En Watchmen, el Doctor Manhattan —alter ego de Superman— marchaba a Marte para evadirse de la realidad. Había perdido la fe en la humanidad, que consideraba insalvable. Solo un milagro podía hacerle reconectar con la especie, y solo entonces, cuando vio el mundo desde ese prisma, cayó en el asombro de las cosas pequeñas. El amor, el origen de la vida, un embarazo; milagros cotidianos que han sido normalizados y tapados por los aún más cotidianos horrores que fabrica el hombre a diario, fueron el motor del cambio de este personaje, que volvería a la Tierra para salvar a la humanidad.
La revolución tecnológica, la aparición de los smartphones, de las redes sociales, acercó los extremos del mundo, democratizó el acceso a la información y dio alas a nuevas formas de protesta y movimientos sociales. Posteriormente, han venido otro puñado de cosas con significados adversos y hasta contradictorios. Sin ir más lejos, nadie imaginaba que Facebook terminara por provocar un genocidio en Myanmar. El último de estos giros inesperados han sido las gafas de realidad virtual diseñadas por Apple, las llamadas Vision Pro.
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El producto ya está a la venta en Estados Unidos y tiene un precio de salida de 3.500 dólares. En España, aún por llegar, solo se han descubierto a través de las redes sociales, donde influencers y youtubers ya han probado el material para compartirlo en sus cuentas. El resultado, entre distópico y película de Marvel, guarda tras de sí multitud de mensajes. La campaña de marketing vende como milagro y revolución cuestiones tan mundanas como un bloc de notas para la lista de la compra, tener varias emisiones en varias pantallas de forma simultánea o acercar y alejar las ventanas que se abren para que estén a la distancia ideal. También se vende como positivo la constante disponibilidad para trabajar, la productividad como bandera, evitar a toda costa la desconexión, mezclada en todo momento con el ocio.
Nazaret Castro, escritora y autora de La dictadura de los supermercados, analiza este supuesto avance tecnológico y la forma de ensalzar las Vision Pro: “Recuerdo una cosa que la ecofeminista Yayo Herrero decía, que a ella le fascina absolutamente el fenómeno de la fotosíntesis. Le parece una cosa mágica que las plantas sean capaces de sintetizar la energía del sol y convertirla en algo que a nosotros, al resto de las especies, nos permita vivir. Despreciamos todo lo que asociamos a la naturaleza, a lo que tenemos en común con el resto de especies animales y, en cambio, tenemos una fascinación inherente a la tecnología”, explica a Infobae.
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Guillermo Zapata, escritor y autor de No a todo y Perfil Bajo, reaccionó con asombro a través de sus redes sociales a estas gafas y su supuesta utilidad: “Uno de los ejemplos más sintomáticos que he visto es uno que se acerca a la nevera y ella tiene puesto un bloc de notas virtual para las cosas que tiene que comprar. Y lo ha puesto encima del bloc de notas real que tiene en la nevera ¿Cuál es la diferencia entre este bloc de notas y el que tienes en la nevera? Que el que llevas tú solo lo puedes ver tú. Y he visto otro que decía, fíjate, puedo ver la tele con mis gafas en vez de en mi tele normal, y señalaba su tele, seis veces más grande”, relata Zapata con alucinación.
Una herramienta para aislarte del mundo
Otro elemento subrayable dentro de las novedades que parecen traer las gafas de realidad virtual es la capacidad de abstraerte del mundo. La inmersión en pantallas, música e interfaces, construye cuevas unipersonales a plena vista del resto. El ejemplo es la cantidad de influencers que han probado las gafas en restaurantes y establecimientos para lograr estar solos mientras estaban rodeados de gente.
“Es una vuelta de tuerca más de un proceso en el que ya estamos inmersos que nos separan más de nuestro entorno. Ya no es solo una pantalla, sino que es una inmersión mucho mayor en una realidad virtual. Pareciera que tenemos esa necesidad de separarnos cada vez más de esa realidad que nos circunda, no como si no pudiéramos captar la magia y todo lo valioso que tenemos alrededor en la vida orgánica”, reflexiona Nazaret Castro sobre las Vision Pro.
Pero hay otros puntos de vista desde donde mirar el nuevo invento de Apple. Guillermo Zapata cuenta cuál fue su primera impresión: “Lo primero que me llamó la atención fue la diferencia gigante en el uso de hombres frente al uso de mujeres. Es una tecnología brutalmente masculinizada. Lo segundo que me llamó la atención fue el elogio a aislarte de tu entorno”, explica a Infobae.
Esa desconexión que proponen las Vision Pro genera otras interpretaciones al ver las imágenes de los consumidores: “Las personas que están en la calle con las gafas da la sensación van a morir atropelladas o que se van a caer por unas escaleras. El teléfono móvil tiene el grado justo o tecnológicamente te coloca en un lugar en el que puedes estar muy ensimismado en él, pero también puedes estar muy conectado a tu entorno. Puedes entrar y salir, por decirlo de alguna forma. Con las gafas esa relación es muchísimo menos. Es un dispositivo mucho más invasivo para tus ojos”, asegura Zapata.
La productividad como finalidad
Acorde al discurso actual, las Visual Pro parecen ser una extensión de la vida laboral fuera de ella. Hombres golpeando un teclado imaginario en el metro como prueba de que el trabajo ya puede ser una extensión más del propio cuerpo. Zapata recuerda el mensaje tan diferente que se lanzaba cuando los teléfonos móviles y smartphones salieron al mercado por primera vez: “Cuando aparecieron los móviles, los móviles jamás decían en la publicidad que con ellos podrías trabajar en cualquier parte. Nunca. Decían que podrías estar conectado con el mundo todo el rato. Esto es al contrario ahora, podrás aislarte y trabajar todo el rato. Es una tecnología que te permite no escapar del trabajo y la productividad puede ser permanente, es esta cosa del infierno de la producción y el cielo del producto”, arguye.
En esta línea de pensamiento, Nazaret Castro construye un mensaje de precaución en torno a las tecnologías: “Estamos inmersos en una economía capitalista en la que todos los algoritmos están destinados a fomentar el consumo. No debemos ser tecnofóbicos, pero sí hay que entender las estructuras de poder que hay detrás. La tecnología no es neutral, por supuesto que no es mala de por sí, pero eso no significa que sea neutral. Estos productos ya están diseñados y pensados para unos fines muy concretos que no siempre son el bienestar social”, dice.
El marketing y las grandes empresas siguen instaladas en un pensamiento eminentemente consumista, a la vista de aumentar y crecer en gasto, cuando el mundo requiere un inminente decrecimiento y reducción de la producción, a la vista de las sequías, aumento de la contaminación y crecida de las temperaturas ambientales: “Ya no estamos en una fase evolutiva en la que nos podamos permitir apostar por el productivismo y por el consumismo, porque va a llegar un momento en que eso sencillamente no va a ser posible para la inmensa mayor parte del planeta”, zanja Nazaret Castro.