Fue en noviembre de 2013 cuando Laura Baena se desahogó por primera vez en Twitter (ahora X) hablando de las dificultades que implicaba la maternidad y de que la conciliación familiar era algo inexistente. Al ver la repercusión de sus comentarios, comprobó que no estaba sola y que muchas otras mujeres sentían que la maternidad era un techo de cristal en su carrera profesional, y de ahí surgió la idea de crear el club Malas Madres, una comunidad que lucha por romper con el mito de la madre perfecta. Después, en 2015 e impulsada por el club, surgió la asociación Yo No Renuncio, de la que Baena es presidenta y cuyo objetivo es concienciar sobre la necesidad de una conciliación real
La semana pasada, la activista se reunió con la ministra de Igualdad, Ana Redondo, a quien entregó 1.000 cartas de renuncia de madres de diferentes puntos de España con el objetivo de visibilizar la situación de algunas de esas mujeres que se ven empujadas a dejar sus trabajos ante la “falta de medidas efectivas de conciliación”. Tras ese encuentro, donde la ministra destacó la necesidad de “un debate público” sobre la conciliación, Baena asegura a Infobae España que confía en que en esta legislatura se produzcan cambios y nuevas políticas para alcanzar una sociedad más igualitaria.
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Pregunta: En 2013 expresaste en redes sociales tu frustración por no llegar a todo y no cumplir con las expectativas sociales. ¿Te sentías una mala madre?
Respuesta: Me sentía una mala madre porque de repente me di de bruces contra la maternidad, que no era lo que me habían vendido. Seguimos en un modelo tradicional de maternidad que tiene como unas reglas no escritas, como una realidad muy diferente a lo que luego vivimos nosotras. Parece que llega la maternidad y es como una luz que te ilumina y te hace feliz y que todo lo demás te va a importar poco, pero me he ido dando cuenta de que eso es una trampa del sistema que viene fenomenal para que nosotras renunciemos y, cuando renunciemos, creamos que estamos eligiendo, no porque el amor maternal es todopoderoso y entonces puede mucho más que un trabajo precario, que luchar por la flexibilidad laboral o que exigir unos derechos de conciliación. Al final te ves entre la espada y la pared, porque estamos en un país y en una sociedad donde ser madre y ser profesional es casi un imposible.
Yo me vi sobrepasada. Para mí era importante mi identidad como mujer, mi vida propia, mi tiempo, y eso es incompatible con un trabajo en el que no existe flexibilidad ni conciliación. Entonces, bueno, cuando llegaba de la agencia de publicidad por la noche, cuando ya mi hija dormía, me desahogaba en Twitter como diciendo “soy una mala madre”, porque lo estoy haciendo fatal, y esos desahogos fueron conectando de un sentimiento individual, una necesidad social de que alguien dijera la verdad de la maternidad y se creara un nuevo modelo social de maternidad que evidentemente hay que seguir trabajando, pero de alguna manera nos hemos liberado y ahora ya no nos sentimos tan mal.
Ahí comienza un poco el desahogo como malamadre, pero luego viene mi renuncia a mi carrera profesional, a mi trabajo, que realmente es cuando se levanta ese gran techo de cristal que tenemos las madres y es cuando comienzo a darme cuenta de que el gran problema es la falta de medidas políticas y políticas de conciliación. A partir de mi historia empiezo a escuchar muchísimas historias, muchísimas voces y a decir algo hay que hacer y a poner en datos esta realidad.
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P: ¿Cómo han sido estos años desde que fundaste Malas Madres y Yo No Renuncio? ¿Qué habéis logrado?
R: Ha sido intenso, pero a la vez emocionante. No quiero que ninguna madre tenga que renunciar por el simple hecho de ser madre y por eso estoy luchando. Y a la vez también ha sido terapéutico, porque una de las cosas más maravillosas de Malasmadres es que te hace sentir que no estás sola y te hace sentir en comunidad, y eso tiene un poder brutal. Es encontrar realmente que perteneces a un lugar donde no se te juzga y donde puedes ser madre de manera más libre. Hemos puesto el debate en la agenda pública, hemos conseguido que nos escuche y sé que se van a hacer cosas porque vamos a presionar y, en ese sentido, soy positiva y me siento orgullosa, pero hay que exigir.
P: En estos últimos años se han producido avances importantes en materia de igualdad en España, pero obviamente la conciliación familiar y laboral sigue siendo una asignatura pendiente. ¿Cómo se podría avanzar en ese sentido?
R: Realmente no hemos avanzado tanto ni ha habido tantas políticas públicas efectivas, ni de igualdad ni de conciliación. Y sin conciliación no hay igualdad posible porque no partimos del mismo lugar. Si seguimos siendo las mujeres las que cargamos con los cuidados, con las tareas domésticas y familiares, esto no va a cambiar. Y no solo es la corresponsabilidad en el hogar, las empresas tienen que entender que los cuidados también son una responsabilidad laboral que tienen que asumir y que no puede ser un problema para ellas. Cuando una mujer dice a su empresa que está embarazada, sigue habiendo despidos improcedentes y siguen cogiendo excedencias o abandonan el trabajo porque no hay flexibilidad laboral o conciliación, no hay un apoyo a la maternidad. Estamos hablando de que hay 16 semanas de permiso de maternidad, un permiso que lleva 30 años congelado, ¿de verdad hay avances?, no hay igualdad como tal y todas las políticas se han olvidado de las madres. Las madres estamos abandonadas.
El problema es que no estamos cambiando el modelo laboral, que sigue asentado en esos horarios imposibles, en esas horas extras, en esas jornadas maratonianas que no dejan lugar al tiempo de cuidado ni al tiempo propio. La conciliación a día de hoy supone un coste altísimo, económico, personal y emocional para las madres. Habría que empezar a trabajar en un camino hacia una corresponsabilidad social real en la que hubiera políticas públicas efectivas, donde hay una protección social y un reconocimiento social y económico a la maternidad, donde esos permisos de maternidad se amplíen, porque así no podemos continuar. Y recordemos que tenemos una reducción de jornada hasta que los hijos tienen 12 años, que parece que a los 12 años ya se cuidaran solos. Necesitamos un pacto de Estado por la conciliación y tanto gobiernos e instituciones como empresas deben tomar responsabilidades.
P: La semana pasada entregaste 1.000 cartas de renuncia a la ministra de Igualdad. ¿Qué querías visibilizar? ¿Cómo fue la reunión con Ana Redondo?
R: Esas cartas de renuncia de las madres eran un símbolo de las miles de historias que llevamos recibiendo desde que comenzamos la lucha y también queríamos buscar ese compromiso con la ministra de Igualdad, que acaba de llegar al Gobierno, porque creo que esta legislatura tiene que ser la legislatura que apoya a las madres. Me parecía como un símbolo llevarle estas mil cartas para, a partir de aquí, empezar a trabajar por y para la conciliación.
La ministra de Igualdad es una “mala madre” más al otro lado, que también sabe lo que es sufrir la conciliación. Estamos hablando de cosas que realmente son comunes a todas las madres y a todas las mujeres, todas estamos unidas por este dolor, por eso confío en que en esta legislatura se hagan políticas públicas efectivas en ese sentido.