No es su belleza. Tampoco son sus infraestructuras. Ni siquiera es su ubicación. En la mayoría de los casos, los principales motivos que llevan a comprar una aldea o pueblo abandonado de España son su historia, las posibilidades que ofrece y su precio, a menudo por debajo de los 300.000 euros. “La gente cuando compra, no compra solo los inmuebles, compran la historia”, explica la gerente de la inmobiliaria Aldeas Abandonadas, Elvira Fafian. Esto bien lo refleja el que es un valor añadido para los nuevos propietarios: que las casas aún conserven su escudo. De ahí que también respeten el nombre del territorio, que suele hacer honor a las personas que lo habitaban y realizaban alguna labor clave para su funcionamiento (La Ferrería, La Herrería o El Harinero, por ejemplo).
Hace unos días, salía a la luz una noticia que provocó el asombro de muchos: una pareja holandesa había comprado Bárcena de Bureba, a 40 kilómetros de Burgos, por 339.000 euros, aunque su precio inicial era de 525.000 euros. Estos se hicieron con las 62 casas y fincas del pueblo a la venta más grande de España, que lleva más de medio siglo sin vecinos, con el objetivo de revitalizar la comarca.
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Este es un ejemplo del tipo de perfil que se decanta por la compra de aldeas o pueblos: familias, tanto de otros países, como de distintas comunidades autónomas de España. “Hay personas para las que no es asequible comprarse una casa en sus países, otros quieren la nacionalidad o vienen para abrir negocios”, indica Fafian. En los últimos años, han detectado un cambio de tendencia, con el aumento del número de jóvenes que optan por vivir en el mundo rural, donde tienen la alternativa de teletrabajar o dedicarse a labores agrícolas o ganaderas.
Y es que Aldeas Abandonadas lleva en funcionamiento más de 20 años, pero hace tiempo que notan que algo ha cambiado. “No fue la pandemia, los jóvenes cada vez apuestan más por vivir en el campo, se han dado cuenta de que están más tranquilos y el precio es mucho más barato”. Tal y como señala, esto tiene varias ventajas, desde la tranquilidad que supone evitar los perjuicios de vivir en comunidad, hasta pagar menos IBI o no hipotecarse “durante 30 años”.
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Objetivo: dar una segunda vida a territorios olvidados
En la actualidad, Aldeas Abandonadas cuenta con cerca de 70 aldeas a la venta, que pertenecen a grandes municipios, y con más de 40 pueblos, que forman parte de provincias y, estos sí, “aparecen en el mapa”. Su precio varía desde los dos millones de euros que cuesta el más caro, hasta los 120.000 euros del más barato. Esto viene determinado por sus condiciones y la ubicación, ya que en las zonas más despobladas, “es más barato”. “No es lo mismo un pueblo de Guadalajara, que uno cerca de Madrid o Barcelona, donde pueden costar de 500.000 euros para arriba”, explica la gerente.
Aunque las aldeas y pueblos que están a la venta se localizan en cualquier punto de España, lo cierto es que son más habituales en los territorios “más anclados en lo rural” y donde la despoblación es un problema recurrente. Este es el caso, por ejemplo, de Galicia, Asturias, Teruel, Soria o Palencia.
Pero en las inmobiliarias que se dedican a la venta de este tipo de inmuebles tienen una máxima que cumplir: no pueden desvelar el lugar exacto en el que se encuentran. Los empleados firman un acuerdo de confidencialidad con los propietarios, puesto que se trata de aldeas en las que no hay habitantes y, por ende, hay riesgo de que las desvalijen u ocupen de forma ilegal.
Un negocio que cada vez tiene más adeptos
Los ayuntamientos se ocupan de facilitar alquileres sociales o ayudas, así como de instalar alumbrado, alcantarillado u otros servicios. Pero no es este el organismo que favorece “que la gente se quede o se empadrone”, ni que se ocupa de vender esos territorios. De esta tarea se encargan los promotores que adquirieron los pueblos o aldeas para montar un negocio y poner en marcha alguna actividad turística, o para reformar las viviendas y volver a venderlas.
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En algunos casos, esta tarea la realizan los propios vecinos, que quieren marcharse y ofrecen todo el conjunto de casas. O, incluso, particulares, a partir de herencias. “Antes estaba mal visto que una persona vendiera la aldea o el pueblo en el que había nacido, pero la tercera o cuarta generación ya no tiene ese apego”, cuenta Fafian. Esto les lleva a poner los territorios a la venta y, con ello, obtener una fuente de ingresos. Y es que, mientras que, hasta hace unos años, el nicho de mercado era muy reducido, ahora este sector tiene cada vez más adeptos.
Es habitual que los nuevos propietarios rehabiliten los terrenos, a los que pueden darle diversos usos: para agricultura o ganadería, alquiler de viviendas, actividades turísticas o empresariales. “En los pueblos hay muchas alternativas, pero a las aldeas se le suele dar un uso más residencial”, señalan desde la inmobiliaria.
La aldea de Lugo que es testigo del paso del tiempo
Esta es quizá una de las aldeas más curiosas que hay ahora a la venta. Se trata de un territorio de la provincia de Lugo (Galicia) que da fe del paso del tiempo: todavía tiene una central eléctrica, con transformadores antiguos. Y esto no es todo, puesto que también tiene ocho edificaciones y su propio molino harinero, lo que explica que “estuviera apartada”, cerca del río, y que contara con un amplio terreno de cultivo. Hasta allí se desplazaban los vecinos del entorno para moler el trigo.
Su precio ahora ronda los 350.000 euros. A ello hay que añadir los gastos que implicaría la rehabilitación de las casas, algo necesario. Aunque, eso sí, la aldea dispone de luz y agua.
El pueblo de Segovia con 40 casas por 120.000 euros
Otro de los territorios más particulares que forma parte del catálogo de Aldeas Abandonadas es un pueblo de la provincia de Segovia que alberga cerca de 40 casas y que lleva 50 años deshabitado. Hace tiempo que lo compró un promotor que “ya no va a hacer ninguna actividad allí”, por lo que ha decidido ponerlo a la venta para quienes sí estén dispuestos a darle un uso.
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Aunque tienen que valorarlo, Fafian estima que su precio será de unos 120.000 euros. Según destaca, en la mayoría de los casos, aquellos que se decantan por comprar estas propiedades suelen dedicarlas a usos agrarios, ganaderos o turísticos, dada la extensión de los terrenos. “Lo lógico es que se rehabilite y venga gente, ya sea el comprador, o que alquile o ceda las casas”, enuncia.
La aldea de Lérida con un claro enfoque empresarial
A diferencia de las anteriores, quienes busquen “rentabilidad económica desde el minuto cero” y, sobre todo, dispongan de los 800.000 euros que cuesta, podrán hacerse con una aldea que se encuentra en Lérida (Cataluña) y tiene un claro enfoque empresarial: ya está en marcha un negocio de turismo rural. “Esto demuestra que algo que no está en ruinas, sus condiciones y la zona en la que se encuentra hace que valga mucho más”, apunta Fafian.
Es por ello que la venta de tierras lleva implícito un “papeleo con el que se tarda mucho tiempo”. El primer paso para comprar una aldea o pueblo es que la inmobiliaria determine los intereses de los futuros propietarios, a partir de si desean instalarse con la familia o abrir un negocio. El proceso es “largo” y puede resolverse en seis meses o, en el mejor de los casos, en uno o dos. Pero, cuando el proyecto está claro, “no hay ningún problema”. El fin siempre es el mismo: apostar fielmente por el medio rural y lo que esto supone, con sus ventajas e inconvenientes.