigue a pasos agigantados: Acné Studios le creó 128 looks para su actuación en Coachella el año pasado y las publicaciones de su Instagram son una pasarela en directo. Marni, Prada, Vivienne Westwood, Maison Margiela, Courrèges, Givenchy, Rick Owens... Rosalía ha pasado de vestirse a sí misma a ser la musa de las firmas de alta costura. El último diseño, el Schiaparelli hecho a medida para la gala de los Latin Grammy en la que versionó Se nos rompió el amor, de Rocío Jurado.
Asimismo, asistió a la Semana de la Moda de Milán y París el pasado mes de septiembre, apareciendo junto a Kylie Jenner en los desfiles de Prada, Dior o la ya mencionada Schiaparelli. Los rumores apuntan a que será una de las invitadas de la próxima MET Gala, el evento del año en el gremio liderado por Anna Wintour. La catalana ha asistido en dos ocasiones. La primera, en 2021, convirtiendo el manto flamenco en una obra de arte de la mano de Rick Owens; la segunda, en 2022, fusionando la delicadeza y su rampante personalidad con un diseño de Givenchy que acompañó con unas gafas de sol.
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Con cuentas que desengranan a diario sus looks más comentados, y con una imagen pública cada vez más notoria en el mundo de la moda, Rosalía ha demostrado que la fidelidad a una misma (y la actitud) es el complemento más deseado de la temporada. Más refinada en sus elecciones, pero con el riesgo que la caracteriza, la catalana se ha convertido en un faro para las personalidades inconformistas que buscan que su ethos hable a través de su ropa.