Las elecciones al Parlamento de Galicia parecen estar de lo más ajustadas. Así lo pronostican la mayoría de las encuestas que, aunque adelantan una mayoría absoluta del Partido Popular, el margen de error abre la puerta a un posible cambio de ciclo y la posibilidad de formar un Gobierno de coalición progresista encabezado por el Bloque Nacionalista Galego.
Lo cierto es que el Partido Popular lleva gobernando la Xunta más de una década de forma ininterrumpida. Las cuatro mayorías absolutas de Alberto Núñez Feijóo dejaron sin opción a la izquierda que ha asistido a como el rodillo de los populares acababa con sus esperanzas, elección, tras elección.
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No obstante, al parecer y según indican la mayoría de estudios demoscópicos, estaríamos ante la primera oportunidad en años de que la izquierda volviera a gobernar el feudo histórico del PP. Un feudo que ha caído, en los últimos 45 años de democracia en manos socialistas, en tan solo dos ocasiones. Ambas se produjeron por determinados factores que se pueden explicar mediante cinco gráficos clave que ilustran la realidad política de Galicia y apuntan a las razones del poder absoluto del PP
El reparto de escaños: la baza del PP
Para que una formación política tenga representación en el Parlamento de Galicia debe lograr el 5% de los votos. Esta barrera electoral supone, en la práctica, un buque de contención que perjudica a los partidos con menor apoyo y, por tanto, de forma indirecta beneficia a los grandes partidos.
Al mismo tiempo, al tener un sistema de cuatro circunscripciones, la barrera electoral no es la única de las variables a tener en cuenta, también entra en juego las provincias y el número de escaños que reparte cada territorio.
El número de escaños a repartir se calcula en función a dos variables: la población y la ley de elecciones al Parlamento de Galicia. Este segundo elemento es clave, ya que la ley electoral gallega determina que el número de escaños mínimos a repartir por cada provincia son 10 asientos. A partir de estos escaños, se van añadiendo más en función de la segunda variable: el número de población.
A pesar de que la ley fue aprobada por una amplia mayoría en el año 1985, durante una de las mayorías absolutas de Manuel Fraga, el Partido Popular llevó a cabo una modificación importante, saliendo resultante el texto actual. Con 10 escaños como mínimo, se determinó que el resto, es decir, 35, se repartirían por una variable puramente poblacional. De esta forma, más de la mitad de los diputados que componen el Parlamento Gallego son escaños de mínimos, sobrerrepresentando determinadas provincias.
En las elecciones de julio de 2020, A Coruña y Pontevedra, las dos circunscripciones con mayor porcentaje de población, sufrieron esta infrarrepresentación, ya que le correspondían el 33 y 29% de los escaños, respectivamente, mientras que Lugo y Ourense, con un 12,1% de la población y un 11.3%, tenían derecho a tan solo el 18.7% de los asientos del parlamento. Esta sobrerrepresentación de las provincias menos pobladas ha beneficiado al Partido Popular. Son territorios, históricamente, más conservadores que el resto de provincias.
Superar en votos al PP no garantiza gobernar
La primera ocasión en la que la izquierda tocó poder en tierras gallegas fue debido a una moción de censura que contó con el apoyo de Coalición Galega, un partido compuesto por exmiembros de la extinta UCD y que, en plena legislatura, apoyaron al PSdeG para desalojar al PP.
No obstante, en las elecciones de 1985, —dos años antes de la moción de censura— las elecciones dejaron un reparto de votos casi paritario, aunque ligeramente por encima el bloque conservador. Con la izquierda en el Gobierno se convocan elecciones en el 89 y las opciones progresistas quedan, por primera vez, por delante del PP en votos. Sin embargo, la división del voto de izquierdas, evita que el bloque logre una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar.
A pesar de que las izquierdas se han mantenido, históricamente, en torno a los 600.000 votos, la representación de todos esos votos no se ha visto siempre expresada en el Parlamento. Esta cuestión ha dado alas, no solo a gobiernos conservadores, sino a mayorías absolutas ininterrumpidas desde 1989 a 2005 y de 2009 a 2020.
