La filósofa y feminista Clara Serra (Madrid, 1982) pone en tela de juicio el eslogan más sonado del feminismo. En su nuevo ensayo, El sentido del consentir (editorial Anagrama), asegura que el solo sí es sí tiene rasgos conservadores y aboga por el no es no. Muy crítica con la ley de diseñada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, desconfía del “feminismo punitivista” que recurre al Código Penal porque carga aún con más responsabilidad a la mujer, que queda infantilizada.
Serra atiende a Infobae España tras la publicación del ensayo, repleto de reflexiones sobre el destino del feminismo, el concepto del consentimiento y las consencuencias de elevarlo a categoría de ley, las dinámicas conservadoras dentro de la izquierda, la prohibición como bandera y la presión que ejerce la derecha sobre los avances feministas.
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Pregunta. ¿Crees que tu manera de entender el feminismo ha perdido espacio respecto a la corriente que criticas en tu libro?
Respuesta: Me encuentro con muchísima recepción y escucha. El libro discute críticamente una posición que ha sido muy mayoritaria o que, al menos inicialmente, se recibió con mucho entusiasmo. A pesar de que creo que esa recepción no es el fruto de un debate el libro quiere abrir un debate que, a mi juicio, no ha existido. Ha habido un discurso que ha hablado con mucha potencia desde muchos altavoces, que en principio se ha recibido con entusiasmo. ¿Entonces, si abrimos el debate y nos abrimos a los matices? ¿Y si empezamos a hablar un poco más del consentimiento?
P: Que el feminismo se quiera refugiar en leyes, ese “feminismo punitivo” como lo denominas, ¿No deja de ser una tendencia generalista dentro de la política? El PSOE quería denunciar por delito de odio golpear una piñata de Pedro Sánchez. A veces ya no se acepta ni la crítica al presidente del Gobierno. Da la sensación de que enseguida recurrimos a las leyes. ¿No es cargar demasiada responsabilidad sobre el feminismo cuando en realidad es la sociedad en su conjunto?
R: De hecho no lo circunscribiría en absoluto al feminismo, corresponde a la izquierda en general y forma parte de una de una inercia mucho más amplia. A veces la izquierda se deja arrastrar y se está perdiendo un punto de anclaje fundamental para la izquierda. Como se meta en esta inercia y en esta deriva, que no es tanto la de legislar porque por supuesto defiendo que tiene que haber una legislación. Reivindico mucho el consentimiento en el sentido en el que creo que es una herramienta para delimitar la violencia en terreno jurídico. Y yo quiero delimitar la violencia en el terreno jurídico. A mí lo que me preocupa es que haya un concepto de violencia expansivo que empiece a aglutinar y a meter en el mismo saco cosas que no creo que deben estar ahí, que tienen más que ver con una desigualdad de poder. La desigualdad de poder que puede haber entre una persona con un cargo alto y una trabajadora, o la diferencia que hay entre desigualdades de edad muy grandes.
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Todas esas cuestiones, a mi juicio, no deben ser convertidas en violencia, no deben ser equiparadas a la violencia, porque entonces se borra ese límite. Si todo es violencia, nada lo es. La crítica es a una deriva que ciertos feminismos están incorporando, pero que en otros terrenos ocurre también, por la cual le estamos encomendando al derecho penal tareas que si bien son problemas sociales, no creo que deban ser problemas penales. Y hay muchos malestares en el sexo que creo que no se resuelven con el Código Penal, se resuelven de otras maneras y de hecho creo que no están siendo nombrados y discutidos, precisamente, por la invasión de lo penal en este campo.
P: Dices que no hay que diferenciar el sexo no deseado de la violencia sexual. ¿Se puede llevar a cabo un debate sano en torno al feminismo mientras la derecha es tan beligerante contra cualquier discurso de feminista?
R: Es una manera de verlo, que estamos teniendo cierre de filas contra la derecha y de la extrema derecha. Yo lo plantearía al revés, creo que el cierre de filas nos expone totalmente al neomachismo. O sea, creo que la manera de que extrema derecha no avance posiciones es, precisamente, un feminismo que no haga de la vía penal el tema permanente. Parece que nos estamos oponiendo a ellos, pero en realidad estamos comprando su campo de juego.
Y creo que es lo que pasa cuando la discusión sobre un asunto como la libertad sexual se tiene solo centrado en una ampliación de penas o de fusión de delitos, la ley se convierte en una especie de herida por la que sangras a muerte, porque ya les has dado un poco la razón. Entonces, de pronto hay todo este discurso del pánico total de que hay violadores en la calle, cuando en absoluto ese es nuestro problema y en esas posiciones punitivas de la extrema derecha van a solucionar los problemas de las mujeres. Salir de determinados marcos es el mejor antídoto del feminismo para que no avance la extrema derecha.
