En España se trabaja más que en la UE, pero se produce menos: el dilema tras la reducción de jornada que diseña el Gobierno

Reducir la jornada sin que aumente la productividad y la tasa de empleo haría más grande la distancia con Europa en PIB per cápita, uno de los principales indicadores de bienestar. La vicepresidenta segunda cree que sucederá precisamente lo contrario

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Ilustración de un trabajador en un taller.
Ilustración de un trabajador en un taller.

Todas las economías de mercado buscan producir cada vez más con menos esfuerzo y España va retrasada en esta carrera en comparación con la Unión Europea. Los ocupados españoles trabajan más horas que los de los países de la zona euro y que los de la media de la UE: un total de 1.658 horas por trabajador en el año 2023, según la Comisión Europea, frente a 1.556 horas y 1.610 horas, respectivamente. Sin embargo, los ocupados generan menos valor en cada una de esas horas, por lo que el PIB por hora trabajada (productividad) es inferior. A esto se suma un porcentaje de población trabajando (tasa de empleo) inferior a la media comunitaria.

El resultado de estos tres factores es un PIB per cápita alejado de los valores medios de las economías que comparten el euro y que no ha logrado converger en las últimas décadas tras una aproximación en la época de la burbuja inmobiliaria. La brecha con la Zona Euro es actualmente de 16,8 puntos y algunos países como Lituania, Estonia y Polonia están en disposición de adelantar a España en los próximos años. Además, el único factor que eleva el PIB per cápita en la ecuación es que en España se trabajan más horas. Si estas cayeran y la tasa de empleo y la productividad se mantuvieran invariables, la brecha se haría más grande.

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El PIB per cápita es considerado como un termómetro del bienestar y la riqueza, ya que relaciona lo que se produce con la población, aunque no informa de cómo se reparte el valor. Esta medida es relevante en el caso de España, cuyo PIB ha crecido más que la media de la UE en los tres últimos años, pero el avance responde más a un aumento de la población por flujos migratorios positivos que a una mejora notable de la productividad, según el Banco de España.

En este contexto, el Gobierno se ha comprometido a reducir la jornada laboral legal del máximo actual de 40 horas semanales a 37,5 horas sin reducción de sueldo para que el trabajo en España se parezca más al de la media de la UE. Según la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, impulsora de la medida dentro del Ejecutivo, reducir la jornada aumentará la productividad y el empleo, las otras dos variables de la ecuación del PIB per cápita. La hipótesis que subyace a esta postura es que al reducir las horas de trabajo harán falta más trabajadores, se repartirá el empleo, y aumentará la tasa de empleo. Del mismo modo, al trabajar menos horas los trabajadores serán más productivos, por lo que mejorará la productividad agregada y los salarios por hora subirán.

Sin embargo, muchos economistas (incluido el Banco de España) opinan lo contrario y avisan: “Si la renta per cápita en España no ha caído más de lo que se ha observado es precisamente porque las horas medias por trabajador han sido superiores a la media europea.”, ha explicado este jueves Javier Ferri, profesor de la Universidad de Valencia, en una jornada organizada por Fedea y el Consejo General de Economistas (CGE). Según Ferri, 14 puntos de la brecha en PIB per cápita (la mayor parte) se explican por la menor productividad y la postura que defiende la vicepresidenta está basada en “una visión estática de la economía”. El dilema consiste en identificar qué se produce antes: la reducción de las horas trabajadas o la ganancia de productividad, el gran talón de Aquiles de la economía española.

El economista explica que hay una correlación negativa entre la productividad y las horas trabajadas: se trabajan más horas en los países de menor productividad. Esta correlación negativa “lleva a pensar incorrectamente” que reduciendo las horas trabajadas se puede aumentar la productividad y la renta per cápita. Pero, en su opinión, lo que la evidencia empírica demuestra es que la causalidad opera en sentido contrario. “Conforme un país consigue aumentar su productividad, se puede permitir reducir las horas trabajadas y disfrutar de más ocio”, asegura el académico. A lo que añade que, en un mundo globalizado, “si quieres competir con países más productivos, necesitas o trabajar más horas, o pagar menores salarios”, y España no va por este último camino.

Desde CCOO, organización que pidió la reducción de la jornada antes de que apareciera en el acuerdo de gobierno, su secretario general defiende que “lo que se está dirimiendo es el reparto de productividad a largo plazo entre excedente empresarial y trabajadores”. Productividad que se ha incrementado por la digitalización, aunque no lo suficiente como para converger con la UE. Según Sordo, ha habido “una apropiación muy desequilibrada en favor del capital y de las empresas” de las mejoras de productividad en los primeros 15 años de este siglo y ahora se trata de que ese reparto se haga “de forma mucho más equilibrada” tanto desde la negociación colectiva como desde la ley.

Los datos reflejan que, si bien ese desequilibrio se produjo a partir de la Gran Recesión de 2008 y la posterior crisis de deuda, la respuesta a la crisis de la pandemia y la guerra en Ucrania han vuelto a reequilibrar la balanza. Según la Contabilidad Nacional, la remuneración de los asalariados ha supuesto un 47,8% del PIB en 2023, mientras que los excedentes han alcanzado un 42,3%, cifras que están en torno a la media de los últimos 30 años.

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Ganancia de PIB per cápita en la burbuja y de productividad en la recesión

Ambos análisis, tanto el favorable a reducir la jornada como el reticente, son hipotéticos por el momento. Lo que sí se puede explicar es de qué manera España se ha acercado puntualmente en el pasado a los niveles de productividad y renta per cápita europeos y por qué ninguno de los motivos que están detrás son positivos de cara a volver a hacerlo.

España solo ha recortado la brecha de productividad con la Zona Euro en las recesiones (especialmente en el periodo 2009-2014), debido a que se destruía una gran cantidad de empleos, más que en otras economías. Esto no sucedió en la crisis de la pandemia, con unas características y orígenes muy distintos a los de la burbuja. De hecho, el mercado laboral se ha comportado de manera contraria y ha crecido más rápido que el PIB, lo que ha provocado un nuevo descenso de productividad que se está recuperando.

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Por otra parte, el PIB per cápita convergió de manera ininterrumpida hasta 2006-2007, pero se hizo a base de un crecimiento poco sostenible y que ha dejado unos activos inmobiliarios sin uso, por tanto, nada productivos. “Aquella acumulación de capital nos lleva a que todavía arrastremos en cierta medida el impacto de la burbuja inmobiliaria, aunque haya transcurrido mucho tiempo”, ha afirmado José Carlos Sánchez, profesor de la Universidad de Murcia, durante la jornada de Fedea y el CGE.

No bastaría con cambiar el modelo productivo

Los motivos que lastran la productividad y la renta per cápita están identificados y seguramente se tratarán en el Consejo Nacional por la Productividad que el ministro de Economía se ha comprometido a crear en los próximos 100 días. Aunque son muy amplios, Ferri los resume en cinco bloques: capital humano, capacidad innovadora, implantación tecnológica, funcionamiento del tejido empresarial y marco institucional, regulatorio y laboral.

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Entre estos también tiene un efecto la composición del modelo productivo español, con más servicios poco productivos y menos industria, más productiva, pero Ferri explica que tener un modelo como el alemán no solucionaría los problemas porque todos los sectores españoles (excepto el campo) son menos productivos que la media de la UE. “Al final es una cuestión de todos: trabajadores, empresas y administraciones públicas”, ha concluido Juan Pablo Riesgo, ex secretario de Estado de Empleo y responsable de EY Insights.

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