En 2015, Guillermo García López estaba trabajando en la película Frágil equilibrio (que ganaría el Goya al mejor documental y que estaba narrada por José Mújica), cuando se acercó por primera vez a la Cañada Real. Lo primero que le impactó fue cómo ese lugar que está dentro del área metropolitana, a tan solo 15 minutos del centro, estuviera a la vez tan desplazado del espacio y del tiempo.
A partir de ese momento, supo que quería emprender allí un proyecto a largo plazo y su acercamiento fue poco a poco y de manera ‘inmersiva’. Conoció a muchas familias, hizo talleres de cine con los niños y adolescentes y pronto se dio cuenta de que lo que veía distaba mucho de lo que plasmaban las noticias, siempre con un tinte sensacionalista, repleto de prejuicios y quiso darle la vuelta a todo eso.
Te puede interesar: Netflix se lleva su primer Goya con ‘La sociedad de la nieve’: “Decían que no era posible hacer una película en español con esta ambición y se equivocaron”
Así surgió Aunque es de noche, un corto documental que acaba de ganar el Goya después de haberse presentado en el Festival de Cannes y que sigue los pasos de dos preadolescentes, Toni y Nasser, cuya familia ha decidido abandonar el asentamiento, por lo que pasarán sus últimos días juntos.
Una cruda realidad a través de una mirada limpia
A través de estas dos realidades, el director explora las problemáticas del lugar, como la falta de recursos, el corte de suministro eléctrico (que ya va por su cuarto año) y los sueños frustrados a través de los ojos de la infancia. “Pensé que, desde esa perspectiva que aún conserva la capacidad de maravilla y de asombro, podía construir unas imágenes distintas a las que estamos acostumbrado a ver de ese lugar, y encontrar un espacio para lo poético, luz en la oscuridad”, cuenta el director a Infobae España.
Te puede interesar: El aplaudido discurso de Mabel Lozano en los Goya contra la prostitución: “La esclavitud todavía existe”
Si hay algo que detesta Guillermo García López es el ‘miserabilismo’ y el paternalismo a la hora de acercarse a los márgenes. “El cine no debe intentar dar respuestas, generar un panfleto ni hacer un informe de nada, ni siquiera mandarnos un mensaje”, reflexiona. Por eso, su intención era mostrar el lugar desde la mirada de los que viven allí y, por esa razón, son los propios niños los que filman en muchas ocasiones las imágenes con sus dispositivos móviles, que se contrapondrán con las que están las registradas por el propio cineasta en súper 16 mm. en celuloide.
En ese sentido, sus influencias no corresponden con el cine de las ‘banlieus’ en Francia, que piensa que tiene otro tipo de rabia y energía, sino con el neorrealismo italiano, con Pasolini, Rossellini y, sobre todo, con el Buñuel de Los olvidados. Aunque, lo importante es que su aproximación, en cualquier caso, no se ha regido por ninguna fórmula preestablecida.
“Creo que el futuro del cine pasa por explorar los límites constantemente, ponerse en cuestión como cineastas y tener mucho cuidado con la autocomplacencia. El riesgo no es solo la supuesta radicalidad de la propuesta, sino poner en jaque los propios convencionalismos, desafiar a través de la mirada y no encasillarnos a nosotros mismos”.