Desde el Palacio de Montepío (Santiago de Compostela) se contemplan las mejores vistas de la capital gallega, pero no es ese el único lujo que ofrece esta gran mansión de 25.000 metros cuadrados, ya que aquellos que logren la mayoría suficiente como para ser presidentes de la Xunta, pueden disfrutar de una piscina climatizada, sauna, gimnasio o de largos paseos por sus jardines privados, según apuntó uno de sus inquilinos, el socialista gallego Emilio Pérez Touriño, en su libro de memorias.
Pero poco más se sabe de la que es la residencia oficial de los líderes de la Xunta, conocida como ‘La Moncloa gallega’. De hecho, todavía hay dudas sobre lo que se invirtió en su construcción, aunque se estima que en torno a los 1.200 millones de pesetas (7,2 millones de euros). Fue el expresidente Manuel Fraga quien dio la orden hace ya casi un cuarto de siglo (y el que ocultó sus entresijos), con el objetivo de dignificar la Presidencia de la Xunta, encargándole los trabajos de arquitectura a Manuel Gallego Jorreto, que decidió diferenciar dos áreas: la vivienda del presidente y la zona de trabajo. Además, situó el complejo en la cima del monte por motivos de seguridad y con orientación sur.
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La obra fue adjudicada a la constructora San José en el mes de agosto de 2001. Con terrenos cedidos por el Instituto Nacional de Meteorología, el proyecto de residencia presidencial se construyó sobre una superficie de 5 hectáreas en las que también se proyectó un parque público a su alrededor, según informaciones publicadas por La Voz de Galicia en aquella época. Los muros que rodean la gran residencia son de granito colocado en seco y la zona de representación e institucional está situada cerca del acceso, en la ladera norte de la colina, y cuenta con varios despachos y una sala de reuniones, además de comedor. Para enlazar con la residencia, hay una serie de plazas y espacios abiertos.
La parte residencial está diseñada para proteger la privacidad de quien la utiliza, con varias habitaciones, diseñadas para la familia, los invitados y el servicio. Se trata de una construcción sobria en su exterior, con muros de granito, carpinterías de madera de cedro y pavimentos de roble, todos ellos realizados con materiales locales. Con enlace desde este espacio y en la parte posterior del complejo, se sitúa otra zona privada que permite subir a la cumbre de la colina, donde hay un prado desde el que se pueden ver las torres de la catedral de Santiago de Compostela.
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Cuatro presidentes con distintas “manías”
Cuando Fraga llegó al barrio de Casas Novas, en abril del año 2002, hubo alguna que otra polémica. Según refleja la prensa local, el proyecto no contemplaba una cuestión importante para los vecinos: dónde iban a celebrar las fiestas parroquiales, ya que anteriormente utilizaban una explanada ahora ocupada por las estancias del presidente. Y también se quejaban de los cortes de agua y luz y los ruidos provocados por la construcción durante los meses que duró.
Después de Fraga, fue el socialista Emilio Pérez Touriño quien se mudó a Montepío. También fue quien impulsó el segundo uso del complejo: el institucional. Touriño, que estuvo en el Gobierno desde el 2005 al 2009, reunió allí a Anxo Quintana (BNG) y a Alberto Núñez Feijóo (PP) para desbloquear la renovación del Estatuto de Autonomía gallego, unas negociaciones que resultaron fracasadas. En esta mansión también respondió a una de las grandes preguntas de su legislatura, la de si habría o no elecciones anticipadas: no las hubo.
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Feijóo fue, en un inicio, muy reticente a mudarse al barrio de Casas Novas, pero tampoco tardó en hacerlo: llegó en el año 2009. Allí se quedó durante bastante tiempo, hasta que conoció a su actual pareja, con la que tuvo un hijo, y entonces se mudó a A Coruña, donde era frecuente verlos paseando por sus calles. El ahora líder del PP también dio un uso institucional a Montepío, aunque en los últimos años la mansión quedó en desuso.
Fuentes de la Xunta de Galicia aseguran que el actual presidente, Alfonso Rueda, sí que pernocta de vez en cuando allí, sobre todo cuando tiene que pasar jornadas en Santiago de Compostela. Sin embargo, admiten que apenas hay uso institucional, con todo, el complejo requiere de un mantenimiento que se estima costoso, teniendo en cuenta los gastos de limpieza, jardinería, piscina o seguridad, entre otros.