La culpa es del calor: “Llevamos en sequía prácticamente todo el siglo XXI”

Los planes hidrológicos están trazados para mitigar la sequía, pero en ocasiones pasan a un segundo plano ante otras necesidades. Aunque suene a tópico, solo la lluvia podrá hacer salir a las cuencas desabastecidas de la situación actual de carencia

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Cataluña y Andalucía se movilizan ante la situación "crítica" y de emergencia que atraviesan por la sequía. (Europa Press)
Cataluña y Andalucía se movilizan ante la situación "crítica" y de emergencia que atraviesan por la sequía. (Europa Press)

“La sequía del 95 terminó de repente, se puso a llover y con unos meses seguidos se acabó el problema”. Fernando Delgado, catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Granada y presidente del Comité de Expertos de la Sequía en Andalucía, sabe que su campo de conocimiento es bastante aleatorio. Se puede trabajar para mejorar las malas situaciones, hay planes de todo tipo cuando esperando esas circunstancias, pero al final este ciclo solo termina cuando vuelve la lluvia, y eso es algo que no se puede prever.

Porque la ciencia avanza, pero se sigue quedando corta en este campo: “Ahora se dan predicciones a tres meses, analizan lo que ocurre en otras partes del mundo e intentan lanzar una mirada para prever si se considera que van a ser más lluviosos o no de lo normal. Esas predicciones han fallado para mal, pensaban que el otoño y el invierno iban a ser más húmedos y lo ha sido en algunas zonas (Extremadura, Salamanca) pero no en el resto”, explica a Infobae España.

Delgado hace una diferenciación entre sequía y escasez. La sequía no ha llegado de repente en 2023 y 2024, es un problema que viene de atrás. El tema es que esa ausencia de precipitaciones continuada en el tiempo se ha convertido ya en un compromiso del abastecimiento, es decir, una ausencia de agua para la población que puede llevar a restricciones en el uso cotidiano.

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Un año o dos de sequía no tienen mayor problema, hay recursos. En el tercero se empiezan a tomar medidas drásticas, como la restricción al regadío. Y en el cuarto, el que ahora mismo viven zonas de Cataluña y Andalucía, cuando la lluvia no ha vuelto, empieza la escasez más visible, la que salta a los medios. “Llevamos varios años con falta de precipitaciones y eso nos ha traído hasta aquí”, cuenta Emilio Camacho, catedrático de ingeniería hidráulica en la Universidad de Córdoba.

“Hay que seguir apostando por la gestión, ser eficiente en los usos del agua, apostar en el litoral por el uso de aguas recicladas y las desaladoras, que van a ser clave en los próximos años”, explica Camacho que sabe que ahora mismo no queda mucho más que ejecutar los planes pasados y tratar de ser lo más pulcro posible en el reparto de agua. Buscar por dónde se va el caudal porque solo la lluvia revitalizará los acuíferos. En los planes futuro se contempla alguna presa menor más, pero España está ya casi al límite de esas construcciones, necesita otro tipo de recursos.

“España es un país con muchos embalses, y quizá no hay ya zonas adecuadas para nuevos embalses, que son costosos desde el punto de vista ambiental. Hay algunos casos previstos en los nuevos ciclos hidrológicos que se acaban de aprobar, hay alguna obra prevista, pero son obras costosas y a largo plazo. Es cierto que Cataluña no tiene grandes ríos, no puede disponer de grandes embalses y eso es un handicap para ellos, esa escasez de recursos la sufren más rápido”, cuenta Camacho.

La lluvia es el centro de todo y eso lleva a mirar las cifras ¿realmente llueve ahora mucho menos que antes? Pues no del todo. “En el ministerio utilizan un indicador el SPI (Standard precipitación index) que compara los últimos seis meses con el de la serie histórica y si es mucho menor que la media se marca una sequía prolongada. Ese indicador ha fallado, no es correcto, porque en el mapa del ministerio dice que no hay sequía prolongada. Supuestamente la lluvia no es tan distinta, pero es incorrecto”, explica Fernando Delgado.

