Al menos 50.000 personas viven del mar en Galicia y todos ellos irán a votar el próximo 18 de febrero y depositarán su papeleta con el nombre del que, a su juicio, debe ser presidente o presidenta de la Xunta. Se trata de un 2% del total de electores que hay en Galicia, que en estos comicios son 2.217.110, y que podrían ser decisivos para decantar el color político de San Caetano, sede del Gobierno gallego.
El pasado 8 de diciembre, hace ya dos meses, varios contenedores del buque Toconao cayeron al mar, a unos 80 kilómetros al oeste de Viana do Castelo, en Portugal, lo que derivó en que miles de pellets de plástico fueran hallados en las playas gallegas y de la costa cantábrica. El derrame activó el plan de contingencias de la Xunta de Galicia, y de los gobiernos de Asturias, Cantabria y el País Vasco, que en colaboración con el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco) comenzaron a trabajar para solventar esta crisis y su afectación a la fauna y la flora de estas comunidades.
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En Galicia la situación tocó de lleno: en sus costas se llegaron a encontrar más de 3.640 kilos, según confirma la Consellería do Mar a Infobae España. Sin embargo, la cifra total de los microplásticos que cayeron al mar fue de 26.250 kilos, según contabilizó la Delegación del Gobierno en Galicia. Con la cercanía de las elecciones, Galicia tenía un motivo más para estar en el centro de todas las miradas, y los partidos políticos, de un color y de otro, se volcaron en esta cuestión durante dos semanas coincidentes con la precampaña, en las que la crisis de los pellets mantuvo el foco mediático dentro y fuera de esta comunidad.
La Xunta de Galicia aseguraba que era el Gobierno central quien debía actuar, aunque tardó más de 20 días en dar la voz de alerta. Por su parte, el ministerio de Teresa Ribera urgía a la Xunta a elevar el nivel de alerta para poder desplazar material y efectivos y paliar la crisis. Sobre el tablero electoral, el PP echaba balones fuera y acusaba a la izquierda de una utilización electoralista de la crisis de los pellets y de compararla con el Prestige, mientras el PSOE les reprendía por ocultar información como Mariano Rajoy hizo en 2002 con el chapapote. Por su parte, el BNG cargaba contra la Xunta y el PP de Rueda por su “nefasta” gestión, y Vox se lanzaba a atacar a todas las partes.
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Ahora, la repercusión política y social de la crisis de los pellets ha amainado en Galicia, eso sí, ha puesto sobre la mesa un problema medioambiental que la ciencia intenta abordar desde hace tiempo. La llegada de estos microplásticos a nuestras costas es más habitual de lo que pensábamos, los sacos de pellets caen a los océanos con bastante frecuencia, y su impacto ecológico y sanitario está demostrado. Pero hubo otro sector de la sociedad al que también le afectó la crisis y del que apenas se habló: la gente que vive del mar vivió con mucho enfado aquellas dos semanas, en las que ya asumen pérdidas, además de un cuestionamiento sobre la calidad de sus productos.
Mariscadores y pescadores ante el 18-F
Según los datos de la Xunta, la pesca genera más de 50.000 empleos directos, lo que representa el 4,8% del PIB de Galicia, y que sumados a unos 5.600 acuicultores, y a 3.600 mariscadores (según los permisos de explotación concedidos), suponen casi 60.000 empleos directos. Todos ellos representan a un 2% de los electores que votarán este 18 de febrero, y que vivieron esta crisis de una forma bastante diferente. “Fue surrealista, se aprovechó un hecho medioambiental para hacer política. Es triste”, señala a Infobae el presidente de la Federación Nacional de Cofradías de España, José Basilio Otero.
Tiene claro que la crisis se maximizó por una cuestión electoral, y que aunque no hay que normalizar lo que ha ocurrido, tampoco deberían de haber alarmado hasta llegar al punto de meter miedo a la población “diciendo que el pescado y el marisco iba a tener plásticos en su interior”, en alusión a una fotografía de pez con pellets en la boca que no era ni actual ni se había realizado en Galicia. “Los políticos aprovecharon para hacer precampaña de forma injusta, y los perjudicados fueron los mariscadores, porque la crisis no fue más allá”, denuncia.
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Esta federación, que engloba a casi 200 cofradías y cuenta con más de 30.000 afiliados en toda España, expone que durante dos días bajó el precio del pescado, y lo achaca directamente a la información sobre los pellets. Las cofradías no normalizan estos vertidos, de hecho, aprovechan esta “incidencia” para pedir que la gente recicle y pedir una solución para estos microplásticos, pero también insisten en que nunca más se vuelva a utilizar este tipo de episodios para hacer política, porque perjudican a un sector que tampoco está pasando por su mejor momento. “Hay que remar todos juntos, y se acabó”, zanja Basilio.
La Asociación Galega de Empresarios Depuradores de Moluscos (Agade) se pronuncia en el mismo sentido. “La crisis de los pellets fue una cuestión política; más que una causa medioambiental, fue política”, asegura a este medio Roberto Fariña, presidente de esta asociación, que reúne a unas 60 empresas gallegas que generan más de un millar de empleos directos.
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Esta “polémica” se tradujo en la desconfianza en los mercados, en descenso de ventas y en la práctica parálisis del consumo de productos gallegos durante esas dos o tres semanas, alega. Sus asociados le comentaban que las informaciones sobre la seguridad alimentaria del pescado y el molusco estaba provocando una desconfianza en el consumidor, y mientras no se demostrase que no había riesgos en la calidad del pescado gallego, el sector iba a estar “bajo mínimos”, una situación agravada al arrastrar un menor consumo desde 2023.
“Ahora el consumo se está recuperando, pero el mes de enero se perdió”, plasma Fariña, que apunta a una caída de entre el 40 y el 50%, datos que aún tendrán que analizar y precisar en cuanto tengan todas las cifras. Cargan contra los argumentarios que comparaban esta crisis con la del Prestige y hablaban de que los productos del mar podrían acabar siendo tóxicos, y mostraban las mencionadas imágenes del pez con pellets en la boca. “Es entendible que el mercado se contraiga escuchando esa información, y todo eso era mentira”, lamenta, muy enfadado, el también administrador de la empresa familiar de mariscos ‘Fariña’.
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“La grandísima mayoría de la gente del mar respalda que la cuestión de los pellets, el tratamiento informativo, fue irresponsable: querer buscar un símil del Prestige, poner en duda la calidad alimentaria de productos usando imágenes de otros países, e intentar buscar los pellets como motivo político. Gran parte del sector del mar está enfadado. Ha sido terrible”, concluye, en alusión a esas más de 50.000 personas cuyo empleo depende del mar, y que este 18 de febrero trasladarán ese enfado a través de una papeleta.