A Lamine Yamal le faltó compañía para firmar una noche única, una de esas que no se olvidan, protagonizadas por los elegidos. Hizo todo lo que estaba en su mano para ganar al Granada, pero fue suficiente. La sangría defensiva del Barça merma cualquier intento de recuperar la sonrisa. Ni siquiera cuando quien sonríe es un niño de dieciséis años. Lejos de Lamine, no parece haber nada más en un equipo que es un coladero en la retaguardia. El penúltimo clasificado de LaLiga volteó un partido que parecía tener perdido y anotó tres goles después de que el Villarreal hiciera cinco hace poco más de dos semanas.
Los andaluces sólo han ganado dos partidos en toda LaLiga, pero han tenido al Barcelona contra las cuerdas en los dos enfrentamientos ligueros. Que el Barça está bajo mínimos, con una plantilla corta y demasiado joven, es tan evidente que solo era necesario mirar al banquillo para comprobarlo: el único futbolista que no había pasado por las inferiores azulgranas era Raphinha y la media de edad de los suplentes a penas superaba los veinte años. Xavi apostó por el regreso de Ter Stegen, mantener a Christensen de mediocentro y dar carrete a la pareja de centrales formada por Cubarsí, que sigue siendo el mejor central del equipo, al que probó al lado de Iñigo Martínez.
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Ilusión inicial
El hechizo de la supuesta reacción que había experimentado la plantilla, vigente por dos victorias consecutivas ha desaparecido. Aunque parecía que la fascinación seguiría vigente, o al menos eso transmitió el Barcelona en el inicio del encuentro. Tuvo dificultades para salir de la presión adelantada de los andaluces, pero cuando lo hacía, encontraba debilidad en la virtud defensiva granadina. A la tercera oportunidad, prácticamente seguida, llegó el gol de Lamine Yamal que de volea culminó un buen centro de Cancelo al segundo palo.
El golpe no fue lo suficientemente duro para hacer claudicar al Granada y el nivel de juego le mantenía vivo en el partido. Ese es uno de los debe del Barcelona de Xavi: culminar el empujón a su rival cuando lo tiene al borde del precipicio. No lo hizo y los andaluces, que apenas habían inquietado la mete de un Ter Stegen -de vuelta- más impreciso con los pies que de costumbre, nivelaron el partido. Pellistri sirve un buen centro que remata Ricard de primeras con la derecha, inalcanzable para el alemán. No se puede decir que fuera injusto el empate al llegar al descanso.
El Granada sale mejor parado de la locura
El paso por vestuarios le sentó mucho mejor a los de Medina, que desde muy pronto evidenciaron la banda de Cancelo como el punto débil azulgrana. Pellistri le superó por velocidad, pero se encontró con una buena respuesta de Ter Stegen. A la segunda, en cambio, no perdonó y puso por delante a su equipo. Los azulgranas, lejos de hundirse, empataron muy pronto con un buen disparo de Lewandowski tras una atinada asistencia de Gündogan. La desgracia, con todo, se cebaría acto seguido con el portero barcelonista, que sacó el remate de Ricard, pero que vio como el balón acababa también dentro después de que su rechace se estrellara consecutivamente en el poste y en la misma mano izquierda con la que había evitado inicialmente el tanto.
El Barcelona jugaba a la ruleta rusa, una metáfora de lo que fue una segunda mitad agotadora emocionalmente. Lamine, otra vez Lamine, empató con un obús dirigido desde la frontal. La siguiente jugada fue un paradón de Ter Stegen a Unzuni. El partido estaba roto, el gol podía caer en cualquiera área. El Barcelona redobló -lo que pudo- su acoso al área del Granada. Finalizó sin éxitos y a diez puntos del Real Madrid, aunque recorta uno al Girona. Triste consuelo para un equipo que cada partido es menos equipo.