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Un indicador algo confuso

La anomalía está en el propio indicador. Porque el problema, más que las precipitaciones, ha sido el intenso calor de los últimos años. “Cuanta más temperatura, más evapotranspiración. A igualdad de lluvia, menos flujo de agua”, cuenta Delgado. El indicador tradicional arroja datos menos radicales que el SPEI (Índice Estandarizado de Precipitación y Evapotranspiración) que se puede consultar en la AEMET. En esa medición también se contempla la evaporación.

“Ahora se va observando en los estudios una tendencia de aumento de temperatura, que es importantísimo, y también de los patrones de precipitación. El calor es importante para el ciclo del agua”, comenta el presidente del comité de sequía en Andalucía. “Llevamos en sequía prácticamente todo el siglo XXI, a lo largo del siglo hemos tenido muchos más años secos que años húmedos. No es que llueva mucho menos, es también por la evapotranspiración”, relata. Sequía entendida como ausencia de precipitaciones, no necesariamente como falta de recursos hídricos

Siendo esto así, ¿por qué se utiliza el medidor clásico? “Cuando se creó la metodología de los planes de sequía buscaban que se pudiesen mirar de forma automática, con distintos indicadores y vieron que el SPI funcionaba, ahora llevamos tiempo observando y no funciona”.

Hay un problema añadido con la sequía, y es que muchas veces los planes están perfectamente pensados, pero por diversas circunstancias no se ejecutan. “En Andalucía, si se hubiesen cumplido los planes hidrológicos de 2001 y 2005 no estaríamos en una situación tan dramática”, cuenta Fernando Delgado. El drama es que llegó una crisis económica y en ese momento concreto no había problema de abastecimiento, lo que hizo que se dieran de lado algunas obras que, de haber estado hoy construidas, harían menor el problema.

Por esa falta de algunas infraestructuras proyectadas, hay que recurrir a medidas de emergencia. “Se están movilizando nuevas tomas en los embalses más profundas que dan agua de peor calidad, refuerzos del tratamiento de agua portable para coger agua que también es de peor calidad. Hay tratamientos terciarios para el agua regenerada y poder tener recursos para el regadío. Y se habla de la desalación que no es coyuntural sino estructural, plantas que estaban planificadas y no se han hecho”

Los casos son diversos: “No va a dar tiempo para este verano, pero volveremos a tener otras sequías. En Barcelona tuvieron una mala situación y planearon llevar agua del Segre, pero como era un trasvase… llegaron a contratar la obra, pero la abandonaron cuando llovió. Tienen una desaladora, está previsto ampliarla, pero no se hizo”, dice Delgado. Es decir, los planes van haciéndose, existir existen, pero cuando llueve y la escasez deja de ser un problema acuciante la tentación de abandonar el plan para parchear cualquier otra cosa es elevada.

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“El agua no debe tener color político y todas las administraciones deben cooperar en la planificación, a corto plazo no funciona, ahora vamos a cosas tarde, todo eso hay que preverlo para la siguiente sequía, están dotados para esas necesidades”, remata Camacho.

Y aunque se disparen las alarmas, lo cierto es que sí se ha hecho parte del trabajo y hay determinadas cuestiones que han mejorado respecto al pasado. Aunque la labor no esté ni mucho menos terminada. “Podemos ser más eficientes a largo y corto. Hay que afrontar las pérdidas en las redes de abastecimiento, que se dan fundamentalmente en zonas pequeñas donde las empresas municipales no pueden renovar infraestructuras, que en algunos casos tienen más de cincuenta años y están obsoletas. Esas obras deben de empezar a corto plazo, pero su duración va más allá y son cosas que en España se deben de acometer. Ya en la sequía del 95 hubo obras muy importante de los regadíos y eso fue una buena lección que ahora se debe de trasladar a otros sectores”, explica Camacho.

La situación es compleja, la sequía tiene consecuencias obvias pero también otras invisibles. Por ejemplo, los problemas que ya existen de inflación pueden multiplicarse si las cosechas son malas. Ha sucedido recientemente en Argentina, donde el gobierno saliente culpaba a la sequía de muchos de sus males. Los planes existen, pero la realidad es tozuda, solo la lluvia puede revertir la situación.

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