P: En tu libro revives el juicio de La Manada. Estas semanas ha sido el juicio de Dani Alves y el tratamiento mediático ha sido muy diferente. Y sin embargo, polémicas como la de ‘Zorra’, la canción de Eurovisión, que dan para pensar que no hemos avanzado tanto.
R: Muchas veces las posiciones conservadoras son precisamente reacción a un avance. Puede estar pasando al mismo tiempo que muchas cosas estén cambiando, que el feminismo haya cambiado mucho el sentido común y al mismo tiempo que emergan discursos conservadores y reactivos. Y ambas cosas son verdad. Puede ser que en el caso de Dani Alves se haya tratado mejor. Agustín Malon sostiene que la doctrina del consentimiento afirmativo que proviene de Estados Unidos es una manera inadvertida de que cierto feminismo se haya sumado a una cierta reacción conservadora a la libertad de las mujeres. Y estoy bastante de acuerdo.
Algunas propuestas pueden parecer muy de izquierdas y muy liberadoras y no lo son tanto y quizás acaban sirviendo para otra cosa. Hay un discurso del buen sexo, del sexo correcto. Y yo creo que siempre que una sociedad hace eso es porque alérgicamente reacciona a una libertad que desordena la sociedad, porque la sociedad está ordenada cuando las mujeres se dedican a lo suyo, los hombres a lo suyo y en el terreno sexual cada uno tiene su función y su papel.
Este tipo de feminismo, por cierto, es el que reacciona cuando sale la canción Zorra. Creo que tenemos que entender de dónde viene la doctrina del consentimiento positivo y ese feminismo ha tenido una enorme influencia en el contexto español. Es el mismo feminismo que dice que decir la palabra zorra denigra a las mujeres y que incluso que nos posibilita la retirada de una canción, eso para mí es una posición punitiva, siempre a usa el recurso de la prohibición. Puede ser que la canción no sea un himno feminista. Estoy dispuesta a debatirlo, porque tampoco me lo parece. Lo que no me parece es que la izquierda tenga que ponerse a prohibir cosas con esta facilidad y soltura. Cuando digo que salta enseguida la solución del castigo y de la prohibición es exactamente este ejemplo. Y este feminismo está totalmente en sintonía con el feminismo que yo discuto.
P: Hablas de cómo hay políticas feministas sin escuchar a las feministas, como el despotismo ilustrado.
R: Claro, es que es la misma lógica y yo creo que es conservador. Primero, usa todo el rato una especie de pánico moral. Segundo, nunca reconoce la agencia de la mujer, que para mí no va de decir somos absolutamente libres y no tenemos obstáculos. Para mí, una cantante que canta una canción está en una posición no de objeto. Es un sujeto. Hay que posibilitar que las mujeres en calidad de sujeto también tomen decisiones. Podemos hablar de la trabajadora sexual, pero podemos hablar de la cantante que decide vestirse de una manera o jugar con una palabra, o reivindicarse. Entonces, convertir siempre a la mujer en el objeto víctima total que no ha decidido nada, me parece muy peligroso. Si nos ponemos así, las mujeres pueden votar sin saber lo que votan. Y las mujeres pueden votar siendo controladas por sus maridos. ¿Y por qué las vamos a dejar? ¿Por qué nos dedicamos a invalidar su voto?
P: No es lo mismo una cantante de los años 80 con ropa y discurso sexual, un producto diseñado por un hombre, a una artista urbana actual que usa su sexualidad desde su decisión personal.
R: Zizek tiene una frase que me gustaba mucho: no es lo mismo ser convertida en un objeto por otro que ser tú la que siendo sujeto, se objetualiza. La diferencia es total. Y de hecho, diría que no sé qué problema hay con que seamos tanto objetos como sujetos. De hecho, creo que en el sexo pasa esto y diría que es algo que le gusta a los hombres y a las mujeres y que no pierdes tu agencia por ser, en parte, un objeto. En el terreno del sexo es claramente donde poder ser un objeto es muchas veces muy liberador. El sadomasoquismo, por ejemplo, explora esto para mucha gente.
P: Dices que no todo desencuentro debe considerarse delito. ¿Se puede aterrizar esa idea frente a quienes dicen que un no significa sí, que el silencio significa sí? Frente a quienes imponen su criterio sin importar el de la mujer.
R: Si un lema tiene cuatro palabras, hay que saber que tiene limitaciones. Pero el lema a reivindicar es el del No es No. Primero, en el sentido en el que me parece que ese lema marca un buen límite a lo penal. Dice que un que es infranqueable. O sea, es vinculante jurídicamente y penalmente. Si tú te saltas un no, el derecho penal entra y me parece absolutamente necesario. Defiendo que una persona puede decir que no y quererlo y tener deseo por eso. No sé por qué es tan escandaloso. O sea, todos nosotros y nosotras nos hemos enfrentado a veces a desear a una persona y decirle que no por los motivos que sean, porque no puedes ponerle los cuernos a tu pareja o por un millón de cosas.