100.000 votos de diferencia: ya funcionó
La izquierda toma las riendas de la Xunta en 2005. En aquella ocasión, el bloque progresista barre en votos al PP y les supera en casi 100.000 votos, unas papeletas que se traducen, esta vez sí, en representación parlamentaria, lo que el vuelco en la comunidad autónoma se hace efectivo.
Con este antecedente podemos plantear que, si la diferencia de votos entre el PP y la izquierda en su conjunto supera o queda cerca de las 100.000 papeletas, el cambio de Gobierno estaría más cerca. No obstante, es importante señalar el papel de Sumar y Podemos. Según el CIS, ninguno obtendrá representación, aunque en el caso de la plataforma de Yolanda Díaz, las posibilidades son mayores. Uno de los peores escenarios para la izquierda sería superar en votos a los populares pero no lograr trasladar ese apoyo electoral al parlamento.
La última vez que la izquierda quedó por encima del PP fue en 2009, cuando Feijóo se presentó por primera vez a las elecciones. En aquella ocasión el bloque progresista sufrió de la misma forma que en 1989. La división del voto impidió a la izquierda seguir al frente del Gobierno gallego.
El PP: la fuerza hegemónica en Galicia
Si hay algún partido político que está asentado en Galicia, ese es el Partido Popular. Su caladero de votos se centra en las zonas rurales y entre las poblaciones más mayores. En las elecciones de 2020, más de la mitad de las papeletas en municipios de una población inferior a 10.000 habitantes apoyaron al candidato popular. Estos datos son a los que se agarra el PP para no dar por perdida la batalla, y advierten: “A las aldeas no llegan las empresas de demoscopia”.
Desde la llegada de la democracia, el PP siempre ha sido el partido mayoritario en Galicia, a pesar de que en alguna ocasión se ha registrado algún conato de batirle la primera posición a los conservadores. Sin embargo, a pesar de que en procesos electorales diferentes a las autonómicas, el PP ha quedado por debajo del PSOE.
En las elecciones generales del 28 de abril de 2019, el PSOE arrasó como nunca en la comunidad, arrebatándole la primera posición al Partido Popular. Galicia le aportó a Sánchez 10 diputados, mientras que a Pablo Casado, tan solo 9. Seis meses después, con la repetición electoral, el PP volvió a la primera posición, aunque ambos partidos empataron en diputados a 10.
La participación: importante pero no determinante
La participación en las elecciones autonómicas de Galicia siempre ha superado el 50% a excepción de 2020. La pandemia, tal y como se esperaba entonces, resintió la participación. Los años de más participación se registraron en 1993 y en 2005, en ambos comicios se registró el mismo dato, un 64,3%. No obstante, los resultados fueron completamente diferentes. En 1993, la derecha superó en más de 100.000 votos a la izquierda. Sin embargo, en 2005 las tornas cambiaron por completo y quienes marcaron esa diferencia fue la izquierda con el PP.
La participación, por tanto, no es un dato clave para que la balanza se decante por uno u otro color político. Sin embargo, es preciso señalar que la derecha, tradicionalmente, es un electorado mucho más movilizado que la izquierda. No obstante, en estas elecciones la derecha empezaba la carrera más movilizada, cuestión que frena su capacidad de seguir movilizando. Resulta complicado movilizar más lo que está, de por sí, muy activo. Sin embargo, la izquierda, al comenzar la campaña con los votantes menos activos, su evolución ha sido más positiva. El último estudio del CIS reconoce que el electorado progresista se encuentra más movilizado que hace 15 días.
Con todos estos datos y con las encuestas apuntando a un escenario abierto, el principal dato a tener en cuenta es la diferencia de votos entre la izquierda y el PP y la capacidad del bloque progresista de lograr traducir esos votos en representación. Además, para que el PP mantenga la Xunta, además de lograr un buen resultado en las provincias sobrerrepresentadas, debe aguantar en Pontevedra y A Coruña. No obstante, la izquierda, sí o sí, debe sacar un grandísimo resultado en estas dos provincias y evitar que el PP arrase en Lugo y Ourense.