Claro que puedes desear a alguien y decirle que no, por mucho que se intuya que hay un deseo ahí, Me parece peligroso que el criterio sea el deseo, porque ¿qué quiere decir que yo lo deseara? Tú tienes que hacer caso a esa negativa. Emborrona mucho más las cosas pensar que el solo sí es sí clarifica mejor los límites, porque si nos fijamos, el solo sí es sí que ha sido sostenido al calor de casos mediáticos como el de La Manada. Pero en el caso de Alves o de Carlos Vermut?, en ninguno de estos casos, el solo sí es sí aporta ningún límite, no aporta nada en realidad. Cuando una mujer está en una situación de coacción, de amenaza, no importa nada decir que sí.
Imagínate que un día, en un determinado caso mediático, una chica ha dicho que sí. Esto podría ocurrir. El juez, para eximir a la chica de haber dicho que sí, tendrá que reintroducir la fuerza, la intimidación y la amenaza. Es decir, no porque haya una situación donde no se puede decir “no” hay que librar a esta chica de haber dicho “sí”.
P: Me parece que el eslogan ‘no es no’ ha sido regateado por la derecha y el ‘solo sí es sí' es más difícil de vencer.
R: Me parece muy interesante esto, porque yo a esa derecha creo que hay que confrontarla con una batalla cultural. Aparte, esa derecha puede decir lo que quiera, pero nuestra legislación ha puesto siempre el límite. Y cuidado, que cuando yo digo que este marco no me convence, no quiere decir que las leyes del consentimiento previas no tuvieran muchas reformas posibles que hacer, lo que digo es que puede que el marco general de la ley esté bien y que haya muchas mejoras que hacer y sea muy imperfecta. Hay que hacer un combate cultural contra contra la derecha, pero sería muy preocupante que para dar una batalla cultural cambiemos penalmente a una ley que está peor hecha. Eso sería inquietante.
P: Muchos hombres se han dedicado los últimos años a aceptar cualquier consenso que viniera del feminismo sin cuestionarlo demasiado. Puede que ahora, desde la izquierda, se cuestione el exceso de punitivismo de la ley y antes no se hiciera.
R: Es interesante el cómo los hombres se incorporan al feminismo. Dicen, bueno, mi tarea es apoyar esto, y firman el consenso que haya. En parte es una actitud generosa, pero al mismo tiempo es un poco cómoda, porque en realidad el feminismo es un asunto político y puede haber un campo de desacuerdos tan grande como en cualquier otra cuestión.
Cuando te asomas a la historia del feminismo ves que hasta el derecho al voto ha estado confrontado, imagínate el grado del desacuerdo. Los debates que traigo a colación eran de una confrontación muy profunda, de una escisión muy profunda. Pero al final creo que la manera de comprometerse con el feminismo como asunto político es que los hombres tendrán también que tomar partido por una u otra posición.
P: Dices que el feminismo siempre puso sobre la mesa la fragilidad y la indecisión.
R: A quienes se les está pidiendo algo más es a las mujeres. Se está diciendo que como no es muy seguro el mundo, porque los hombres no respetan un no cuando se lo digamos, vamos a cargar a las mujeres con la responsabilidad y la tarea de estar en condiciones de decir un sí. Cuando a los hombres les pides que busquen el sí de las mujeres, a las mujeres les estás imponiendo otra tarea, que es que tengan que decir transparentemente todo lo que sí que quieren. Y este es el discurso que impera hoy, un discurso muy mainstream de la mujer libre y empoderada. Es esa mujer que dice todo el rato lo que quiere, que exprese lo que quiere, que expresa su deseo, que lo sabe contar... Igual es una carga pesadísima, porque tengo el derecho de no saber exactamente cuál es mi deseo y al mismo tiempo de no ser expuesta a la violencia.
Me parece una trampa esto que se nos está diciendo, que el no es muy difícil en el mundo y los hombres no lo van a respetar. Así que venga, decidnos chicas todo lo que sí que queréis para que el otro tenga que buscar lo que quieres. Perdona, no me salen las cuentas. Me has hecho un truco, yo quiero ir al territorio del sexo pudiendo explorar, creo que eso es el sexo para todo. Y por cierto, menos mal que no sabemos exactamente lo que queremos y que en el terreno del sexo lo podemos descubrir. Menos mal. No me cambies mi seguridad por una anulación completa de mi derecho a explorar, porque yo no veo libertad sexual ahí.